Salí del coche a la vez que los niños salían disparados desde los asientos traseros. No me dio tiempo a decirles que se esperaran un momento porque ambos se fueron corriendo hacia nuestra nueva casa. Así que me tocó a mí ir hacia el maletero y sacar las maletas.
La nueva casa estaba en un barrio de las afueras de Miami. No era muy grande, lo suficiente para vivir cómodamente los cuatro, sin falta de espacio como en el departamento en el que habíamos vivido los últimos ocho años en Jacksonville.
―Papá, papá, papá, papá, papá ―decía repetidas veces Roma mientras llamaba a la puerta.
Abraham, Roma y yo habíamos estado en Jacksonville una semana más antes de venir aquí pues mi contrato de trabajo no terminó hasta el día anterior a nuestra llegada, mientras Matt había venido para preparar la casa y ponerlo todo en orden durante esa semana que nosotros no estuvimos.
Solo una semana separados y ya lo había echado de menos más que nunca. Más que nada porque casi nunca nos separábamos tanto tiempo.
Mientras sacaba las maletas y algunas cajas, vi como Matt abría la puerta. Los niños no le hicieron ni caso, entraron corriendo para ver la casa. Sonreí divertida y Matt igual. Se acercó a mí a paso rápido y me alzó en volandas cuando estuvo a mi lado. Lancé una carcajada mientras lo abrazaba fuerte.
¿Seguíamos comportándonos como universitarios con las hormonas por las nubes a nuestros treinta años?
Sí.
―Te he echado de menos ―murmuré besando sus labios repetidas veces.
Matt me echó un poco el pelo hacia atrás y besó mi frente con suavidad, como siempre. Se separó un poco y se subió las gafas que siempre le caían. Era el hombre más guapo del planeta Tierra.
―Yo también te he echado de menos ―dijo con una sonrisa gigante, mientras acariciaba mi mejilla.
―¡Eh, no os metáis mano que hay menores presentes! ―escuché gritar a Richard.
Sonreí ampliamente y me giré para mirar la casa blanca de enfrente. Richard estaba apoyado en la puerta de su casa, con Julia en brazos y sonriendo muchísimo. Igual que yo. Me acerqué casi corriendo a él y lo abracé como pude para no aplastar a su hija de dos años.
―Hola, mi amor ―murmuré besando la mejilla de mi mejor amigo. Él sonreía. Besé también la cabeza de Julia―. Hola, Julia, preciosa.
―Dile hola a tía Ariel.
―La ―dijo apenas. Hacía no mucho que había dicho sus primeras palabras y entonces chapurreaba algunas, aunque incompletas.
―¿Y dónde está mi otro chico? ―dije más alto para que Jordan, el cual había visto mirando por la ventana, me escuchara.
―¡Aquí! ―escuché decir a David. Yo carcajeé.
―¡Tu hijo, no tú!
Jordan vino corriendo desde la ventana y casi se lanza encima de mí. Lo abracé mientras besaba su mejilla muchas veces. Él se rio.
―Qué guapo estás, Jordan ―le dije pellizcándole la mejilla―. ¿Quieres ir a estrenar los juguetes nuevos de Roma?
―¿Puedo Pa?
―Venga, ve. Con cuidadito, eh.
―¡Sí!
Y se fue corriendo hacia mi casa. Saludó a Matt con la mano antes de meterse en casa. David apareció en mi campo de visión y salté para abrazarlo por el cuello. Me aferré cual koala.
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★CAPÍTULOS EXTRA★
RomanceAquí encontraréis un capítulo extra (posterior al epílogo) de cada una de mis historias (poco a poco iré subiendo capítulos de todas ellas). Espero que los disfrutéis y que os alegréis de saber de nuestros protagonistas unos años después de su final.