KENNETH

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k a y l a

En abril estaba embarazada de apenas un mes.

En junio empecé a notarme la barriga con una capa de ropa encima.

En septiembre parecía que me había tragado un melón.

Y en noviembre, justo un mes antes de que saliera de cuentas, el día de Acción de Gracias, la niña decidió que era un muy buen momento para saludar. Pero no desde dentro, sino desde fuera.

Fue bastante duro para mí dar a luz a una niña que necesitaría atenciones post-parto dado el temprano parto ya que tuve que hacerlo en un hospital privado con solo dos personas acompañándome y ninguna de ellas era Kenneth. No pudimos ver a nuestra hija juntos hasta pasados tres días, cuando pudieron asegurar que la niña estaba en perfectas condiciones como para estar en brazos de sus padres.

No habíamos podido disfrutar de los primeros días de vida de Ava por culpa de un virus que afectaba a nivel mundial, pero sí pudimos hacerlo posteriormente en casa, dónde recibimos las visitas justas de la familia más allegada: Logan, Aura, nuestros padres y la abuela de Kenneth. Kenny obligó a todo el mundo a hacerse un test para verificar que no estaban contagiados y les hizo hacer cuarentena tras hacérselo para que no se contagiaran los días después.

Padre previsor.

Y sobreprotector.

MUY sobreprotector.

Con deciros que la niña tenía una camisetita en la que ponía: "ojito con mi padre". Sherlyn se la había regalado pues decía que era la mejor advertencia que podían hacer frente a Kenneth.

La Navidad llegó bastante rápido e íbamos a ir todos a casa de Sherlyn, incluyendo a mis padres, siempre evitando demasiado contacto con la gente. Esa mañana me desperté, como siempre, muy temprano. Era una de las pocas noches que había conseguido dormir. Le di un baño a Ava en el baño de abajo para que Kenneth siguiera durmiendo arriba y puse música de fondo.

―¿Qué me dices de esta canción? ―le pregunté a Ava cuando comenzó a sonar "The Call" de Regina Spektor o más conocida como la canción de Narnia―. El otro día te quedaste dormida mientras veíamos la película, pero cuando seas más mayor te la pondré de nuevo y verás cómo se convierte en tu película favorita.

La niña, obviamente sin entenderme, se llevó la mano a la boca y se succionó el puño. Le eché una poca de agua en la cabeza y le froté con suavidad el pelo, el cual era muy fino y corto y de un castaño clarito que seguramente cambiaría con el tiempo. Sus ojos eran azules pero tenía tan solo un mes y los médicos ya nos habían advertido que no veríamos el color definitivo de Ava hasta pasados unos cuantos meses. Kenneth siempre pedía por lo bajo que ojalá quedara con los ojos azules como yo.

Tenía a mi hombre totalmente prendado.

Cuando terminé de bañarla, la sequé bien y me la llevé hacia su habitación, en la cual aún no dormía. Aunque sí estaba amueblada del todo -obviamente por Aura- y la usábamos más que nada para cambiar a Ava. Le puse crema hidratante y un pañal, y fuimos juntas a su armario en busca de qué ponerle. Obviamente iba a vestirla con alguno de los cinco conjuntos navideños que le había comprado hacía solo un par de días.

―¿Qué te parece este? ―le pregunté agarrando un par de prendas.

Ava solo apretó su puño sobre el jersey y me lo tomé como un "me parece bien, mamá". Me la llevé al cambiador y comencé a vestirla con un body simple blanco, encima un jersey beige con volantes en las mangas y Papá Noel bordado en el centro, un pantaloncito verde de terciopelo y una bandita con lazo del mismo color que el pantalón.

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