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Operativo No Autorizado [Parte 2]

Antes de continuar leyendo, te recomiendo leer "Operativo No Autorizado [Parte 1]", ya que este capítulo es la continuación.

Dicho esto, te dejo con la lectura:

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Ver a Volkov mientras dormía se había convertido en uno de sus pasatiempos preferidos. Su mandíbula estaba contraída y su entrecejo se fruncía de vez en cuando. Procuraba no hacer ruido y contenerse para no tomar su teléfono móvil y hacer trescientas fotos para conservar aquel momento en un lugar diferente a sus retinas, pero sabía que si movía un solo músculo lo despertaría. Viktor era de sueño ligero, cualquier movimiento podría arruinar su descanso.

Era sábado, su día libre, pero aun así Horacio no había conseguido pegar ojo en toda la noche. Eran tantas las ocasiones en las que no lograba conciliar el sueño que había olvidado lo que era tener un descanso de calidad. En un arrebato de sinceridad, se lo confesó a Volkov, pero él le dijo que le restara importancia, que era algo habitual y que muchos de sus compañeros soñaban con secuestros, atracos fallidos y asesinatos. También se lo comentó a su hermano Gustabo, aunque él mismo reconoció que nunca había tenido ningún problema de ese tipo y que él lograba desconectar del trabajo cuando salía de servicio.

Se levantó de la cama y fue directo al armario. Tomó toda su indumentaria de policía y la metió en la lavadora. También aprovechó para hacer algunas tareas, sabía que Volkov le gustaba el orden, pero que apenas tenía tiempo para ponerse a limpiar la casa y aunque él tampoco podía presumir de tiempo libre, sentía que tenía el deber de quitarle un peso de encima a su pareja. Una hora más tarde, dedicó un rato para prepararse su próximo modelito. Estaba a la espera de que Gustabo le propusiera algún plan, pero tenía que sorprenderlo con su nuevo atuendo.

—¿Qué estás haciendo? Anda, vuelve a la cama. —Masculló con un hilo de voz.

Horacio pegó un brinco y volteó de golpe hacia la cama. Volkov gruñó perezosamente y se acurrucó un poco más en su lado del colchón, adueñándose por completo de la sábana. El de la cresta cerró el armario y se sentó a los pies de la cama.

—Creía que estabas dormido. —Se disculpó.

—Y lo estaba, ahora ya no lo estoy. —Contestó secamente.

Seguía molesto por lo ocurrido, no hacía falta que se lo dijera. Aunque el ruso respondiera de manera cortante a todo el mundo, sabía distinguir cuándo estaba enfadado de cuando pretendía sonar serio.

Tomó una bocanada de aire y le preguntó:

—¿Todavía sigues enfadado? Creí que lo solucionamos en la cama. Vamos, eso me diste a entender ayer cuando me embestiste contra el cabecero.

—Lo de ayer fue una cagada en toda regla, me sedujiste y bajé la guardia. —Reconoció—. Horacio, creo que no eres para nada consciente de la situación y de lo peligroso que fue lo que hiciste.

—¡Claro que lo era! Pero, ¿qué querías que hiciera? ¿Qué saliera corriendo y dejara a un alumno solo? Creía que éramos una familia, Volkov.

—Mi única familia. —Matizó incorporándose un poco—. La única familia que me queda ahora mismo, eres tú. Y nadie se preocupó por ti. Si no hubiera informado personalmente al superintendente, nadie hubiera acudido al QRR.

Negó con la cabeza, no quería creerle. Desgraciadamente, ya no solo eran las ocurrencias de su hermano Gustabo. En parte, Volkov le estaba dando la razón.