Promesas de sangre

Una oferta tentadora

Una oferta tentadora

Nuestro amigo empezaba a abrir débilmente los ojos. Sentía la cabeza como si le fuera a estallar. Lo último que recordaba era una copa tracia, después de eso lo recordaba todo negro. Ahora se encontraba atado de mano y pies en lo que parecía un sótano muy lúgubre. Le habían rajado su disfraz para ver lo que llevaba y ahora sentía el frio suelo en el pecho. Rodó sobre sí mismo para colocarse boca arriba, una vez lo consiguió trató de colocarse encontrar la pared o una superficie sólida donde poder colocar la espalda. No tardó en encontrar lo que al tacto podían ser unos barriles. Se arrastró como pudo hasta poder sentarse con la espalda apoyada.

Estando más cómodo trató de buscar alguna luz por débil que fuera pero no la encontró. Una parte de él se arrepentía de haber aceptado tal misión, pero otra conocía su importancia. Lo que le había quedado claro es que los búlgaros eran un pueblo muy rudo, lo que le alegraba mucho.

Forcejeo un poco con sus ataduras de las manos y los pies, con la vaga esperanza de que hubieran cometido algún error al atar pero era inútil, estaba muy bien atado y solo le quedaba una solución muy dolorosa.

- Odio tener que llegar a esto.

Cogió con la boca cogió un trazo de su ropa y lo mordió con fuerza. Respiró hondo antes de dislocarse la muñeca. Se escuchó un fuerte crujido seguido. El dolor se le hizo insoportable, no puedo evitar morder con fuerza sus ropas, las venas de su cara se hincharon de tal manera que parecía que fueran a estallar. Por suerte el dolor solo duró un momento y pudo liberarse de las cuerdas que le ataban las manos. Después de colocarse de nuevo la muñeca su fue a aflojarse la de los pies. Aún a oscuras no le supuso ningún reto, sus años le habían otorgado muchas habilidades. Una vez libre de sus ataduras trató de encontrar la puerta, su recorriendo las paredes con las manos hasta dar con ella por desgracia estaba cerrada desde fuera y le sería imposible salir, de modo que esperó sentado que vinieran a por él. Durante el tiempo que estuvo esperando meditó acerca de lo que iba a decir para convencerles de sus buenas intenciones. Gracias a su astucia había conseguido encontrar y convencer a Viktor Petrov uno de los comandantes y antigua mano derecha de Ivaylo pero ahora debía hacerlo con el resto de los líderes. Viktor le dijo que estaban todos en Tarnovo, capital de Bulgaria, pero que fuera precavido habían tenido muchas detenciones debido que en gran medida a soplones, motivo por el cual había decidido permanecer lejos un tiempo.

Koke sabía que las cosas no pintaban bien para esa gente Ivaylo el antiguo zar fue un hombre de humildes orígenes que llevó a los suyos a enfrentarse contra los boyardos y la Horda de Oro. Gracias a su talento pudo hacerse con el poder, dando al pueblo derechos y libertades que según él lo debieron ser por el simple hecho de nacer. Por desgracia su mandato no duró mucho fue traicionado por una de los suyos Jorge Terter, ello le obligo a pedir ayuda a un khan mongol. Nogai antiguo enemigo suyo, Ivaylo pidió una tregua y en su cabaña se reunieron él, Nogai e Iván Asen el actual zar de Bulgaria. En medio de la reunión Nogai ordenó que mataran a Ivaylo. Para sus hombres fue un duro golpe pero lejos de abandonar decidieron emprender una guerra sin cuartel contra Nogai y el zar.

Al poco rato escuchó como unas pisadas venían hacia él. Volvió con cuidado de no darse con nada al lugar donde se había desatado y se puso las cuerdas en los pies aparentando que seguían atadas y lo mismo hizo con las manos. Escucho como abrían el candado de la puerta mientras esperaba tranquilo a entraron. Solo entraron Iván cogiendo un pequeño saco y su hijo que era quien portaba una antorcha. Antes de decir nada encendió las teas de las paredes. Agradeció tener algo de luz, ahora podía ver el lugar donde le tenían retenido, era una bóveda de piedra, estaba llena de barriles, cajas y una gran mesa al fondo.