Capítulo I

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La noche era oscura y las calles estaban en un silencio sepulcral. Jadeos se escuchaban a lo lejos y pasos comienzan a resonar.
Su respiración era agitada, las piernas no le daban para más y en cada tropiezo una nueva herida se formaba.

—Corre... corre pequeño ratón, divierte un poco más a este gato rizón—.

—No por favor—. Dijo en un susurro

Continuo corriendo sin rumbo fijo, necesitaba buscar un refugio en donde esconderse. Vio en cada casa que pasaba, todas y cada una cerradas, toco y toco pero nadie salía ¿por qué nadie salía a ayudarlo? Escucho una risa y continúo su camino de desesperación. Corrió hasta doblar en una esquina

Grave error

—No... No, no, no, no, no—. Una gran pared se encontraba frente a él, es un callejón sin salida, giro para salir pero ya era tarde, fue un game over.

—Tal como un ratón, el pequeño león entro en un callejón sin salvación—. La gran figura se acercó a él a paso lento.

—No por favor... que alguien me ayude—. Dijo en un hilo de voz, pero aunque haya sido escuchado nadie llegaría a él, tampoco podía moverse a culpa del miedo y temblaba demasiado.

—No tienes a donde ir mi pequeño cachorro—. La figura se posiciono frente al más pequeño con una sonrisa de oreja a oreja.

El pequeño quiso correr más eso le fue imposible, el gran hombre lo tomo de una manera insinuante más obviamente no tocaría al niño... no de esa asquerosa manera

—Se buen niño y regresa a tu jaula—. Su voz salió burlona tomando con delicadeza el rostro del pequeño.

—No... no quiero... duele—. Gotas saladas caían por sus magulladas mejillas

—No tienes de otra cachorro, tus padres te dejaron en mis manos a cambio de simple papel, ahora tú me perteneces—. Tomo con rudeza la pequeña mano del contrario y lo arrastro con brusquedad fuera del callejón— Solo tienes que obedecerme y todo resultara bien—.

Ya fuera se dirigieron a un auto negro, de ventanas polarizadas y de porte elegante, ahí es cuando se dio cuenta el pequeño de apenas seis años...

Corrió en círculos.

El hombre abrió la puerta del copiloto y sentó al niño en el respectivo lugar, hurgo debajo del asiento hasta sacar una cadena mediana con una correa y colocarla en el delgado cuello del pequeño, así no podría escapar en cuanto se dirigiera al otro lado del dichoso transporte, cerró la puerta y rodeo el carro para después abrir la puerta del piloto y situarse en el asiento para poner el móvil en marcha.

El camino fue silencioso y no solo porque ambos hombres de distintas edades no hicieran mención de nada, en si el motor del móvil no hacia ni un solo sonido, como si este no estuviera encendido. Al cabo de unos treinta minutos llegaron a un campo despejado y a lo lejos se lograba visualizas lo que simplemente sería una casa de madera, el hombre aparco a un lado de la mencionada y bajo del auto para después dirigirse al lado contrario y bajar al niño halando de la dichosa cadena que lo mantenía preso caminando hacia la entrada

—Alto, para... no quiero entrar ahí—. Forcejeaba con todas sus fuerzas pero con cada intento que hacía era adentrado más y más a la vieja casa, no pudo hacer más cuando fue lanzado dentro del sótano.

El olor a químicos y humedad inundaron sus fosas nasales, inmediatamente llevo su mano a su nariz para evitar que mas de ese nauseabundo olor lo invadirá

Guardián del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora