Reducido a añicos

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Reducido a añicos.

Govert no pudo evitar que sus ojos se clavasen en el español en el momento en el que el moreno salió del ascensor. Tampoco pudo apartar la mirada, para no seguirle con ella hasta detrás de su mesa. No sólo porque su personalidad hacía imposible ignorarlo, sino porque la luz y la alegría que tenía ayer se había apagado.

-Buenos días -Antonio saludó a Natalia.

El neerlandés se equivocaba, no se había apagado, simplemente se había debilitado, las pequeñas ojeras y los ojos ligeramente hinchados que intentaba ocultar eran la prueba de eso, pero su actitud hacía los demás era igual que la de ayer. Les dedicaba una sonrisa sincera a cada persona que se acercaba a la mesa y los atendía en lo que fuese.

Él abrió la puerta de su despacho, dejó su chaqueta en el perchero y se sentó en la silla. Sobre el escritorio le esperaban un buen montón de papeles, pero menos de los que esperaba considerando que estaban a punto de cerrar el acuerdo para hacer una miniserie.

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-Tengo trabajo para ti. - Vash dejó una pila de papeles sobre la mesa, provocando que el hispano retrocediese ligeramente, arrastrando la silla de ruedas -Necesito que fotocopies todo esto y que después lo metas en una funda por capítulos, todas las páginas están numeradas así que no te debería costar mucho.

-Lo tendré para esta tarde- contestó Antonio en un tono suave, acercándose al escritorio y separando la pila de hojas por la mitad.

-Lo dejo en tus manos entonces. - Vash asintió, conforme con la respuesta del chico -Si tienes alguna duda ya sabes dónde está mi despacho.

Tras decir eso Vash dio media vuelta sobre sus talones y desapareció de la vista del español rápidamente.

Antonio se levantó de su silla, escuchando como las ruedas se deslizaban sobre el suelo de madera al ser empujada. La fotocopiadora estaba a un par de pasos de su escritorio, bajo una ventana, lo cual no creía que durase mucho ya que había oído a Govert mencionarle a Eva que iba a pasar un cable por la pared para que estuviese al lado del puesto de trabajo de Antonio.

El español aprovechó su nueva situación para mirar a Govert a través de la ventanilla de su puerta ya que no había corrido la persiana. Él hombre sujetaba con su mano izquierda un par de papeles mientras los leía atentamente, sin dejar de golpear suavemente con la yema de sus dedos la mesa de madera con su mano libre.

Antonio debía reconocer que Govert era atractivo, tal vez si las cosas hubiesen sido diferentes habría intentado ligar con él, pero después de lo que había pasado la noche anterior dudaba que el neerlandés llegase a interesarse por él.

Redireccionó su atención a la ventana, intentando apartar algunos de esos pensamientos de su cabeza. A diferencia de la lluvia que había golpeado con furia el cristal ayer, hoy la lluvia se deslizaba suavemente sobre él.

Aunque el tiempo se hubiese calmado, seguía lloviendo.

Eso es lo único en lo que había estado pensando Antonio desde que se levantó a las seis y cinco minutos en su fría cama. Sabía que tenía que levantarse e ir a su trabajo, no quería que lo despidiesen ya que algo dentro de él le estaba pidiendo que no defraudase a Emma. Además, con el nuevo libro en el que estaban trabajando su mesa estaba llena de cosas que debía hacer y tampoco podía hacer que alguien cargara con su trabajo.

Antonio empezó a fotocopiar todas las hojas. Lo único que se oía era el sonido de la fotocopiadora, el sonido de la lluvia contra el cristal y voces lejanas.

El Lago De Los Nenúfares (NedSpa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora