IX

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Billy había regresado temprano ese día a su casa, Susan y Max estaban sorprendidas. Subió a su habitación y colocó música al volumen de siempre. él estaba cabreado, realmente cabreado. No solo por el hecho de que Steve fuera a tener una cita con una chica bonita sino por su propia forma de actuar. Estaba actuando como lo haría una novia celosa, como un dolor en el culo. Billy se sentía avergonzado de sí mismo.

No podía actuar de esa forma, no tenía derecho de hacerlo. Steve y él solo eran amigos. Él debía apoyar al castaño y alentarlo en lugar de estar lloriqueando como una quinceañera.

Pasó como dos horas divagando de un extremo al otro de su habitación, pensando si no sería tan estúpido irle a pedir perdón a Steve. Billy lo aceptaba, había actuado de forma incorrecta, había enloquecido por algo tan insignificante.

Tiempo atrás, él nunca se hubiera preocupado por nada ni nadie. Pero esta vez era diferente, Steve era alguien significativo en su vida, era impredecible no preocuparse por el castaño. Pero la cosa era que no estaba seguro si sentía preocupado por el bienestar del castaño saliendo de noche o por le hecho de que alguien fuera a ocupar el lugar que él tanto anhelaba en la vida de Steve.

Billy se hartó de pensar y hacer ideas erróneas en su cabeza.

Caminó hasta la casa de Steve, esperando que el castaño estuviera en casa, preparando un discurso en su propia mente mientras caminaba.
Sus manos estaban temblando cuando tocó el timbre de la casa, se sentía como un día después de resaca, un gran revoltijo en su estómago y su frente sudaba.
Bastaron solo dos toques del timbre para que Steve abriera la puerta, mirando a Billy completamente sorprendido.

-¿Qué estás haciendo aquí? Estoy muy seguro que me mandaste al demonio.

-No, te mandé al infierno -aclaró- ¿P-puedo entrar p-por favor? -tartamudeó.

Steve asintió y lo dejó entrar con una expresión de tristeza en su rostro.

Una vez que ambos estuvieron dentro, el castaño cerró la puerta y con temor se giró a ver a Billy.

El ojiazul estaba por mearse los pantalones, volvía a sentir los nervios y la ansiedad calarle los huesos. Se sentía paranoico y avergonzado.

¿En qué clase de situación se había metido? ¿Cómo había podido terminar de esta forma con Steve? ¿Por qué no solo cerrar la boca cuando Steve le contó de su cita?

Habían muchas incógnitas que debía responderse así mismo, pero ahora, Steve era quien merecía y esperaba una respuesta ante su horrorosa forma de actuar.

-Solo vine aquí para decirte que no quiero pelear contigo, en realidad no quiero hacerlo -el tono de voz de Billy se escuchaba roto y también desesperado.

-Yo tampoco -Steve tenía una expresión facial pacífica como siempre.

-Tienes que entender que solo quiero que estés a salvo. No quiero que nada malo te suceda. Ir tú solo de noche y nevando no creo que sea una buena idea -negó con la cabeza- Y sabes, no puedes enojarte conmigo por querer que estés bien. Puedo decir que estoy siendo ansioso, sabes... pero me duele demasiado... -Steve podía observar toda la sinceridad con la que el rubio estaba hablando.

Steve le brindó una de aquellas sonrisas que hacían que el corazón de Billy se calentara- No estoy enojado contigo.

Steve se acercó a él, tratando de hacerle saber que podía tranquilizarse y dejar todo atrás pero Billy parecía vomitar palabra tras palabra, confesión tras confesión.

-Es solo que, eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo y no quiero que nada malo te pase. No he probado ninguna clase de droga desde que llegaste a mi vida, ni en un millón de años hubiese pensado que haría eso. Haz echo tanto por mi y yo lo único que quiero hacer es cuidar de ti así como tu lo has hecho conmigo. Por favor no te enojes conmigo, por favor.

El californiano tenía una actitud doliente, estaba afligido. Sus ojos mostraban lágrimas que se negaban a salir y preocupación por el de orbes cafés.

-Lo siento -murmuró el castaño apenado, observó a Billy y colocó su mano en su hombro, estando ambos frente a frente. Soltó una pequeña sonrisa- Eres un desastre, ¿lo sabías?

-Tu también -el rubio le devolvió la sonrisa respirando con más tranquilidad.

-Odias a todo el mundo menos a mi, gracias por eso -Steve una sonrisa soñadora en sus labios y un brillo profundo en sus orbes cafés era la cereza del pastel.

No hacía falta más que eso para que el rubio de mostrara con valor. En una rapidez increíble, tomó el rostro con lunares en sus manos y juntó sus labios con los de Steve.

Steve estaba estupefacto, no se movía y abandonó aquel tacto de sus hombros. Billy lo sabía, había jodido todo. Él realmente se había cagado en todo. Había arruinado aquel lazo amistoso que habían construido arduamente.

Era demasiado tarde, su madre tenía razón, siempre la tuvo. Él tenía ese mal hábito de actuar antes de pensar. Oh, Billy realmente deseaba haber escuchado todas esas veces a su madre para evitar esa desastrosa acción.

Cuando se separó, Steve parecía estar congelado, no tenía aquel brillo ni aquella sonrisa que lo hacía volverse loco. Billy había sido tan bueno para poder leer el rostro de Steve, pero esta vez se le hacía imposible y las emociones que estaba sintiendo por todo su cuerpo no ayudaban en nada.

-Disculpa, debería irme.

Billy salió de inmediato, Steve tampoco hizo algo para detenerlo. Él quería llorar, llorar de furia y odio así mismo.
Su padre tenía razón, él era un maldito caso perdido, un arruina vidas y esta vez había conseguido arruinar la suya.

Let my baby stay (Harringrove)Where stories live. Discover now