Luces de neón, fuegos artificiales, un gran pastel y bastantes jóvenes aplaudiendo, es lo que se visualiza en el jardín de la mansión Mendoza, y es que se estaba llevando a cabo una de las celebraciones, más esperadas y anheladas por todos los integrantes de la familia y sus invitados. Por fin, después de cuatro largos años de estudio y sacrificios, Armando y sus compañeros, estaban finalizando su enseñanza media. Los padres del festejado sonreían felices y orgullosos, pues el muchacho no solo había terminado su secundario, sino que además lo había acabado con honores, tenía unas calificaciones envidiables y por tanto podía optar a los estudios que quisiese, había diversidad de planes y un mundo de posibilidades, que ellos no paraban de imaginar pues sabían que esta etapa era un nuevo comienzo, tal vez el más importante para su hijo. Armando se encuentra bailando junto a su novia, Beatriz Pinzón, a quien conoció en la preparatoria y de quien se había sentido flechado después de algún tiempo de haberse conocido, ambos tenían una relación de casi dos años y se notaba que estaban muy enamorados, a pesar de su corta edad, se respetaban y querían como si de una pareja de adultos se tratase.