Capítulo III

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Pensó que al salir de viaje su estrés bajaría aunque sea un volumen, que podía relajarse un poco y poder visitar a sus padres... Pero la realidad fue otra cosa.

No llevaba más de una semana en Japón y ya era la tercera vez que mandaba a reconstruir la mansión ¡¡Los hermanos de sus guardianes eran demonios reencarnados!! Mandados del mismísimo infierno para hacerle la vida imposible

Las mujeres son más tranquilas decían ¡¡Viles mentiras!! Las chicas son una completa bomba de tiempo y ni que decir de los chicos que se unían al propósito. Guerras campales por todas partes y no sabía que era peor, si las ilusiones de las hermanas Rokudo o los tonfazos voladores de la menor de los Hibari, las explosiones conjuntas de Hayato y Lambo o los gritos EXTREMOS de Ryohei, Takeshi sería el más tranquilo y normal si no fuera que en lugar de calmarlos los incentivaba más

—¡SILENCIO!—. Grito a todo pulmón

El comedor quedó en completo silencio, deteniendo a medio actuar a los menores y para salvación de la comida en caer en lugares donde no podría ser degustada

G, quien estaba situado a lado derecho de la rubia suspiro, jamás pensó que su mejor amiga levantará la voz y menos a los menores de la familia, pero en esos días estuvo muy estresada y esperar a que se tragara todo el desorden ya sería demasiado

—Y-yo... Lo sien...—. la rubia al darse cuenta de lo que hizo iba a disculparse, pero el pelirrojo a su lado la detuvo

Dejamelo a mi—. Con su simple mirada podía saber lo que decía

Se levantó de su lugar y acomodó su saco con elegancia. Saco una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo, tomo uno entre sus labios y lo encendió con su llama. Podía sentir la mirada de su amiga en su nuca pero si quería apaciguar las cosas, él necesitaba de ese humo cancerígeno para mantener la calma

—Hayato—. Llamo con autoridad a su pequeña hermana

La chica inmediatamente bajo de la mesa, así como los demás jóvenes y guardo la dinamita para después erguirse en su estatura. Sabía lo que venía

—Hayato, sabes bien que como mano derecha de la Décima Vongola, no solo me dedico a cuidar su bienestar o de verificar que haga su papeleo... También me encargo de verificar las demás salas de la mansión, el cuidado y protección del personal, ingresos, entrenamientos y armamento que necesite la familia, y sobre todo...—. La miro a los ojos con severidad— Tengo la responsabilidad de dirigir a los demás guardianes para que no den más peso a la testa sobre sus hombros—. Dió una calada a su cigarrillo

—Al ser mi hermana, se que tu sueño es ser mano derecha del próximo candidato, te di el papel de cuidar está mansión y mantener el orden puesto que tienes el carácter para lograrlo, pero la sorpresa que me llevo, es que no solo no puedes mantener en orden a estos guardianes sino que también formas parte de los destrozos—.

La peliplata solo bajo la cabeza y apretó los labios

—Kufufu~ nosotros no somos los únicos en destruir cosas—. Hablo Mukuro con burla, tratando de liberarse del regaño y aminorar la culpabilidad hacia la peliplata— Ustedes también destruyen lo que sea en sus misiones y crean un sin fin de papeleo—.

Giotto asintió ante eso, pero había un pequeño detalle

—Aclaro señorita Rokudo, en cada misión nosotros nos encargamos de pagar los platos rotos, porque una misión no es para destruir y dejar más trabajo a la cabeza de la familia, es cumplir una tarea a la perfección y asumir por uno mismo las consecuencias—. Alaude quien estaba sentado al otro lado, asintió ante sus palabras— Y si hace una semana se destruyó la mansión de Italia, debe de recordar que todos pensamos que fue un ataque enemigo y resultó que la señorita Rokudo jugaba con sus ilusiones—. Aclaro antes de que le echara en cara el accidente pasado

Guardián del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora