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Los días lluviosos eran los mejor manera de recordar que estamos vivos, el agua que choca contra nuestros cuerpos y que al poco tiempo ya te encuentras bañado por las gotas que caen del cielo, te recuerda que todavía sigues en este mundo, que no te has ido, o así lo pensaba Itona Horibe, mientras la ventana del auto negro se empañaba por el frio que hacia en el lugar, el chico peliblanco solo pensaba en como terminó aceptando ir a rehabilitación.

Si, se podria decir que su estado mental no esta bien pero aun así veía innecesario ir a rehabilitación por un trauma el cual creía superado, pero verdaderamente ni siquiera podía dormir sin tener pesadillas con los recuerdos que le atormentaban cada dia.

Gracias a este problema, casi no dormía, en la noche solo lograba dormir como mínimo 3 horas y eso se veía reflejado en su apariencia, el de por sí era una persona muy baja de estatura y delgada de contextura, haciendo su aspecto más lamentable.

Traía unas terribles ojeras bajos sus ojos, los cachetes mas hundidos debido a que casi no tenía apetito, así como su clavícula se notaba más, en sus muñecas y tobillos tenía unas vendas blancas que tapaban sus heridas hechas por el mismo.

Ese día se decidió vestir una camisa blanca con un suéter negro tapando sus muñecas y protegiéndolo del frío, para la parte de abajo, unos jeans muy sueltos, con unas botas que tapaban las vendas de sus tobillos. Traía una pulcera negra muy simple por encima de suéter.

El auto negro ya estaba dando la vuelta a la calle para llegar a su destino, el hospital de rehabilitación más grande de todo Japón. Itona se fue preparando y sacó su paraguas de su mochila, el auto se estaciono y el conductor procedió a salir del vehículo, Itona imito su acción y salió del auto lo más pronto posible y con el paraguas en mano empezó a caminar hacia la puerta principal del edificio.

El edificio era como un hospital común solo que cinco veces más grande, se podía ver al menos diez pisos, la fachada del hospital era color gris blanquecino, al entrar por la puerta principal se puede diferenciar el característico olor de hospital con un toque pequeño de aromatizador de vainilla.

-Vengo a dejar a mi hijo por su rehabilitación, su nombre es Itona Horibe lo registre la semana pasada-dijo el conductor del auto que lo trajo aquí, que por cierto era el padre de Itona, a la recepcionista del lugar

-Si está registrado, yo le voy a mostrar la habitación me podría acompañar-le respondió la señorita recepcionista, mirando la computadora que había que tenia al frente, la mujer era joven, unos 20 años estimó Itona pero vestía como una señora mayor, seguro es el uniforme del hospital pensó el peliblanco.

-Ven Itona, te voy a mostrar tu cuarto-dijo su padre con aire amistoso.

-Ya voy-respondió secamente el peliblanco a lo que dijo su padre.

Entre los tres se dirigieron a un pasillo muy largo y con mucha iluminación, en el camino Itona se encontró con muchas personas pero ninguna llamo su atención, solo siguió al par de adultos mientras miraba al piso para evitar hacer contacto visual con algún paciente.

Siguieron dando vueltas y hasta llegar a la habitación 201, del pasillo B, la recepcionista sacó un manojo de llaves de su bolsillo derecho y escogió una dorada con un sticker pegado con el número 201, abrió la puerta y no se sorprendió con lo que encontró en el interior.

Era la habitación más simple que había visto en toda su corta vida, la habitación era pequeña pero muy espaciosa, se podía ver una cama para una persona, una mesita de noche pequeña, al frente de la cama un escritorio y unas ventanas donde se divisaba la terrible lluvia que seguía afuera.

Dejó su mochila en la cama y la mujer le entregó una maleta con algunas cosas que el hospital administraba a los nuevos pacientes. No la abrió, no le daba curiosidad, estaba pensando que haría cuando su padre se vaya, creo que lo primero sería recorrer el lugar y ver si encuentro algo interesante.

A mi me gusta la lluvia y a ti?  (Gakuito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora