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Me baje del coche quitándome los cascos y dando un dulce portazo hacia mi madre. Ella me miro asesinamente y la sonreí orgullosamente. Un pequeño Rubio de 8 años se bajó de la parte trasera del coche con su coche teledirigido.

- Deja eso en el coche, Jackson.- dijo mi madre mientras abría el maletero. Jackson dejo su juguete en el coche y se cruzó de brazos enfadado. Le revolvi el pelo y me agache a su altura.

- Luego jugamos nosotros dos.- dije sonriéndole, el suspiro y asintió algo más contento. Le puse el puño para que me chocara y el frunció el ceño.- Oh vamos..- reí haciéndole cosquillas por las costillas. El empezó a reír. Le puse el puño de nuevo y el choco alegremente.

Mi madre cerró el coche con seguro y nos adentramos en el supermercado. Jackson cogió un carrito y yo le subí dentro mientras cogía unas palomitas y las metía al carro sin que mi madre se enterara, le guiñe un ojo y el río maliciosamente. Estábamos comprando la comida de la semana cuando mi madre toco el pequeño pinganillo de su oreja y empezó a hablar. Rodee los ojos. Se pasaba las 24 horas del día pegada a esa mierda por trabajo.

No éramos una verdadera familia, no desde que mi padre se fuera a Londres con su nueva familia. Mi madre se refugió en su trabajo, Jackson en mi, y yo...yo en nadie. Además de que mi madre viajaba mucho por temas de trabajo, Jackson y yo estábamos casi siempre juntos.

Cuando cogimos todo lo necesario fuimos a pagar, mi madre no dejo el teléfono ni un segundo, esta claro.

Cuando cargamos todos los alimentos en el coche mi madre al fin colgó. Gracias a dios.

- Mama, ¿me has comprado el pegamento para el colé?- pregunto Jackson.

- Mierda Jackson! ¿Por qué no lo has dicho antes?- dijo irritada mirando hacia mi hermano.

- No le hables así.- dije viendo como los ojos de Jackson se cristalizaban.- Yo iré a por el pegamento.

Me baje del coche y camine de nuevo dentro del supermercado, cuando encontré el pegamento me puse en la cola. Mire a las filas de los lados. ¿Enserio? Creí que esta era la más rápida, siempre me pasa lo mismo.

La señora de delante de mi esta rebuscando en su monedero los 8 centavos que le faltan para pagar su compra. Y para variar el lector de tarjetas se ha estropeado.

- Pero, ¿los tomates no están rebajados?- pregunto la señora de mala gana.

- No señora, en el cartel pone que los hielos están rebajados.

- Bueno, pues cambiemelo por los hielos.- dijo sonriente.

- Enseguida vuelvo, están en el almacén.- reí ante la situación cómica que estaba viendo y oí un gruñido en mi espalda. Me gire disimuladamente encontrándome con un chico, dos cabezas más alto que yo por lo menos, con unos precioso ojos color verde zafiro, sus rizos color chocante le caían por la frente el aro de metal de su labio le hacia algo aterrador, además de que iba vestido de negro completamente. Y si a eso le añadimos que unos leves relieves de tatuajes asomaban por el cuello de su jersey cubriéndole los lados de la garganta, es totalmente siniestro. Pero verdaderamente atractivo.

- ¿Quiere pasar por delante de mi?- dije amablemente al chico, quiero aclarar que no estaba flirteando con el mi nada por el estilo, pero tenía una expresión molesta y su ceño fruncido no era muy agradable.

- Por supuesto que no.- dijo algo sorprendido porque me dirigiera hacia el. Me dí la vuelta y levanté las cejas.

- Esta bien..- susurre.

- A la mierda.- susurro pasando por a lado mío. Dejo un billete de 20 en el mostrador y salió por las puertas mecánicas. Vi como un objeto negro caía de su bolsillo.

¿Sabéis eso de que la curiosidad mato al gato?

Bien, yo era el gato.

Deje el pegamento en el mostrador y corrí hacia la salida. Me agache cogiendo la pequeña cartera y me mordí el labio. Salí al exterior y le vi subiendo sus cosas en un todoterreno negro, me acerque algo insegura.

- Disculpa.- capte su atención.- Se te ha caído.- dije meneando el objeto en mis dedos. La poca luz de Chicago le daba de lleno en la cara, vaya, si que era guapo.

- ¿No te han dicho que no está bien tocar las cosas de los demás?- dijo arrebatando la cartera de mi mano.

- Sólo quería devolvertela, se te había caído.- me encogí de hombros algo confundida.

- Pues ya esta. Ahora vete.

- De nada.- dije con un gesto molesto. El ni siquiera me miro.

Me di la vuelta molesta y me dirigí hacia el coche. La cara molesta de mi madre era evidente.

- ¿Dónde estabas?- rodee los ojos. "Oh estaba devolviéndole la cartera a un macarra desagradecido."

- Dentro, no les quedaba pegamento y la chica había entrado al almacén, tardo mucho y para colmo no quedaba.- mentí descaradamente.- Pero tranquilo Rubio, creo que tengo en casa un note para tu trabajo.- el sonrió atraves del espejo.

- ¿y por que avisas ahora?- pregunto mi madre histérica.- Hemos perdido 15 minutos del día.- dijo arrancando el coche.

- ¡Dios mío! ¡Que drama!- grite molesta.

- Sabes que el tiempo es muy importante Maya.- dijo mi madre irritada.- El tiempo es oro!

- ¿Enserio quieres discutir sobre la importancia del tiempo?!- dije desquiciada, ella me ignoró y cogió el teléfono comenzando a parlotear sobre grandes oficinas.

Pegue mi frente en la ventana y suspire.

- Esta noche os quedaréis solos en casa, tengo una cena de empresa.- dijo mientras entrábamos por los barrotes de la gran casa, si, era un lujo...demasiado grande para tan poca gente y tan poca alegría.

- ¿Me tengo que sorprender?- dije bajandome del coche, ella me ignoró y cogí a Jackson en brazos entrando en casa.

Nos sentamos en el sofá y me enseño sus pequeños juguetes de animales, sonreí, supongo que Jackson era la única cosa que me mantenía atada a mi madre y a esta ciudad. No podía dejarle sólo, no se lo merecía.

Sonreí acariciandole el pelo Rubio y suspire, algún día será feliz.

Miles to go.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora