Nyx y el caos

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La noche de navidad, un momento armonioso donde la familia se reúne en una mesa enorme con comida y con el espíritu navideño reinando en paz dentro del hogar

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La noche de navidad, un momento armonioso donde la familia se reúne en una mesa enorme con comida y con el espíritu navideño reinando en paz dentro del hogar. Sin duda la postal perfecta de una película de navidad, pero este no era el caso de los olímpicos a la hora de celebrar la tan afamada noche buena. En el enorme salón del olimpo se encontraban reunidos una gran multitud de dioses y titanes, con elegantes peinados, vestidos y trajes acorde a la ocasión. Los ojos de muchos no se despegaban del atrevido atuendo de Afrodita, otros hablaban de lo buena anfitriona que estaba siendo la temperamental Hera, y unos pocos murmuraban acerca de la repentina desaparición de Zeus, persiguiendo a una ninfa.

Pero a nadie le importaba menos todo aquel asunto que a la mismísima diosa Nyx, que observada a todos los invitados junto a su hija Styx, que tampoco le agradaba la fiesta. Todos sonreían y charlaban como si hablaran todos los días cuando en realidad nadie se acordaba de la mayoría de las personas que estaban en aquella fiesta. Un montón de ególatras juntos en un mismo salón no es una fiesta a la que todos quisieran ir, pero allí estaba la diosa de la noche bebiendo de su copa de ambrosía y saboreando el néctar de los dioses.

–Menudo teatrito se están montando aquí. –De la nada apareció la diosa Eris con un elegante vestido de color esmeralda, una abertura en la pierna derecha, un profundo escote con tirantes finos que se cruzan en su espalda que estaba al descubierto.

–¿De qué hablas, Eris? –cuestionó la diosa de la noche, posando sus oscuros ojos sobre la diosa del caos que sonrió de manera maliciosa y cómplice.

–Hablo de que todos están actuando que se llevan bien cuando la mayoría se detestan o han tenido problemas, comenzando con Hera y las amantes de su marido –señaló la diosa con el mentón. Al otro lado del salón la reina del olimpo reía a viva voz con Deméter. Una de las amantes de su marido y con la cual procrearon a Perséfone, fue un escándalo en el panteón y la reina Hera estaba colérica–. Y Poseidón y Atenea con su pelea por la isla de Atenas. –La diosa del caos ladeó la vista, observó a los susodichos charlando animadamente.

–Es navidad, noche de amor y paz –murmuró la diosa Nyx, contemplando nuevamente el panorama con gesto aburrido. Ella tenía sus propias fiestas en el inframundo, que sin dudas eran mucho mejores que las reuniones de estirados ególatras. Solo estaba en aquel evento porque Hera le mandó una invitación con Iris, pidiendo que los acompañara en navidad. Un evento totalmente ridículo para la diosa Nyx, pero no quiso ofender a Hera. Ella estaba allí con sus hijos y esposo, que andaba perdido por algún lugar.

–Ja, noche de paz de seguro que no pasara –respondió riendo la diosa del caos siendo observada por Nyx, que miraba con buenos ojos las intenciones malévolas de Eris.

–Contigo como invitada no me esperaba menos, querida Eris –habló la diosa de la noche alzando su copa de ambrosía–. Salud por una noche buena de caos. –Las dos diosas chocaron sus copas, a su festejo se unió una tercera deidad. La diosa del odio estaba sonriendo por las palabras de su madre y de la otra diosa.

Algo que la diosa Nyx no tuvo en cuenta es que Eris es la diosa del caos y nunca se sabe qué puede hacer. Las tres diosas bebían ambrosía con ganas, fueron interrumpidas por una campana que anunciaba que la cena de Nochebuena ya estaba lista. Todos los dioses y titanes caminaron a la larga mesa que ya estaba preparada para recibir a la cantidad de invitados. Zeus tomó asiento en una de las sillas, como si nadie hubiera notado su ausencia. Hera se sentó junto a él, fingiendo no enterarse de nada. Nyx rodó los ojos y se sentó en su puesto con su marido, junto a otras divinidades del inframundo. En cuanto a los seres del submundo, los dioses olímpicos los marginaban un poco por ser "malvados", cosa en que su mayoría no era cierto.

Hestia había preparado un enorme banquete para alimentar a todos los invitados y hasta se podría decir que más. Las ninfas sirvieron los platillos de entrada y no tardó mucho para que el ambiente se llenara del ruido de los cubiertos. Eris, que no perdió el tiempo, se preparó para que la diversión comenzara, y viendo de reojo a Nyx ejecutó su plan. Llevó una copa de ambrosía a su boca pero en un descuido deliberado la copa rodó de sus manos y terminó por derramarse en la ropa de Érebo. El dios de la oscuridad se levantó furioso de la mesa y Eris fingiendo torpeza, intentó ayudarle y, al hacerlo, quedó al descubierto lo que escondía el dios debajo de su camisa.

Marcas de rasguños que no aparentaban ninguna pelea.

Nyx al ver eso se levantó furiosa, ya no le importaron las etiquetas o el verse bien ante los olímpicos. De un solo golpe dejó a su marido sentado y con una furia inmensa el cielo del mundo entero comenzó a quedarse sin estrellas. La Nochebuena estaba corriendo peligro por el enfado de la diosa que luchaba por no matar a su marido en aquella mesa.

–Eres un... –la diosa se contuvo de gritar una barbaridad mayor al ver como Eris se estaba muriendo de risa. Enseguida comprendió por qué Eris fue a hablarle justamente a ella de Caos, en medio de una celebración tan aburrida como lo era la navidad para Nyx. Eris fue la que se acostó con su marido y ahora estaba burlándose de haberlo hecho.

La diosa se abalanzó sobre Eris que se sorprendió del ataque. Ares enseguida salió en rescate de la última. Nyx, que es una de las primordiales, es la diosa más poderosa dentro del panteón y de todos los que allí se encuentran. Obliga al dios de la guerra a que la suelte, y este, dudando, lo hace. Nyx recobró la compostura y alzó su copa de ambrosía mirando a todos los presentes.

–Feliz navidad para todos. –Bebió un trago de su copa y luego desapareció, volviendo al inframundo. Su amado hogar en un mundo donde todos le temen y guardan respeto. Ella es una reina en su propio mundo y no necesita de ningún rey para sentirse plena.

En su castillo, en un recóndito lugar de esa inmensa oscuridad, había algo que rompía con la lobreguez, iluminando con luces de colores. Un enorme árbol de navidad, con guirnaldas y coloridas luces. A Nyx le gustaba la festividad, lo que ella aborrecía eran las hipocresías de los dioses al juntarse en una cena y simular que se llevaban de maravilla. Hizo un movimiento con la cabeza y devolvió las estrellas al mundo y se sentó frente al árbol. Debajo de este se encontraban muchos regalos, y entre ellos los pocos de los humanos que aún le rendían culto.

Abriendo uno de sus regalos, Nyx miró el árbol de navidad sintiendo la paz y la armonía. El caos no siempre era lo mejor para huir de una situación, pero ella se sintió feliz de estar en su casa, junto a su árbol. Nyx no volvería a confiar en la diosa del caos. La diosa de la noche crearía su propio caos por sí sola.

Antología "Navidad entre dioses"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora