2.- A veces es tan simple

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El abrir o cerrar los ojos supone un cambio de color, ya sea de día o de noche. Desde la perdida de padres, en cada onomástico, Mingjue me regala un entrenamiento privado, sable contra sable, y después de ser vilmente derrotado me entrega algún presente que fortalezca mi vanidad. Supongo que el cuerpo magullado es el precio razonable para los extraños y preciosos artefactos que me regala. Así pues, las linternas multicolor tendrían que iluminar tenuemente mi habitación por siempre, pero no consigo ver nada.

No sería fines de otoño si el viento no fuera violento. Los golpes en las paredes de madera hacen rugir toda la habitación. Ya no soy el niño asustado que corre a los brazos de su hermano mayor por cada nimiedad; sin embargo, el abrir y cerrar mis ojos sin ver nada empieza a inquietarme.

Recuerdo lastimarme la espalda, no los ojos. Mi chistecito con Jiang Cheng me va costar un inolvidable e inaguantable Mingjue enojón, estoy seguro que no se cansara de reprenderme y además le servirá de excusa para que entrene más horas al día. Quizás hasta me programa clases privadas, lo que no estaría nada mal. Chocar sables de metal y después sables de carne no me vendría nada mal.

El calor se concentra en mis mejillas, me estoy sonrojando descaradamente.

—¡Uhmmg!, Mingjue —me atrevo a susurrar de manera suave y sugerente.

—Huaisannnnng

Mingjue está en la habitación, a mi lado. El cómo pronuncio mi nombre me indica una sutil amenaza, seguro está observando mis mejillas sonrosadas. Me causa gracia. Él está dentro de mí, dentro de mis pensamientos; me conoce tan bien.

—Minnng-jue —suspiro melosamente e ignoro su enfado como ya he hecho en otras ocasiones.

—¡Huaisang! —la severa voz explota. Me lo imagino golpeando la mesa, pero supongo que solo se limita apretar los puños; los beneficios de estar destrozado, lastimado, tendido en la cama.

—¿Mingjue? —Escucho otro gruñido y continuo— ¡Oh, mi adorable Mingjue!

Mis manos inquietas buscan su contacto así que extiendo los dos brazos como si fuera una mariposa revoloteando. Me atravieso con un par de rodillas flexionadas y las acaricio lenta y suavemente.

Yo siempre, siempre, siempre... mil veces siempre soy entregado a la causa si se trata de Mingjue.

—Joven Nie, su hermano está un poco más a la derecha —dice una voz divertida.

Aparto mi mano como si aquellas rodillas me quemaran. Me quedo en completo silencio, acongojado. Los dientes de alguien están tronando. Toco mi boca por si fuera yo quien involuntariamente provoca tal ruido y entro en cuenta que llevo una venda alrededor de los ojos, aprieta de tal forma que es imposible quitársela.

—¡Agh! ¡No! —Intento moverme y entonces soy consciente de que estoy boca abajo. Hay algo inmensamente pesado que me impide levantarme.

Eso es todo. Me encuentro el doble de inquieto que antes.

Los dientes siguen tronando y no dicen palabra alguna. No puedo quitarme la maldita venda. Por si fuera poco, siento algo moviéndose en mi espalda, arrastrándose por cada centímetro de mi piel que curiosamente no duele.

¿Qué demonios está pasando?

Mis manos se agitan violentamente, cansado de sentirme atrapado. Quiero rascarme la espalda, lo intento y a los pocos segundos me detengo. Juro haber sentido algo viscoso y con vida, ¡con vida!

—Huaisang no te muevas —ordena mi hermano.

—Mingjue —Muevo mi mano deslizando los dedos por el frio piso de madera, en busca de su encuentro— ¡Mingjue! —reitero agitado esperando que me agarre la mano.

¿Debo ser tu omega?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora