≈ Capítulo Único ≈

753 59 53
                                    


Akaza no supo cómo llegó aquí.

Hace unos minutos, logró escuchar varias conversaciones entre los humanos buscando uno de los objetivos de Muzan. Estaba en su forma humana en un pueblo del cual no estaba interesado en saber el nombre.

"¡Hoy podremos ver los fuegos artificiales por Año Nuevo!"

"Tranquilo, Justo antes de media noche iremos a la plaza a ver los fuegos artificiales"

"He escuchado que van a ser incluso mejores que los del año pasado ¡No puedo esperar a la media noche!"

"Ah claro, el festival de Año Nuevo". Pensó hace un tiempo con molestia. Él nunca entendió el porque de los humanos celebrando esta fiesta en específico, especialmente lanzar cohetes cargados con pólvora para que estallen en el cielo. Lo único que hacían era llenar el cielo de humo e irritar su sistema auditivo.

Había escuchado que era para ahuyentar espíritus y demonios, pero de nuevo siguió sin encontrarle el sentido, era obvio que eso no servía de nada. Tengan a Akaza por ejemplo. En los tres años que llevaba vivo como demonio, en ningún momento estos cohetes habían logrado intimidarlo o evitar que se meta en pueblos a cazar humanos débiles.

Y no, la única razón por la cual no hacía eso cómo el resto era porqué él si tenía principios (a diferencia de los de mente débil). Los fuegos artificiales realmente no tenían nada que ver.

Pero por alguna razón, esta vez fue diferente. Ahora que había escuchado eso, mientras se perdía en sus pensamientos y buscaba al hombre que le ordenó Muzan que encontrara, sus pies lo habían llevado inconcientemente aquí.

Lo primero que pasó por el rostro falso de Akaza una vez que asimiló su estado actual fue la confusión ¿Cómo había acabado aquí?¿Donde se encontraba?¿Cuando fue que se había desviado tanto?

Luego, aún confundido, trató de identificar que pueblo era en el cuál se encontraba ahora. La gente estaba mucho más abarrotada ahora que se había hecho más tarde, con muchos más puestos de mercaderes por lo que supone es debido al día festivo, niños correteando con máscaras extrañas por las calles —y, desde la humilde opinión de Akaza, un poco feas—, viejos alcoholizados riéndose en los bordes de estas, mujeres vestidas con kimonos elegantes conversando mientras pasaban, y parejas que iban tomadas de las manos.

Está vista le resultaba repugnante, haciendo que su rostro tenga una expresión de desagrado. Tanta gente débil reunida en un solo lugar, podría masacrarlos a todos en 10 minutos y ni tendrían oportunidad de correr.

Sin embargo, no pudo evitar sentir una inmensa sensación de familiaridad cuando observaba al pueblo y su gente mientras iba en dirección recta para salir de ahí, tratando de evitar toparse con la mayor cantidad de humanos posible. Era como si una barrera imaginaria rodease a los pueblerinos, impidiendo que haga cualquier tipo de acción hostil hacía esas personas.

"Siempre estuvo en tu naturaleza amar seres débiles después de todo"

Una sensación extraña pero conocida recorrió el cuerpo de Akaza, dejándolo aún más confundido que antes al escuchar ese pensamiento.

En un momento cuando seguía pasando, logró ver unos niños sentados alrededor de un viejo que al parecer estaba contando una historia. Relataba lo que parecía ser la historia de un demonio enojado. Levemente curioso, siguió escuchando con ayuda de su oído sobrehumano mientras caminaba ahora más lentamente, lo suficientemente lejos como para no generar sospechas por supuesto.

Si bien le desagradaba la gente débil, contra niños y ancianos realmente no tenía nada en contra. A fin de cuentas, con ellos sentía que se justificaba al menos un poco su incapacidad para pelear o defenderse.

Memorias RecordadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora