Azul

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Azul

Azul.

Por alguna razón los días después de hablar con Emma Govert siempre se sentía azul. La luz que entraba por la ventana esa mañana era especialmente azul y las sabanas eran tan azules como el cielo, era casi como si alguien hubiese decidido tirar un bote de pintura y cubrirlo todo. Su cuerpo se sentía pesado. ¿Qué hora era?

Azul. Azul. Azul.

El rubio sintió la mano de Antonio en su hombro y los labios del moreno en su nuca y, de repente, pinceladas de amarillo por todos lados.

-Es temprano, vuelve a la cama- musitó el moreno, volviendo a besar su nuca suavemente.

Govert dejó que Antonio lo volviese a envolver en mantas, que llevase su cabeza hasta su pecho y hundiese sus dedos morenos en su pelo. El neerlandés escuchaba el ritmo del corazón del otro chico, era como una melodía, y su respiración era tan suave que Govert se olvidó por completo del azul. Ahora todo era amarillo. Y castaño. Y cálido.

Antonio agarró la mano de Govert con la mano que no estaba entretenida en su aún suave pelo sin engominar.

- ¿En qué piensas, Marie Dekker? - preguntó Antonio con su voz ronca.

-En ti- contestó Govert.

Ninguno de los dos se movió más de lo que lo estaba haciendo antes de que las palabras que había dicho saliesen por la boca del rubio. Algo revoloteó en el pecho de Antonio. Era la primera vez que Govert le decía lo que se le pasaba por la cabeza. Esas dos palabras se sintieron como cuando se abría una persiana lo suficiente para que pasasen unos tenues rallos de luz. Tenues porque Antonio sabía que había algo que no le estaba contando, pero no presionó porque entre sus brazos Govert parecía pequeño y vulnerable y el moreno no tenía la fuerza de aprovechar ese momento para pedir respuestas.

-Yo también – dijo Antonio antes de apretar la mano de Govert y añadir: -. Últimamente, siempre en ti.

Govert no dijo nada y Antonio acarició el puente de la nariz del rubio con cuidado.

- ¿Estas bien? - preguntó Antonio con tanta delicadeza que por unos instantes sus palabras parecían hechas de cristal.

El rubio giró su cabeza, acomodando su cuerpo en una nueva postura en la que podía mirar a Antonio a los ojos.

-Sí.

Mintió.

Antonio lo vio en sus ojos, incluso sabía que Govert había notado que se había dado cuenta, pero no comentó nada, había algo que el otro chico tenía que curar dentro de él, pero se lo contaría cuando estuviese listo.

-Ven aquí. -le indicó Antonio señalando el hueco vacío a su lado -. Quiero ser la cucharita grande.

Govert hizo un sonido, que, si no fuese por la ligera sonrisa que había aparecido en sus labios, Antonio se habría tomado como que estaba molesto. Govert se incorporó un poco y Antonio le besó antes de guiar su cabeza hasta su brazo y envolverlo con sus brazos y piernas.

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-Si creías que yo podía pensar que Govert era el mayor capullo es porque no te he hablado de Alfred.

Antonio abrió la boca para llamarle la atención a la bielorrusa por llamar capullo al mismo hombre al que él había estado besando esa misma mañana, pero lo único que salió de su boca fue:

- ¿Alfred? ¿El que tiene hora con Govert?

- El mismo. Es un bocazas, incapaz de callarse, te va a tocar aguantarlo a ti, porque yo ya he acabado mi turno- contestó Natalia, echándole un vistazo rápido a sus uñas.

El Lago De Los Nenúfares (NedSpa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora