Ladrien

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Ladybug estaba patrullando en nochebuena la gran ciudad de Paris. Después de todo, un superhéroe nunca descansa. Aunque ella necesita un descanso ahora.

La heroína se fijó donde podía relajarse, se columpió en un edificio y llegó a una azotea de lo que era una gran mansión.

Sólo que no se dio cuenta de dos cosas importantes. La primera, que era la mansión de su crush. Y la segunda, que él estaba justo detrás de ella.

— ¿Ladybug? — preguntó mirando la figura que recién había aterrizado.

A la azabache casi le da un ataque cardíaco al escuchar esa voz. Pero volteó algo nerviosa.

— ¿S-si?

— ¿Qué haces en la azotea de mi mansión?

— O-oh... s-sólo venía a descansar. Pero si quieres puedo irme...

— ¡No! — mencionó. — Perdón... quise decir que... puedes quedarte. No hay problema.

El rubio le sonrió con un sonrojo en su rostro.

— Gracias. — murmuró Ladybug. — ¿Adrien, verdad? Creo que nos hemos visto antes.

— Si varias veces... — hizo una pausa y la miró algo nervioso. — E-es decir un par de veces, me salvaste de Riposte y Gorizilla.

La joven asintió recordando los sucesos, y volvió su vista a la gran ciudad. El ojiverde repitió la acción, y al sentir mucho silencio, decidió romper el hielo.

— Y-y... ¿algún villano que debes atrapar? — le cuestionó.

— Nop, sólo patrullaje. — lo miró de reojo. — S-sólo venía a descansar. Después de todo, ya es tarde y creo que debo irme.

Adrien la tomó del brazo.

— ¡Espera! — exclamó. — Verás, me siento algo solo ahora porque mi padre se fue por negocios. Mi guardaespaldas está de vacaciones. Y mis amigos están con su familia. ¿Puedes estar conmigo un momento?

— Seguro. — le respondió. — Tal vez puedes traer algo de comida porque salí de mi casa sin comer. — rió nerviosa y sonrojada.

— E-emm... seguro sólo que hay comida para uno, pero podríamos compartir.

— De acuerdo.

Ladybug se columpió tomando a Adrien y lo llevó a su habitación.

— O podíamos usar las escaleras. — murmuró Adrien.

La azabache se sonrojó y se tapó la cara.

— Lo siento... — se arrepintió la ojiazul.

— No, está bien. No te preocupes, era broma. — le contestó el rubio.

Adrien guió a Ladybug a la cocina. Del refrigerador, sacaron unos bocadillos deliciosos, y unas galletas navideñas de la panadería Dupain-Cheng. Antes de empezar a comer, Ladybug tomó su yoyo e hizo unas llamadas para darle una sorpresa al rubio.

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