Capítulo 3

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Unos cazan leones, otros elefantes y yo, humanos. Recordé la primera vez que James me llevó a cazar, tenía tanto miedo que dije a mi presa de huir lejos de está región, me tomó por una loca, se dio media vuelta y siguió con su camino.

-¿Realmente le acabais de decir que se vaya? No habéis comido en semanas.

-¡No voy a matar a uno de mis ciudadanos! Seguramente habrá otro alimento que pueda servir.

Ningún alimento puede alimentarme excepto un corazón recién arrancado.

-Por el amor de Dios, si no matais morireis. Debeis alimentaros.

-Eso es imposible y lo sabéis.

-Lucy...-sus ojos estaban llenos de súplica y yo no podía resistirme a ellos.

-James no sabes cuanto te empiezo a odiar- resople y lo seguí en busca de un buen corazón.

Mi frase se repetía en mi cabeza, temía de que realmente lo odiara, al fin al cabo aquella era mi condena. Cada vez que nos besabamos aparte de las mariposas en el estomago, mi respiración se cortaba me faltaba el oxígeno y el mi amado James empezaba a llorar sangre. Estábamos destinados a vivir separados, cuanto más lo pensaba más se me rompía el corazón.
Tras varios intentos de matar, muchísimos intentos, y James harto de cazar a todas mis presas que deje libres. Llegué a la conclusión que tenía hambre, más de la habitual claramente. Tanta hambre que James me parecía una presa ideal, ya que como nunca podríamos estar juntos sería más fácil vivir sabiendo que estaba muerto en vez de saber que está vivo pero nunca será mío.

-James tengo hambre- murmure.

-Claro que la tienes, no la tendrías sí hubieras ya cazado a alguien- se giro hacia mí, sus ojos se agrandaron observandome.

-¿Qué pasa?-pregunté inquieta.

-Tus ojos... son totalmente negros, debes alimentarte.-miró alrededor en busca de una presa fácil, cuando la vio una sonrisa diabolica apareció en su hermoso rostro.

La observe, era una niña de unos tres años. Regordeta con los ojos de James, azul cielo, y su sonrisa diabolica. Todo se parecía a él, demasiado para ser una coincidencia. La miraba con ternura y malicia. Antes que me diera cuenta estaba encima de la niña con su corazón en mi mano derecha, su piel se volvió de porcelana, mire hacia su pequeño corazón ,ya no estaba. Lo había tragado sin ni siquiera darme cuenta. Empecé a llorar, James había desaparecido, me había dejado sola con un dolor imperial.

Puede que mi corazón sea oscuro pero seguía roto desde ese día, algunas noches había soñado con esa niña diciéndome él monstruo que era. Tan sólo que eso ya lo sabía.

-¿Conocías a aquella niña que maté?-no tuve que darle explicaciones James sabía perfectamente de que hablaba siempre.

-¿A qué viene esa pregunta?

-Me acabó de acordar de ella, se parecía tanto a ti que daba miedo.

-No, no la conocía y más bien se parecía a ti.-dijo seriamente.

-Tenía tus ojos, tú nariz, tú sonrisa diabolica.

-¿Bromeas? tenía tú pelo castallo, tus ojos color chocolate, era como si una parte minúscula de ti se separara al volverte oscura, dejando la inocencia fuera de ti creando otro ser.- se giro hacia mí mirándome directamente a los ojos- No conocía a esa niña pero te conocía a ti, o eso creía porque cuando te abalanzaste sobre ella ya no eras la misma, ya no eras mi Reina.-lo dijo con tanta cautela, con tanta verdad que por un momento, unos segundos olvide todo lo que estaba a nuestro alrededor, olvide las ganas de arrancarle el corazón.

-Deberíamos seguir- le dije sin apartar sus ojos de los míos- sigo teniendo hambre- mi voz poco a poco se volvía más suave, más normal.- y supongo que tú también.

-La verdad es que sí, y tengo que desfogarme si no explotare.-dijo mirando al bosque.

Matamos a algunos cazadores de la zona, James cazo más que yo, no se contenta con uno sólo, mató a dos senderistas extranjeros. Los enteramos todos detrás a unos metros detrás del castillo.

Los invitados empezaron a venir para el banquete el cual ya estaba preparado. James y yo estábamos en mi habitación cambiándonos.

-¿Qué narices me pongo? No pienso ponerme uno de mis vestidos, llevaban mucho tiempo sin usar, oleran a cerrado.-dije delante de el baul que tenía a los pies de mi cama.

-Puedes ir en ropa interior, no creo que ningún hombre proteste.- dijo James poniéndose una blusa blanca.- No puedo creerme que lo guardarás, quiero decir, nos acaba de salvar de que todo el mundo nos vea llenos de sangre pero no es que digamos algo importante.- dijo hablando de su camisa.

-No te dejé de amar al instante, y durante ese proceso me gustaba tener algo tuyo.

Se acercó a mi en un segundo arrollidanse a mi lado enfrente el baul.

-¿Eso quiere decir que dormías con ella pensando que era yo?- asentí- que todo lo oscuro me perdone por lo que voy a hacer.

Me tiró al suelo besándome como aquellas veces en las que nos besamos cuando no nos veía nadie. Me beso como esa noche de verano en mi cama. Me beso como si fuera la última vez que lo haría.

Todo su cuerpo encajaba con el mío por mucho que yo desmintiera cuando me lo preguntaban, una parte de mi seguía queriendo a ese chico de ojos azul cielo.

-¡James!- grite lanzandolo a la pared- ¡Ni siquiera pienses en volver a hacerlo!

-Oh nena sabes que lo acabas de empeorar- volvió, pero está vez me lanzó a la cama, subió encima de mi y volvió a besarme, al principio cerré mi boca pero no me podía resistir a sus besos.- Dios... como te he echado de menos- susurro.

Lo calle dándole un beso, sabía que aquello iba a acabar mal, al principio pensamos que a ser rechazados por Dios podríamos follar sin sentirnos mal, el problema era que cada
vez que follabamos, que era genial, nuestros poderes augmentaban haciendo que más de una vez en medio polvo nos encontramos en medio de la sabana por culpa de mis poderes y James no podía controlar su velocidad.

-Para James- dije jadeando- sabes que no podemos.- me miro otra vez a los ojos.

-Querida lo tengo todo controlado.

No tuve tiempo de decir que yo no cuando el empezó a meterme mano, aquello era mi perdición, Bueno sí apareces en medio del banquete no pasará nada, la gente se iría y arrunarias la boda de tú hermana, matas dos pájaros de un tiró, pensé. Pero al llegar al orgasmo no aparecimos en el banquete sino en la mesa de alguna casa de un cazador, y al escucharlo decir:

-Por lo que más quieras hija tapate.- mi corazón se paró.

Reina de EscociaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora