F o u r t e e n

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Mierda. En estos momentos, quisiera que la tierra me trague por completo…

Mi celular se resbaló de mis manos, impactándose estruendosamente en el duro suelo. El sonido del impacto y melodía que producía el caer de la lluvia, eran lo único que llegaba a mis oídos tras el abrumante silencio de mi hogar. Con horror noté desde la ventana de mi habitación el triste panorama que dejaba el llorar del cielo.

Mi cabeza se llenó de posibles respuestas de Sparta.

¿Ahora qué hago? No era una opción dejar a Sparta bajo el poderío de la llovizna. El frío era terriblemente intenso, y lo más probable es que cualquiera pescara un resfriado tras esto.

Aunque, tampoco es como si cumpliera con su palabra, ¿no? Conozco a Sparta. Ama la lluvia como cualquiera, pero siempre bajo la protección de algún techo que lo cubra mientras sostiene una taza de leche con café. He pasado momentos así con él, por eso su imagen serena vino a mi cabeza. 

El brote de mis miedos internos, empezaron a atormentarme. Tendría que buscar la forma de salir de esta situación sin resultar lastimado por un frío rechazo. Sería sumamente desgarrador ver una expresión de asco en su hermoso rostro.

Venga. Necesito salir de aquí e ir en busca de Andrés. Ya que mientras yo me encontraba bajo el abrigo de mi hogar, Sparta estaba sufriendo las bajas temperaturas, con el cabello y las ropas empapadas de grandes cantidades de agua. No esperé mucho a bajar las escaleras apresurado. Tuve que esquivar alguno que otro mueble de la sala de estar, hasta llegar al picaporte de la puerta y abrirla.

No esperé encontrarme con dos de mis amigos, los cuales soltaban constantes jadeos. Pequeñas nubecillas escapaban de sus bocas al buscar aire. El cabello castaño de Víctor botaba pequeñas gotas de agua, mojando de a poco la pequeña alfombra de “bienvenidos”. Pero eso era para menos; el miedo de ver a Víctor en la puerta de mi hogar llegó a mis sentidos. Justo detrás suyo, Mayo intentaba mostrarse tranquilo, sosteniendo un paraguas negro entre sus manos que temblaban, seguramente, por el frío.

—Raptor, ¿dónde piensas ir? —preguntó abruptamente Víctor, quien me miraba fijamente.

Si muero aquí, no tendré oportunidad de besar los hermosos labios de Sparta..
O tal vez me salve de un gran discurso sobre que me quiere como un mejor amigo, y que su corazón ya estaba ocupado por alguien más guapo que yo (obviamente Musik no).

Joder. Otra vez pensando negativo. Sea como sea, debía salir ileso tras una charla con el “hermano” totalmente mamado de Sparta. ¡Qué brazos! ¿Yo podría quedar así?

No es hora de pensar en eso, Gonzalo Ari.

Tragué saliva fuerte al sentir tentar mi suerte por intercambiar palabras con mi amigo. Aunque esperaba que Mayo me defienda si ocurriese.

—¿A qué te refieres? —fue lo único que logré vocalizar entre tanta conmoción. Mi corazón me gritaba que fuera por Sparta, pero mi camino se encontraba bloqueado por los dos chicos que me miraban con seriedad. Lo que es inusual, ya que siempre llevaban sonrisas tontas con brillitos en sus ojos.

—Creo que no he sido lo suficientemente claro —dijo con una sonrisa indescriptible. Un escalofrío corrió por mi espalda, y estoy casi seguro que no era por el frío—. ¿Irás donde Sparta?

El silencio fue abrumante en nuestro pequeño diálogo. La tensión solo alimentaba más a mis nervios, y traté no ser tan transparente en mis emociones. Chasqueé la lengua, molesto conmigo mismo por no empujarlo a un lado e ir en busca de mi niño. ¿No hablé con Timba sobre todo esto? Mi mirada recayó en mis puños, para luego levantarla para enfrentar la mirada oliva de Víctor.

La "Familia" de SpartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora