Cuando la señorita Bridgerton decidió publicar aquel Whistledown, creyó estar actuando conforme a sus convicciones. Sin embargo, no fue sino hasta que llegó a la casa de un viudo reciente, acompañado de dos traviesos niños, que realmente tuvo la oportunidad de reflexionar. Por primera vez, nadie le dictaba qué debía hacer, brindándole una libertad total que ella creía anhelar. Sin embargo, con todo este tiempo libre, se encuentra desorientada y abrumada por un sentimiento inesperado de culpa.