Plakki

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En la mansión Agreste, era de noche y una criatura amante del queso estaba sin apetito mirando la ventana. Cuando no tenía nada que comer, sólo pensaba en su amada terroncito.

Su portador estaba durmiendo plácidamente soñando con su compañera, otra vez.

— Mmm... Ladybug... — susurró entre sueños.

Ese ruido llamó la atención de su acompañante, quien se acercó al joven mientras sacaba una foto mental para reírse más tarde.

— L-ladybug... y-yo...

— soy Chat Noir. — dijeron Adrien soñando y Plagg repitiéndolo.

— Dios, es la décimo sexta vez que sueña lo mismo. — se quejó el kwami. — Lo cuál, significa que dormirá por mucho tiempo.

Al kwami de la destrucción se le ocurrió una idea para visitar a su amada. Iría ahora y al amanecer volvería sin problema para la mañana navideña.

Sin decir nada, tomó un poco de queso por emergencia y salió volando por la ventana.






















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Tikki no podía dormir. Era una de esas noches, y para ser las tres de la mañana del 25 de Diciembre, estaba muy despierta.

Recordó haber ayudado a Marinette con algunos obsequios para su crush y sus amigos. Al final, a todos les gustó el regalo de la azabache.

Al no poder dormir, se convirtió en humana para poder estar más a gusto con la naturaleza del balcón de Marinette.

Era una joven de ojos celestes, pelirroja, y usando un vestido simple de combinación de negro y rojo.

Ahora sólo suspiraba recordando los momentos que tenía de su antigua vida humana con Plagg. A él lo extraña mucho. No olvida cuando ellos se iban a las fiestas navideñas juntos, y compartían su amor con las personas de su época.

Pero ahora estaba sola en el balcón de su portadora, hasta que escuchó un ruido y se puso de alerta.

— Miau, no saques las garras, terroncito. — mencionó una voz que estaba en la oscuridad.

Sólo una persona la llamaba así.

— ¿Plagg? — cuestionó algo temerosa.

Se pudo revelar a un chico que se asomó mientras sonreía. Era de piel semibronceada con ojos verdes junto un cabello negro y sedoso, y una ropa de color negra combinada con verde oscuro.

La chica se acercó al ojiverde.

— Hola terroncito. — le dio un beso en la mejilla.

Eso sonrojó a la ojiazul, pero sacudió su cabeza y volvió a la realidad.

— ¿Qué haces aquí? Deberías estar con Adrien. — le susurró Tikki.

— Relájate, estará dormido hasta que sean las diez, lo conozco. — se cruzó de brazos. — Vine aquí, porque es Navidad, y siempre me encanta pasarla contigo. Y como en estos últimos siglos no pudimos, creo que podremos estar unas horas juntos.

Él le ofreció la mano junto a una mirada de esas que matan a la pelirroja.

— ¿Vamos? — cuestionó amablemente. — Por una noche.

One-Shots Navideños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora