BLAKE

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b l a k e

Tenía la frente cubierta de sudor y jadeaba como un perro.

Era mortal hacer una mudanza en pleno verano.

Eso solo se le podía ocurrir a una persona: a mi señora novia/prometida/madre de mi futuro hijo. A pesar de haberle pedido mil veces como mínimo que aplazáramos la mudanza a septiembre u octubre, cuando el calor hubiese bajado un poco, hizo oídos sordos y comenzó a hacer cajas con ayuda de Violet y Elian.

―No voy a estar pagando dos casas a la vez, Blake Hamill. No tengo tanto dinero. ¿Quieres que venda el anillo de compromiso y con ello lo pago todo? No, ¿verdad? Entonces silencio, amor mío.

Esas fueron sus palabras.

¿Y qué hice? Callarme antes de que me arrancara la cabeza porque el embarazo la tenía con unos cambios de humor extremadamente radicales.

Recuerdo que un día me gritó enfadada porque le había echado mayonesa en la hamburguesa ―que es lo que siempre se echaba― en vez de mostaza. Ella en la vida se había echado mostaza en la hamburguesa, de hecho. Al cabo de dos minutos gritando, se echó a llorar y me pidió perdón mil veces antes de decirme que, por favor, no rompiera con ella.

Estaba ya en el séptimo mes de embarazo y esos cambios de humor habían disminuído muchísimo, por suerte, y ya se parecía más a la Liberty Pemberton que conocía. Aquella que me pellizcaba cuando la llamaba bombón. Aquella que me llamaba chico de los planetas.

―Esta casa es la leche, tío ―me dijo Jude mientras me ayudaba, dejando una caja en el salón.

―¿Verdad que sí? ―Sonreí―. ¿Habéis pensado Violet y tú en si compráis la casa del final de la calle?

―Sí, hemos estado hablando con los propietarios. Violet quiere emplear toda la herencia de su abuelo en ello pero yo no quiero que lo haga... Necesito un tiempo para ahorrar. Sé que le hace mucha ilusión que tengamos una casa propia y podría ser que cuando yo ya tenga mi parte del dinero, la casa ya no esté a la venta. Y, joder, me sabría fatal.

―¿Pero quiere pagarla toda ella y que tú te desentiendas?

―No. Vaya, supongo que no. Yo no permitiría que ella lo pagara todo y yo me desentendiera...

―Tío, deja que pague ella y tú se lo vas devolviendo con el tiempo.

―Eso dice ella, pero no sé... ―murmuró dudoso mientras se limpiaba el sudor de la frente con su antebrazo―. No quiero tener que deberle dinero a mi mujer. Es complicado.

―¿Sabes qué creo que va a pasar? ―pregunté mientras salíamos hacia el coche de nuevo para ir a por más cajas. Él me miró interrogante―. Que la va a comprar sin decirte nada y te lo dirá cuando tengáis que entrar allí a vivir. Porque sabe que no la vas a dejar.

―Lo peor es que la veo capaz. Violet está como una puta cabra.

Los dos nos reímos.

Mientras sacábamos las dos últimas cajas del maletero, vi aparecer el coche de Violet. Aparcó en el hueco que había para un segundo coche delante del garaje, bajó ella y luego ayudó a Liberty a salir. A la pobre le costaba horrores moverse con esa barriga. No quería imaginarme cómo lo pasaría con la barriga de nueve meses.

Estaba preciosa. El embarazo le estaba sentando de maravilla, aunque ella lo negaba y no se daba cuenta de la realidad.

Se había apuntado a una clase de yoga para embarazadas hacía unos meses pero tuve que obligarla a dejarlas porque las mujeres que había en esa clase le bajaban la autoestima y le hacían crecer las inseguridades. ¿Cómo cojones le dices a una madre primeriza de veintiséis años que se le van a caer los pechos, que la carne no volverá a su sitio y que su pareja ya no va a volver a verla atractiva? No negaré que un día me presenté allí y les dije cuatro cositas no demasiado agradables. Me reventaba de sobremanera que mi novia volviera a casa llorando. Ya estaba con las emociones a flor de piel con el embarazo, no le hacía falta estar más insegura.

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⏰ Última actualización: Feb 20, 2021 ⏰

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