Creer

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Creer

-Buenos días- dijo Vash de una forma monótona y mecánica mientras Antonio colocaba su chaqueta y su paraguas en la entrada.

El español siguió con la mirada al suizo que ni siquiera se había dignado a mirarle. El rubio se adentró en una de las silenciosas oficinas sin darle la oportunidad de desearle los buenos días de vuelta. Por alguna razón los viernes ponían al rubio de mal humor.

Antonio creyó que había oído decir a Eva que la razón por la cual se ponía así era porque le gustaba trabajar. Recordaba cómo le había dicho, con su tintineante voz, a Natalia que no se sentía productivo cuando no estaba en la oficina.

El español se acomodó su pelo ligeramente húmedo y revuelto mientras se dirigía a su mesa. Por mucho que intentase llegar completamente seco a la oficina no lo conseguía. Lo había intentado todo, ir caminando al trabajo con cuidado, ir en autobús e incluso había cogido un taxi hace unos días, pero todo tenía el mismo resultado.

Agarró algunos papeles de los que estaban esparcidos por su mesa sobre el lanzamiento del libro de Femke y los colocó en el archivador cuidadosamente. Se había pasado la semana entera tramitando papeles para el libro de Femke y su cuerpo ya le estaba pidiendo un descanso.

-Buenos días, traigo café - Natalia salió del ascensor con una mueca parecida a una sonrisa en sus labios y colocó el vaso de corcho térmico sobre la mesa en forma de "L" y, tras giñarle un ojo a Antonio, se metió en su cubículo.

Parecía estar más contenta de lo habitual y se había arreglado más de lo normal; se había puesto un traje gris y una camiseta de cuello negra. Cuando metía una de sus manos en el bolsillo del pantalón, y hacía que la parte baja de la americana se deslizase por detrás de su mano. Parecía toda una mujer de negocios, incluso llevando deportivas lograba trasmitir esa confianza.

Antonio decidió que si ella no le decía la razón por la que estaba así antes de la una de esa tarde él le iba a preguntar.

Unos minutos más tarde apareció Govert.

En algún momento el motivo por el cual Natalia estaba tan contenta había pasado a un segundo plano, en ese instante Antonio no podía ver más allá de los ojos verde ácido del neerlandés que se habían clavado en él desde que las puertas de ascensor se habían abierto.

Es decir, aún le seguía picando la curiosidad, quería saber la razón por la cual la actitud de Natalia había cambiado repentinamente, pero eso, al igual que muchas de sus otras preocupaciones, desaparecía cuando el rubio aparecía en la sala.

En ocasiones se sentía estúpido por seguirle abiertamente con la mirada mientras el más alto cruzaba la sala. Aunque tampoco le importaba si el otro chico se percataba de ello, el moreno nunca había sido tímido y no tenía pensado empezar a serlo ahora.

Govert no era la persona más amigable con la que el español se podía cruzar en la oficina. El rubio parecía tomarse sus molestias para que no lo pareciese; mantenía una expresión amenazante incluso cuando estaba solo en su despacho, como si su expresión sumada a su constitución crease una coraza, pero Antonio tampoco lo conocía lo suficiente como para asegurar que esa era solo su armadura. Una cosa que sí tenía clara sobre el neerlandés era que era completamente opuesto a lo que siempre había buscado en un hombre, desde su olor a tabaco a su personalidad, todo en él era lo opuesto a lo que a Antonio siempre le había gustado, pero tal vez eso era lo que necesitaba.

-Necesito que fotocopies esto - Govert depósito un par de papeles que parecían un contrato sobre la mesa.

-Solo si me dejas invitarte a algo este fin de semana - sonrió Antonio agarrando el montón de papeles.

El Lago De Los Nenúfares (NedSpa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora