Quien iba a creer que una daga y una rosa podrían complementarse una a la otra. Dos personas, completamente diferentes, con gustos y vidas tan distintas, no pueden estar hechas una para la otra... ¿o sí? Ella tenía un alma pura, limpia e inocente. Una persona tan buena, dispuesta ayudar a los demás que le sonreía a la vida a pesar de que esta la pisoteara una cantidad infinita de veces. Él, un hombre frío, sin corazón y sin miedo a ensuciarse las manos. Un hombre cruel que no tenía ni una sola pizca de piedad y que detestaba la vida por la cantidad de veces que lo pisoteó. Los polos opuestos se atraen, dicen algunas personas, pero la atracción de ambos jóvenes iba más allá de una simple atracción.
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