No era una mendiga, una bastarda huérfana que el duque había rescatado en los barrios bajos del imperio. No. Ella era la única hija de un gran ducado con mayor poder, del cual los Eckhart habrían soñado alguna vez. Y no de cualquier familia, ellos tenían el control sobre todo su imperio. Podría haber una familia imperial, pero todos lo sabían, quienes tenían el mando en el imperio eran ellos, los Zetland.