Tarde de té picante

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Devin.

Ambos nos encontramos charlando en el salón, resulta ser una fantástica compañera de conversaciones y muy hábil para debatir sus puntos, veo con facilidad su talento para tratar a otras personas.
El ambiente es tan tranquilizador y ameno que siento perder la noción del tiempo.
Elanna anota en un cuaderno cosas que digo y de vez en cuando veo que hace flores en las orillas mientras me escucha.
De esta forma pierdo mucho tiempo de la mejor forma, realmente complacido y sintiéndome deberle una a Alister por obligarme a venir, pero nunca se lo diré.
Cuando damos por terminada la charla estoy muy satisfecho. En el tiempo en el que ella trae mis cosas que deje en la oficina aparece alguien inesperado.
Un hombre rubio, de lentes y cara de cansancio entra con total naturalidad pero se congela al verme.
Me entero que es el esposo de la compañera de la señorita Elanna, Phoenix Williams, intento tomarme la extraña situación con calma respondiendo cortamente.
Elanna regresa antes de que esto se vuelva demasiado extraño, a él lo trata con mucha confianza en pocas líneas, debo suponer que son cercanos.
Me siento algo fuera de lugar así que me despido rápidamente yendo hacia mi auto.
Es totalmente de noche y hace bastante frio.
¿La señorita Elanna regresara sola? ¿Se quedará en esa casa? Talvez yo la retrase demasiado al proponerle hablar.
Apoyo mi peso contra el auto, no sé si irme de una vez a buscar un hotel o esperar y ofrecerle llevarla ¿sería demasiado radical de mi parte? No me gustan las formalidades, pero entiendo no cruzar la línea de la informalidad que incomodaría a la otra parte.
Antes de poder elegir mi camino ella sale.
Como si fuera reflejo le propongo llevarla, talvez solo para disimular mi indecisión de antes. Aunque duda un poco acepta al final.

La vaga platica del camino es simple y corta, ahora en esta situación no sé qué decir sin hacer incomodo el ambiente.

—No sé cómo agradecerle realmente—me dice ella— siento que es demasiado cortes conmigo que solo diseño su publicidad.

—Es cierto que no suelo actuar de esta forma, quizás esto no es por la publicidad en este punto... perdone, no quise incomodarla señorita Elanna—idiota.

—Elanna, solo llámeme Elanna, creía que no le gustaba el formalismo de todos modos— me extraña la soltura con la que lo dice, me excuso en el nivel de profesionalismo que debo mantener obligatoriamente— Bueno ¿esto ya no es por la publicidad verdad? entonces no importa.

—Es realmente interesante, eso sin duda— La conversación se apaga, pero he quedado algo distraído, no puedo evitar mirarla cada tantos segundos.
Durante el camino se pone a dibujar en una libreta, apena y veo que hace y dudo que ella vea mucho más.
Se ve tan concentrada, como cuando me explicaba sobre el trabajo, pero ahora su expresión es mucho más relajada.

—Espero verla el día de la apertura— lo digo sin pensar, realmente no es necesario desde el punto de vista comercial, es mi simple deseo de tener la oportunidad de hablarle de nuevo a futuro.
Después de esa conversación improvisada acepta tímidamente.
Las calles terminan poco después, el camino llega a su fin.

—Llegamos, espero el viaje no se le haya hecho largo.

—En lo más mínimo, fue muy placentero...supongo, que nos veremos pronto.

—Si, supongo— quisiera decirle algo más, pero para empezar, no tengo idea de que es, despedirme no me suena.
Ella me ve pacientemente sin aparente deseo de irse.
Se queda mirándome pareciendo gesticular unas palabras, siento la necesidad de inclinarme a ella, talvez para escuchar lo que sea que quiera decir pero eso sería una excusa, es la simple inercia la que me induce a querer besarla.
Es un sin sentido, por más que busque la lógica a esto no la tiene, solo la sensación de necesitarlo.
Al final ella parece verse en la misma situación que yo. La distancia se acaba al presionar su boca contra la mía.
Es suave y cálida.
Ella cruza sus brazos por sobre mis hombros acercándose más, agarrando uno que otro de mis mechones de cabello.
Yo por otro lado empiezo a tocarla desde el cuello, es más tibia de lo que pensaba.
Entre ese extraño va y ven que llevamos ocurre algo que hace que mi asiento se recline, dejándola caer sobre mí, no me da tiempo a reaccionar, su peso me ahoga unos segundos además de no dejarme respirar por los seguidos besos.
Un tiempo después ella se separa de mi tomando el aliento.

UNA SEMANA EN BATHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora