Capitulo 12

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Luego de la visita al Callejón Diagon y de haber cubierto todo los pendientes y Comoras necesarias antes de volver al colegio, Phoebe paso un mes mas de trabajo con sus deberes muggles. Ahora que Maximus ya estaba al tanto de la vida de Phoebe y la existencia de la magia, era todo mas sencillo, dado que ya no había nada que ocultar así que podía dejar de ser tan cuidadosa con las cosas del colegio y tampoco preparaba psicológicamente a sus padres para que no se les saliera ninguna chorrada frente al muggle.

El resto del mes no volvió a ver a los Weasley ni a Harry, pero se escribía casi a diario con este último, algunas veces se colaba la letra irregular de Ron, y de vez en cuando Harry agregaba uno que otro comentario que los gemelos decían acerca de ella.

Todo iba genial, y eso Phoebe lo agradecía enormemente, tan solo esperaba con ansias el día en el que pudiese decirle la verdad al azabache, porque con cada carta que se escribían, más se encariñaba con él, y sentía su pecho calentarse cada vez que se imagina como seria poder decirle a Harry sobre la verdad de su familia.

La mañana del 1 de septiembre llego tan pronto como cierta pelinegra esperaba, y no eran ni cerca de las diez de la mañana cuando la pequeña gryffindor ya estaba esperando en la isla de la cocina, vistiendo correctamente un pantalón recto claro, un suéter tejido color amarillo suave y debajo de este llevaba una camisa blanca, dándole una apariencia madura y tierna. Mientras que en sus pies llevaba unos converse blancos que usa con todo para todo tipo de ocasiones.

Su cabello oscuro durante el verano había crecido unos cuantos centímetros, realmente no eran tan notorios y los señores Winter no veían la diferencia, pero Phoebe afirmaba y se aferraba a la idea de que si había crecido un poco su cabello; ella ahora es alumna de cuarto grado y en pocos días dejaría de ser una niña de trece años, y como cada años, un nuevo comienzo escolar la llenaba de ansias y se moría de ganas por comenzar en cuanto antes con las clases.

Frente a ella sobre la encimera de la isla había en un plato blanco un sándwich a medio comer y lo acompañaba con un simple vaso de jugo de naranja, nada muy espectacular, ¿Cómo podría? Phoebe sabia que en cuanto pusiera pie dentro del tren estaría esperando por la señora de los dulces.

Era muy temprano aun para partir hacia Londres, dado que este años habían decidido no viajar de noche por unas complicaciones que tuvieron Grace y Travis con todo el escándalo del nuevo comienzo de semestre en la universidad de Oxford.

—¿y si llego tarde? – había preguntado la pelinegra la noche anterior cuando creyó que como todos los años, se irían por la noche a Londres, llevándose la sorpresa de que esta vez irían de mañana.

—Bueno, pues mala suerte. – fue lo que respondió Travis a su hija, no haciéndole mucha gracia a la menor.

Así que ahí estaba ella, sentada a espera que sus padres por fin terminaran de vestirse, ya eran las ocho con cuarenta de la mañana, se hace un poco mas de una hora de camino, pero si salían tarde seria imposible llegar a tiempo por el tráfico que se hacía. Por lo que cada dos minutos checaba el reloj de la cocina, y con cada minuto que pasaba se preguntaba a así misma porque sus padres eran como dos niños pequeños que se tienen que estar apurando.

—¿¡Les falta mucho!? – pregunto en voz alta esperando a que se escuchara por toda su casa.

—No hace falta que grites, niña. – respondió Grace entrando a la cocina aun acomodándose el cabello en una coleta de caballo.

—Si, ¿Qué van a creer los vecinos? – comento Travis, quien a diferencia de su esposa, ya venia completamente bien arreglado, incluso irreconocible, tomando en cuenta que durante todas sus vacaciones estuvo vistiendo pantalones de mezclilla y camisetas informales de las distintas bandas de rock que él disfruta.

SEMPITERNO | I | FRED WEASLEY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora