Adrinette

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La escuela iba a tener una fiesta muy grande en nochebuena, donde vendrían todos los estudiantes con sus obsequios para el que le toque en un sorteo de su propio curso.

Cada grupo hizo un sorteo para ver a quien le daría el regalo. Y el de Adrien y Marinette no era una excepción.

— Bien, empecemos con el sorteo. — mencionó Bustier. — Adrien Agreste. Ven, pasa.

El rubio se levantó con una sonrisa, cerró los ojos y sacó el primer papel que encontró. Él abrió los ojos y desdobló el papel mostrando una caligrafía donde decía el nombre Marinette.

Guardó el papel en su bolsillo y alegre se sentó en su sitio.

— Está bien, es tu turno Nino.

El moreno sacó un papel que decía Kim. En su mente, suspiró y se volvió a sentar junto a Adrien.

— Alya, ahora vas tú. — comentó la maestra.

La morena se levantó mientras Adrien se acercaba a Nino.

— Oye, ¿quién te tocó? — le preguntó Adrien a su amigo.

— Lo siento, bro. No puedo decirlo, son las reglas. Tampoco puedes decirme quien te tocó.

— Oww... quería que me dieras una ayuda.

— Lo lamento, amigo. Pero te daré un consejo, a la persona que te tocó, debes darle algo que aprecie y quiera mucho. Es lo único que te dire.

— Bien, gracias Nino, ya tengo una idea.

— ¡Marinette! — exclamó Bustier mientras la joven dejaba el lápiz de lado. — Vamos, que se nos hace tarde.

— L-lo s-siento, señorita Bustier. — murmuró Marinette.

La azabache agarró un papel aleatorio y pudo observar que este decía Adrien. Tragó saliva nerviosa y se volvió a sentar.

El rubio se había dado cuenta de algo, así que lo anotó en un papel para tenerlo en mente.

— Alya. — la llamó Marinette. — Ayúdame.

— Marinette, tú misma sabes que no puedes decirme nada, y yo tampoco. Así que lo que sea, busca ayuda de alguien más. — mencionó Alya escondiendo su papel que decía Sabrina.

— Pero es... — la interrumpió poniendo un dedo en su boca.

— Te dije que no me puedes decir, Mari. Lo siento, son las reglas. Pero te diré esto, dale algo original y que aprecie mucho, eso siempre les gusta a todos. — murmuró con una sonrisa.

— Está bien, gracias.

La clase siguió repartiendo papeles entre ellos. Y luego salieron todos al recreo.






















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