Sentimientos

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Su semblante no era tenso, pero si sereno, sus manos ocultas en los bolsillos de sus pantalones y una postura muy relajada. Aun así no apartaba la mirada de ella, ¿Cómo leer su rostro? Sus ojos destilaban comprensión, pero la ligera mueca de su boca decía inquietud y nerviosismo.

Elizabeth relamió sus labios ansiosa, trago saliva atreviéndose a apartar la mirada de la penetrante esmeralda.

-Merlín ya...- vacilo un poco.

-Me dijo todo, Elizabeth- avanzó hacia ella colocando sus brazos detrás de su nuca -Creo que en parte es mi culpa, estuve tan distraído y lejano a ti por otra ideas en mi cabeza, nishishi- esto desconcertó a la chica, seguía siendo el mismo líder relajado y comprensible, como si aquella verdad no le hubiese afectado en realidad -Pero ahora estoy para escucharte-

-¿Eh?- este se sentó a su lado con una sonrisa difícil de traducir.

-Anda, saca todo lo que te incomoda- su corazón se detuvo. Le estaba sonriendo de esa manera tan especial y cariñosa, era tan amable y abierto a los sentimientos ajenos, totalmente lo opuesto a lo que quizás esperaba de él, pero había un problema. Lo tenía tan cerca y el calor caporal asfixiaba, el limite de sus deseos desbordaba y no lo quería reprimir más -¿Eli...?- se percato de su mirada temerosa y las palabras quedaron en su boca.

No dijo nada, solo lo tomo por el hombro y lo tumbo al colchón para sentarse arqueada hacia su rostro con sus piernas a cada lado de su cadera. El pecado parpadeo un par de veces algo confuso, no se espero una acción así, pero no se movió de su lugar, solo observaba el brillante sonrojo en la pálida tez de la princesa.

-Solo tu puedes detenerlo, por favor- poco a poco pego sus caderas a las de el, totalmente ida y sin intenciones de detenerse -No tienes que corresponder mis sentimientos, solo termina con esto, señor Meliodas, eres el único que puede hacerlo- poso ambas manos a cada lado de la cabeza intentando moverse un poco.

-Mierda- maldijo mentalmente. En otro momento aprovecharía la situación para bromear, pero no era ese momento, no era ella misma y lo podía ver en ese brillo de sus pupilas. Tomo su cintura intentando apartarla con cuidado -D-Deja de bromear Elizabeth, ya lo entiendo y puedes confiar- fingió una voz relajada que solo frustro más a la fémina -Prometo que no te juzgare-

-Por favor, no aguanto más- insistió, esta vez rozando en su zona intima lo que le hizo sobresaltar y ladear una mueca.

-Eli...- apretó su cintura e intento inmovilizarla y quitársela de encima, pero al parecer una fuerza se apodero del pequeño cuerpo femenino o solo era su miedo a lastimarla -Elizabeth no hagas eso- apretó los dientes, la diosa se volvió más insistente en su vaivén, obligando al blondo distraer su mente para no ceder a sus encantos.

-¿Por que?, siempre lo haces- inesperadamente para el oji verde tomo su mano y lo poso en uno de sus pechos. La mirada azul no se despego de sus muecas, su intento de apartar la mano era imposible ya que ella nunca retito su mano de la suya, solo lo motivaba a estimularla en círculos -¿No es así?, te gusta hacerlo - su voz de terciopelo acaricio su audición, pero se mantenía cuerdo.

No estaba bien, ella no lo estaba. No pensaba en profanarla solo por un alboroto de sus hormonas, no. Si él la tomaría, seria en su tiempo y cuando la maldición haya desaparecido. No quería un encuentro rápido y de una sola noche, el quería amarla hasta el amanecer.

-Si... eh... pero no así-suspiró, su cuerpo traicionero comenzaba a reaccionar a sus movimientos de caderas -No, no estas bien. Solo quítate de mi y vamos a hablar tranquilos y... ¡Ngh!- se le escapo un gruñido, era placentero no iba anegarlo, por eso debía detenerse.

-Señor Meliodas- jadeo en respuesta. Hermoso y angelical dulce de su voz que tenia que sellar.

-Detente Elizabeth- espeto esta vez en un tono más frio y quitando su mano de su suave pecho para detenerla. La princesa le vio algo confusa; tenia en ceño fruncido y sus labios se apretaban en una línea, sentía como sus dedos se enterraban en su piel descubierta causándole ligero dolor -Esto no esta bien, no quiero que hagas algo de lo que te vas a arrepentir después, Elizabeth- este se enderezo con la mujer aun sobre sus muslos.

La lujuria antes experimentada despareció para dar paso a una desilusión en sus ojos azules, su mohín inferior titubeaba ligeramente y su respiración se agito dolorosamente.

-Creí que le atraía un poco, por la forma en que me toca...- su voz se quebró ligeramente -Creí que...-

-El que te toque no significa que este sexualmente frustrado- escuchó un ligero sollozo de su parte en mu cabizbaja, sus manos arrugaban con tensión la camisa del pecado, podía sentirla temblar.

-Entonces solo me estuvo tomando el pelo, no soy importante, soy solo un juego-

-Eli...-

-Cállate- sus ojos se vieron agresivos y hostiles -¡¿Entonces porque me tocas?!, ¡¿Por qué su afán de avergonzarme?! ¿por que?, ¿Por qué continuas confundiéndome?- el pecado se mantuvo callado y, aunque no lo demostrara, esas afirmaciones le pesaban -Dices que te importo y a la vez me tomas como un juego- gotas amargas salieron de sus orbes manchando sus mejillas sonrojadas.

La albina continuo llorando, pero Meliodas soltó un suspiro.

-Es la única cosa que hace que se me olvide mi ira- relamió un poco sus labios -No eres un juguete sexual, pero tocarte hace que me sienta tranquilo. Si, soy un desvergonzado, lo siento, pero no he aprendido a sobre llevar el dolor de perderte una y otra de ninguna manera- la tomo de la barbilla para mírale, prosiguiendo con borra ese rastro húmedo detenidamente. Acuno su pálido rostro, mantuvo el contacto visual con esta por un tiempo escogiendo la palabras correctas -Elizabeth, eres mi única razón de vivir y yo nunca mentiría respecto a eso, pero por favor no hagas esto, no es el momento, ni mucho menos quieres que se de así-

-Respecto a mis sentimientos, yo... yo...- sus sonrisa se dibujo en su tez bronceada ladeando ligeramente su cabeza -Señor Meliodas....-

-Entiendo tus sentimientos y los correspondo totalmente- un jadeo salieron de los labios cerezas a la vez que el brillo inocente volvían a sus orbes zarcos -Eres más que una empleada, más que mi camarada, más que una simple princesa... eres mi Elizabeth. Por eso quiero que sigas a mi lado hasta que terminemos esto que nos ha mantenido apresados- esperó a que la albina no entendiera el verdadero significado de estas palabras, pero por la sonriente mirada ingenua de la mujer, podría decir que entendió solo lo necesario.

De imprevisto rodeo su cuello para abrazarlo, sus ojos lagrimeaban nuevamente. Sentía todo ese peso lleno de perversión abandonar su cuerpo, como si nuevamente hubiera subido a la superficie después de tanto tiempo bajo las agua oscuras. Tenia por seguro que esos sueños que la hacían una princesa no tan inocente, no volverían para atormentarla.

-No importa quien seas, no tienes que siquiera pedirlo; siempre estaré contigo- las manos acariciaron su cabeza de hileras paletadas, suspiraba en paz, se alegraba que ella al fin se encontrara tranquila, pero ¿Quién calmaba el peso de aquel secreto que guardaba por los dos?

-Escucha, prometo acabar con este viaje y algún día volverás a ser mía ¿de acuerdo?- murmuro.

-Confió en ti, señor Meliodas- los ojos verdes fruncieron ligeramente, observaron de reojo a la doncella entre sus brazos con un profundo dolor en su pecho. Solo podía mantenerse en pleito con su mente, el temor y la ira eran el peor de sus enemigos en esos momento, era más mortal que una simple depresión y creo que eso lo hacían sentir que podía morir en cada momento intento por salvarla, simples sentimientos mortales en un cuerpo inmortal, era el peor de las torturas.

Tardó más de 3.000 años, no estaba dispuesto a repetirlo otra vez, aunque tenga que llevarse consigo todas esas promesas.

-Solo te pido, por favor, aun no lo recuerdes todo...-

Fin.

Una Princesa No Tan Inocente || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora