Cuando Ámbar Rosewood está lista para lo que parece el fin de sus sufrimientos, el fin de la vida escolar, algo trascendental le sucede. Algo que cambiará su vida para siempre. Se le encarcela injustamente por una serie de crímenes que ella no cometió, ¿o tal vez sí? No sólo la justicia la persigue, también su pasado. Sumado a esto, a su caótico mundo, se une un criminal. Demasiado perfecto para ser real, ella termina rendida ante sus encantos restándole importancia de que se trata de eso de lo que huye, de ser una criminal. No es la primera vez que se le encarcela, él ya está acostumbrado a todo el maldito procedimiento, e inclusive se sabe de memoria paso a paso lo que tiene que hacer. Quedaría perfecto como oficial de policía, sólo que sus crímenes hablan por él. Siempre lo mismo. El mismo palabrerío. Los mismos aires de grandeza de los oficiales. Las mismas amenazas de sus compañeros de celda. Todo era un estúpido e innecesario ritual. Hasta ella. Su compañera de celda -su ángel salvador- que no soporta ser llamada muñeca, a menos que él lo haga. Increíblemente volverá a creer en aquello que había dejado de entender, que había creído era inexistente, por lo que dejaría de ser lo que es para merecerla. Dejaría de ser un criminal, sólo por ella.