¿Existe Dios? La interrogante sobre la existencia divina ha permeado las mentes humanas desde que adquirimos conciencia. Algunos eligen el camino de la "salvación", mientras que otros, como yo, somos adoctrinados con esa creencia desde nuestra más tierna infancia. No malinterpreten mi postura; no estoy en contra de la religión. Al contrario, encuentro atractiva la noción de una deidad vigilante que nos evalúa diariamente, determinando si somos "dignos" de acceder a su paraíso. La idea de que nuestro destino ya esté escrito y que nuestras acciones diarias sean sometidas a juicio como medida de nuestra bondad es, de alguna manera, reconfortante. Pero, reflexionemos. ¿Qué sabemos realmente sobre la religión o sobre Dios? Ambos conceptos fueron creados para brindar una explicación a lo inexplicable, para atribuir a un ser todopoderoso o, como comúnmente se le llama, "Padre", el control sobre todas las cosas. Él es nuestro creador, y se dice que todo lo que conocemos fue moldeado en siete días. Puede sonar absurdo e imposible, y créanme, comparto esa perspectiva. Sin embargo, así es la religión: creer o tener fe en algo que no se puede ver. De cierta forma, esta creencia es perfecta, ya que todo lo que no comprendemos o carece de una explicación lógica lo atribuimos a Dios y a la Fe. Esta estrategia es hábilmente diseñada para eludir la búsqueda constante de respuestas a preguntas fundamentales: ¿Cómo se creó el mundo? ¿Cuál es la razón de la existencia de los seres vivos? ¿Por qué existe la maldad en el mundo? ¿Creó Dios la maldad? ¿Sabe que existe? Y si lo sabe, ¿por qué no hace algo para remediarlo? Son preguntas que nos asaltan y para las cuales hay pocas respuestas definitivas. Pero dejemos la creencia de Dios de lado y empecemos con lo importante.