V ¿𝓠ué podría salir mal?

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Haeri se había marchado hacía ya unos cinco minutos, y ambos seguían sin pronunciar palabra. La voz monótona del muchacho que narraba poesía había cesado, siendo reemplazada por una música calma de jazz.

Zoe observó como Jungkook tamborileaba sus dedos sobre el vidrio de la mesa, mientras con su mano disponible sorbía de su café en vaso descartable. Se relamió el labio superior quitándose los excesos de espuma, notando como la muchacha le observaba con una tímida sonrisa. Él decidió retomar el tópico que les ocupaba antes de aquella interrupción generada por la partida de la rubia. –Bien, entonces ¿Qué era lo que me decías exactamente? Leí algún capítulo más de tu historia luego de que me la pasaras por mail.

Referenció al hecho de que Zoe se había atrevido a pedirle a su compañera de cuarto su número telefónico, el que sin dudarlo empleó para pedirle su dirección de correo electrónico. Al morocho le resultaba curiosa su facilidad para usar las palabras, y el sinfín de adjetivos luminosos utilizados en su escritura; un notable contraste con las novelas oscuras que él acostumbraba a leer desde hacía años.

Ella asintió con entusiasmo danzando en sus ojos marrones. – Como habrás visto entonces, el siguiente capítulo es un poco más sombrío. Se muestra al personaje asistiendo al funeral de su padre, y bien, básicamente lo que se narra es todo el evento en sí.- sus pupilas relucían de emoción a pesar de estar hablando de algo tan trágico como una muerte. –Quiero que retrates el rostro de él en un aspecto medio calaverístico, ya sabes, con ojeras, pálido, tienes libertad con todo lo demás. Solamente quiero que expongas el espesor de ese ambiente en el que el ataúd yace.

Jungkook asintió en comprensión. Unos pocos mechones desordenados tapaban parcialmente secciones de sus ojos negros, pero no lo suficiente como para que Zoe no notara la profundidad y misterio en ellos, como si se tratara de unos estanques en la noche misma que reflejaban todo aquello que él observara. Sus facciones se marcaron en el momento que tensó su mandíbula detallando un punto fijo sobre la servilleta con la que previamente se había secado los labios. Parecía perdido en una galaxia mientras observaba la Andrómeda trazada por manchas de café en aquel trozo de papel arrugado, posiblemente contemplando las opciones artísticas que estaban a su alcance en cuanto al boceto para la chica pecosa.

–¿Quieres que vayamos ahora?- sugirió el pelinegro mirándole a los ojos pacientemente. Esbozó una sonrisa ladeada sin saber el efecto que aquello tenía en la despistada muchacha. –Estamos a la vuelta de la esquina.

Ella se encogió de hombros, no tenía mucho que hacer de todas formas, y él ya había demostrado que en primera instancia no era un violador en potencia. Se pusieron de pie pesadamente luego de haber estado por bastante tiempo sentados en aquellas rígidas sillas. Ambos se colocaron sus respectivos abrigos decidiendo emprender aquel corto trayecto hasta el tattoo shop. Avanzaron con una celeridad que únicamente podía ser explicada por el frenesí que el arte provocaba en ellos, o al menos eso era la excusa que podían pensar de momento cuando para sus adentros se cuestionaban el origen de aquel entusiasmo en compartir el mismo espacio.

La castaña se limitaba a ver la espalda enfundada en cuero del joven que avanzaba con más rapidez, posiblemente debido al pronóstico de lluvia que no tardaría en materializarse en los próximos minutos. Sus hombros anchos y angulosos ocupaban prácticamente toda la vista delante de sus ofuscados ojos que recorrían a lo largo y ancho la figura de él, al punto de hacerle sentir culpable. Ella no era del tipo que observaba a personas como simples trozos de carne, aunque el magnetismo desprendido por la forma de caminar y el estado atlético de Jungkook ocasionaba estragos en su esquema de razonamiento.

Era una pecadora y lo sabía.

Caminaron unos metros más, doblaron en la intersección correspondiente, y en cuestión de minutos atravesaban el callejón que quedaba de camino a su destino final. A diferencia de sus visitas anteriores, las luces de neón se encontraban apagadas, el local estaba cerrado en esos momentos. Arribaron a la entrada, y luego de que Jeon abriera los candados y cerraduras necesarias, se adentraron al pequeño local oscurecido por la falta de luces y el horario prácticamente nocturno. Cerró la puerta detrás de él quitándose la chaqueta, y a tientas comenzó a buscar el interruptor de la luz en el vestíbulo. La castaña permaneció de pie junto a la puerta de vidrio, limitándose a detallar la forma en la que la luz proveniente del exterior impactaba sobre los torneados brazos de Jungkook de una forma casi venenosa. Podía jurar que la retina de sus ojos a ese paso se terminaría de secar por la forma exagerada en la que no había dejado de mirarle. Caminó unos pasos más hacia el interior buscando colaborar en encontrar la llave de luz. Ambos tanteaban las paredes privados prácticamente del sentido de la vista. Ella se rindió, posicionándose junto a un marco de una puerta que se encontraba abierta.

𝕴𝕟𝓴𝖊𝕕  ֆouls | J.J.K. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora