16. Celebración

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Un día ha pasado desde la batalla en la pradera de Austerlitz, donde se enfrentaron los ejércitos de los reinos de Wetzlar y Tyrannt. Durante el clímax, la situación parecía muy reñida, pero Wetzlar tomó ventaja, culminando en una victoria para el reino del estandarte del fénix plateado, el Gran Reino de Tyrannt. Los corresponsales de guerra informaron rápidamente a los altos mandos sobre la victoria, y en poco tiempo, la noticia se esparció entre la población.

Los soldados sobrevivientes de la batalla regresaron al reino, siendo recibidos por los habitantes como héroes. La gente no dejaba de vitorear y ovacionar a los guerreros que arriesgaron su vida, pues esto representaba un paso importante para el resurgimiento de Tyrannt como nación. Las posibilidades de volver a la cima de la gloria aumentaban, dejando atrás los tiempos de oscuridad.

 Las posibilidades de volver a la cima de la gloria aumentaban, dejando atrás los tiempos de oscuridad

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Sabbath el Cuervo era testigo de esto. Encima de su caballo, el mercenario miraba a su alrededor, observando a la multitud que no podía ocultar su alegría. A pesar de que no peleó por una causa personal, sino que fue obligado a luchar, Sabbath se sintió encantado por la cálida alabanza; por un momento creyó ser un oriundo más de este lugar, deseando lo mejor para su gente, o al menos quiso sentirse así. En realidad, nunca perteneció a un reino o país en particular; él y su familia siempre vivieron en las afueras, en medio de la nada, alejados de toda civilización. Cuando luchaba al lado de los Águilas Cazadores, al final no tenía un lugar al cual regresar y llamar hogar, ni había multitud que los ovacionara. Esta ocasión fue una experiencia nueva, resultando en una sensación fenomenal.

—¡¡¡Viva el Comandante Otto!!! —gritaba un residente.

—¡¡¡Viva!!! —respondían muchos otros.

De entre todas las ovaciones, el comandante Otto parecía llevarse la mayoría. Era popular entre la gente, sobre todo entre las mujeres, quienes arrojaban rosas y gritaban de emoción, pidiéndole matrimonio. Había tenido un desempeño sobresaliente, y Sabbath comprendía perfectamente el por qué fue elegido como el líder de tan importante batalla.

—¡Sorprendente! ¿Verdad que sí, Sabbath?

El mercenario miró hacia atrás, por encima de su hombro. Ahí estaba el hombre que evitó su escape, el sargento Harald. Tenía un rostro de felicidad incrédula, sorprendido ante el recibimiento de la gente; pensar que antes de la batalla temía por su vida y que nunca más vería a su familia, ahora regresaba con una importante victoria.

—Sí, lo es —contestó el joven.

Sabbath pensó en la familia del sargento. Él sí tenía un hogar al que regresar, donde habría personas que lo recibirían con todo el amor del mundo, personas que lo querían y se preocupaban por él. En cambio, el mercenario...

¿Qué iba a ser de su vida de ahora en adelante? Antes de partir, no generó muchas expectativas en el rey, quien pensaba que mandarlo a la batalla sería una buena manera de deshacerse de él, intentando demostrar que no era la gran cosa. ¿Sería tratado con mayor respeto ahora que volvió no solo con vida, sino victorioso? Seguramente no importaría, pues el crédito recaería fácilmente en el comandante. Sin embargo, lo que más atormentaba la mente de Sabbath era el hecho de que intentó escapar, y si el sargento llegara a reportarlo, seguramente habría un castigo. Después de todo, la recaptura del mercenario podría significar un ascenso para el sargento, su sueño más preciado en su carrera militar.

Lord Diablo y las armas de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora