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Un día, Harry llegó a casa con otro tatuaje: el contorno de un pequeño hurón en su flanco izquierdo, Draco casi se lo saca con un cuchillo. Había estado con Harry el tiempo suficiente para saber que adoraba los tatuajes y sobre sus decisiones de tatuarse con cosas que eran significativas para él. En el transcurso de su relación, Harry se había hecho tantos tatuajes que, al final, aceptar al pequeño hurón no había sido gran cosa para Draco.

Estuvo con Harry en el salón de tatuajes cuando recibió cuatro huellas idénticas de patas negras en memoria a su padrino, Harry se había referido a él en broma como su 'padre perro' y luego se había reído de su propio chiste durante veinte minutos; un ciclo lunar completo en degradado en memoria de Remus Lupin, elegante y extrañamente excitante también, pero Draco nunca le había dicho eso a Harry; el brillante y ardiente fénix como tributo a Albus Dumbledore y al ave misma, como Harry había insistido; un gato bellamente dibujado para rendir homenaje a Minerva McGonagall, hecho con exactamente la misma marca alrededor de los ojos; un paraguas rosa con minúsculas chispas disparando el extremo puntiagudo por Hagrid, algo que Draco no había entendido realmente al principio, pero que acababa de aceptar porque Harry sonrió de esa manera, con ojos arrugados y radiante; y el símbolo de las reliquias de la muerte tatuadas justo debajo de la cicatriz que el horrocrux había dejado en su pecho.

En el segundo aniversario de bodas de Weasley y Granger, Harry los sorprendió revelándoles un tatuaje en la cadera de una nutria y un Jack Russell Terrier sentados y abrazados, sus hocicos rozando levemente. Draco tuvo la sensación de soledad distante ese día, pero no sabía si era por los celos latentes de su amistad o por el hecho de que todavía no podía producir un Patronus él mismo.

Harry también se había tatuado una snitch dorada debajo de la nuca después de perder ante Draco en un partido de Buscador. Draco había estado alegre y extremadamente presumido, sin mencionar aliviado, porque habían hecho una apuesta donde el perdedor se haría el tatuaje el mismo día y Draco estaba aterrorizado ante la mera idea de la aguja con tinta clavándose en su piel y quedándose allí para siempre. Personalmente, las únicas marcas que le gustaba tener eran las que Harry le dejaba.

Draco adoraba todos sus tatuajes. Podría pasar horas recorriendo con los dedos cada contorno y silueta, cada mancha de color, cada elegante curva y cada rizo de tinta. Todos se veían hermosos sobre la bronceada piel de Harry, cada uno contando su propia historia. Cuando se entregaban a la tranquilidad de hacer el amor, Draco siempre se encontraba presionando las suaves yemas de sus dedos y labios aún más suaves sobre cada uno, viendo los músculos de Harry saltar y moverse bajo sus toques.

Su favorito, sin embargo, era el que Harry se tatuó sin siquiera contárselo.

Era una perezosa mañana de sábado cuando Draco lo notó por primera vez. Harry, sin camiseta y somnoliento, de espaldas a Draco, estaba haciendo el desayuno y tarareaba para sí mismo. Draco estaba en la mesa leyendo la sección de chismes de El Profeta y bebiendo su té, lanzando frecuentes miradas de admiración a la ridículamente perfecta espalda Harry y al trasero que desaparecía bajos los joggers.

Cuando Harry finalmente se dio la vuelta y llegó con dos platos llenos de huevos y salchichas, la luz reflejó algo desconocido sobre el pecho de Harry. Draco frunció el ceño, inclinándose hacia adelante y agarrando el brazo de Harry para tirar de él hasta que estuvo de pie a su lado.

—¿Qué pasó? —Harry gruñó confundido.

Draco había tardado demasiado en reconocer las líneas recién tintadas, cada una conectando una serie de puntos colocados justo sobre el corazón de Harry. Con la boca abierta, respirando fuerte, Draco se estiró y pasó las yemas de los dedos sobre el nuevo tatuaje, casi sin poder creer lo que veía. Al mirar a Harry, vio que tenía las mejillas rosadas y se mordía el labio nerviosamente, ojos ansiosos detrás de las gafas miraban a Draco.

—Esto... Esto es... —Draco respiró, mirando entre el rostro de Harry y el tatuaje. Harry se encogió de hombros. —¿Cuando lo hiciste?

—La semana pasada, —murmuró Harry.

—No puedo creer que no me di cuenta. —Draco negó con la cabeza en un movimiento brusco. —¿Por qué no me lo enseñaste?

—Pensé que tú... —Harry se interrumpió, rascándose distraídamente su firme abdomen, su rostro todavía rojo. —No sé, es que-

—Soy yo... —dijo Draco, poniéndose de pie lentamente y presionando contra él, su propio rostro ruborizándose. —Es... Draco.

—Sí, Draco la constelación, —espetó Harry, como si pensara que Draco era realmente estúpido. —Porque te amo. —añadió de repente y Draco sonrió sin poder evitarlo a pesar del ceño fruncido instalado en su rostro.

—Y yo te amo, —respondió, colocando su palma sobre el tatuaje y acariciando la mandíbula de Harry. —Aunque no tenías que hacerlo... ¿Dolió?

Harry sonrió. —Has visto cuántos de estos tengo, ¿no? —Y luego, besando la nariz de Draco, —No, no dolió. Para nada.

—En serio me encanta, —admitió Draco, incapaz de dejar de pasar el pulgar por el tatuaje.

—¿Sí?

—Sí. Es oficialmente mi favorito.

Harry se rió y ambos se sentaron para desayunar, Draco mirando sin pestañear al otro lado de la mesa al hombre con quien todavía no podía creer que había tenido la suerte de acabar y pensando que ahora que Harry en realidad se había hecho un tatuaje por él, probablemente estaban pegados para siempre.

Porque los tatuajes son para siempre, ¿verdad?

El nido del hurón ᵈʳᵃʳʳʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora