Capítulo 7

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Wonwoo arreglaba las cosas para irse a su trabajo.
Jeonghan como siempre lo seguía a todos lados, aunque se cayera 100 veces las 100 veces se levantaba y seguía al pelinegro que se movía rápido buscando los papeles y documentos. Se metió al baño, antes de cerrar se dio cuenta que había empujado al muñeco con la puerta, éste se estaba levantando.

—Quiero entrar —comentó sujetándose de la pared.

—No, yo entré primero.

—Pero quiero ver —habló pacífico.

—Jeonghan, no. El baño es personal —bajó la cabeza sonrojado—. Espera aquí sin hacer nada ¿Entendido?

El muñeco asintió y pudo cerrar la puerta. No tardó mas de dos minutos, se miró al espejo, acomodó su cabello y salió. El muñeco estaba allí, estático, y algo rojo.

—¿Jeonghan? —tocó su hombro y el muñeco dejó salir un pesado suspiro— ¿Qué demonios?

—D-dijiste que no hiciera nada —habló recuperanlo el aliento.

—Pero no lo tomes tan literal.

—No tengo ningun libro.

—Me refiero a que lo que digo, no lo debes hacer exactamente como lo digo. O sea, que si digo algo puede que sea o no —rascó su cuello y el muñeco lo miró confundido.

—No entiendo.

—No sé explicar, lo siento—suspiró pesado—. Debo ir a trabajar ahora.

—¿Puedo ir?

—No. Te debes quedar aquí tranquilo. No puedes salir, nada que te lastime ni que te pierdas.

—Me duele aquí —señaló su barriga.

—¿Doler? —asintió— Dejame darte algún remedio.

Le tomó la mano y lo llevó a la cocina. El muñeco se quejaba, hasta el pelinegro escuchó el rugido proveniente de su estómago que indicaba que era fatiga. Iba algo tarde por lo que simolemente tomó sus cosas.

—Come algo, es hambre no dolor.

—¿Qué como?

—Lo que quieras, que esté en la cocina.

—¿Lo que sea? —asintió poniendo su gorro y chaqueta.

—Adiós Jeonghan.

—Adiós amo Wonwoo

Cuando el pelinegro se fue, inmediatamente volteó a mirar los muebles de la cocina. Comenzó a revisar qué comer. Realmente no había mucho que comer.
Para Wonwoo hacía demasiado frío, se dirigió a la parada de autobuses ocultando sus manos en su chaqueta. El flaco se dejaba notar cuando respiraba y su mentón temblaba, miró hacia el frente donde había un cachorro masticando bolsas y latas de los envases de la comida. El autobús venía, lo hizo detenerse.

Subió dando un suspiro pesado al ver que estaba lleno. Se acomodó antes que comenzara a avanzar. Todo estaba bien, el muñeco seguiría sus instrucciones. Que comiera lo que quisiera.

Lo que quisiera... En la cocina tenía muchas cosas que no podía comer.
Empujó a la gente y pidió bajar. Entre reclamos de las personas bajó corriendo en dirección al departamento. La recepcionista ni siquiera alcanzó a saludarlo.
Entró rápidamente, el muñeco estaba sentado en el suelo mordiendo la tapa de una botella para abrirla, la quitó rápidamente. Era tóxico tan solo inhalarlo.

—Tengo hambre.

—Pero esto te pudo haber matado—apretó con más fuerza la tapa.

—Dijiste que cualquier cosa.

—Debiste leer—le tomó del brazo y le ayudó a levantarse.

—No alcanzo a leer esa letra—bajó la cabeza—. Creí que eran líneas.

—Demonios —murmuró—. Prepara tus cosas, iremos a mi trabajo.

—¿Qué preparo?

—Cosas, algo para que te distraigas—el muñeco asintió—. Saca la mochila que hay en mi armario, y guarda las cosas allí.

Dio un suspiro pesado, buscó cosas para que comiera el muñeco.
Realmente no tenía mucho, tampoco tenía tiempo de prepararle algo. El muñeco llegó con una mochila llena, y al parecer pesada.
No preguntó, solo hizo que lo siguiera hasta la parada de autobús donde se quedó maravillado con las cosas que veía.
Al subir se quedó sorprendido por como era todo, quedaba sólo un asiento. Cuando el pelinegro pagó y se acercó a él sonrió.

—Amo siéntate tú.

—Pero tú llevas más cosas.

—No importa—sonrió.

El mayor asintió, no terminó de sentarse cuando el muñeco lo estaba en sus piernas. El color se le subió al rostro, obviamente muchas personas los quedaron mirando. Aún más por el muñeco que se veía feliz y se movía reiteradas veces.

—Aquí nos bajamos—murmuró, el muñeco se levantó enseguida—. Toca ese botón de allí —señaló—. Pero cuando yo te di...

—Lo siento.

El autobús se detuvo, agradecieron. Caminaban más cuadras de las que debían, el muñeco muy feliz tambaleándose a ratos al lado del pelinegro que con temor miraba su reloj que indicaba que iba una hora tarde, su jefe lo mataría.
Llegó, lo primero que vió fue a su jefe de brazos cruzados con una expresión no amigable.

—Una hora señor Jeon, esto irá a su reporte.

—Lo siento —bajó la cabeza—. Tuve un problema antes de venir.

—Que no se repita—le arrojó las llaves—. Ordenas la sección de literatura juvenil, se cayó una repisa y desordenó todo.

—Eso no me corresponde a mí, corresponde al turno que pasó.

—Pero te estoy diciendo a ti, ahora te apresuras.

—Sí, señor—apretó sus dientes—. Maldito imbécil—murmuró.

—¿Quién es?—preguntó Jeonghan sonriente.

—Un estúpido imbécil.

—Oh—miró al señor subirse al vehículo.

Miró el estante, la repisa que había caído.
Jeonghan jugaba en el mesón de atención con los lápices y los cuadernos.

—Amo ¿Qué es esto?

—Una cinta.

—Me duele aquí.

—Olvidé comprarte comida—suspiró pesado—. Si salgo 5 minutos, ¿Prometes no hacer destrozos ni tocar nada que no sepas qué es?

—Sí, seré bueno—asintió repetidas veces.

El pelinegro corrió a la cafetería más cercana, compró un café y un sándwich. Todo en un tiempo récord para volver y ver al muñeco sentado en el suelo con un montón de libros apilados a su lado.

—Jeonghan —suspiró agotado—. ¿Qué haces?

—Buscar mangas—respondió dándole una mirada rápida a los libros.

—Aquí no hay de esos.

—¿Por qué?

—Porque prefieren la literatura convencional a la animada. Ordena allí y ven a comer.

—No recuerdo el orden

¿Juguete sexual? | Wonhan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora