17_ Iglesias, Persecución y Opciones

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Ambos amigos se dirigieron a la salida de aquel cuarto rentable en el que pasaron el resto de la noche. Pero no sin pagar por los servicios dados, a lo que aquel par se detuvo ante el dueño del negocio.
—¿Cuanto le debemos por sus servicios? —Inquirió el peli plata con una sonrisa, mientras el dueño los miraba de pies a cabeza, con la ahora clara iluminación del día, dejándose notar las ropas rasgadas bajo las grandes capas que cubrían el resto del cuerpo ajeno
—Usted no es humano... ¿Verdad? — Preguntó de forma sería, viendo como la sonrisa del ojiazul fue borrada para usurpar en su lugar, una mueca entristecida.
—En efecto, el no es humano... es comúnmente conocido como... "Siberiano" —Respondió Chris de forma desinteresada.
—Pero, despreocúpese... no volveremos por aquí, ni le causaremos problemas —Mencionó el platinado, tomando un par de monedas de su bolso, el cual llevaba atado en la cintura.
—Señores, no se preocupen por eso... todo está bien —afirmó el hombre, haciendo un ademán con las manos, restándole importancia a la información recién dada.
—¿No nos tiene miedo? —pregunto un Víctor dudoso.
—Claro que no... Ustedes son buenas personas y dudo mucho que sean tal y como los describen los pueblos de los alrededores — Mencionó el hombre con una sonrisa.
—Antes de que se vallan, deben almorzar... no quisiéramos ver a un par de chicos desmayados a mitad de calle. —Agregó el dueño del local, llamando a la vez a su esposa. Una castaña, morena con un vestido holgado con aproximadamente 53 años.
—Pero... estaríamos abusando de su amabilidad — dijo Chris
—Nada de eso... ustedes son nuestros invitados —finalizó el hombre, para conducir a ambos amigos a un gran comedor, en donde comieron felizmente una sopa de verduras y jugo de naranja. Y una vez que acabaron, el par se despidió de la familia, no sin antes dejar dos monedas de oro, dandole una mejor vida a aquel par de amigos humanos.
—Víctor... ¿No te cayó bien la comida? —Pregunto el rubio al ver que su amigo sujetaba su estomago, como si algo no estuviera bien.
—No es eso... Tu sabes que cada cierto tiempo debo consumir carne en grandes cantidades, y el estar en la prisión por tanto tiempo sólo logró que mi cuerpo carezca de energía.
—Bueno... estamos en la capital... Vamos a comprar algo de "Combustible" —agregó el ojiverde, notando el asentimiento del contrario, a lo que rápidamente se adentraron el un lugar lleno de gente, deduciendo que ese lugar era un tipo de mercado donde adquirían comúnmente las compras, claro, por aparte de los negocios.,
Ambos recorrieron el lugar, pero al estar cerca de un puesto de carnicería. Víctor comenzó a babear de forma muy notoria, dejando ver un hilo transparente que se escurría del labio inferior, hasta su mandíbula.
—Espera aquí... compraré lo que necesites —mencionó el rubio, dejando a su amigo sentado sobre una escalinata, la cual llevaba dentro de una iglesia.
Aquella que parecía rústica y anticuada... una vez que se tranquilizara. Víctor decidió ingresar dentro de esta, atravesando un par de enormes puertas, y tras esta se hallaban las paredes en buenas condiciones. El suelo era de losetas azules, las paredes eran de color azul rey y las luces provenían de candelabros, tanto en el techo, como en las paredes, mientras que cada paso que daba para avanzar, eran bien escuchados por los ecos que retenía el lugar. Habían bancas hasta el final, donde se podían notar los santos de aquel lugar.
—Estas en la casa de dios... ¿Deseas algo? —pregunto una voz a espaldas de Víctor, el cual volteo en dirección al dueño de aquella voz, deja do ver a un hombre mayor de cabellos grises por su edad, el cual vestía una sotana blanca, haciendo juego con su bastón. Éste comenzando a acercarse en dirección al peli plata.
—Buenos días... realmente, no vine con un propósito, solamente... la curiosidad me atrajo aquí. —respondió el ojiazul, volteando nuevamente en dirección a la cristalera donde estaba retratado aquella imagen que consideraban deidad.
—Las casualidades no pasan... y se a que has venido jovencito —comentó el mayor, logrando llamar La atención del platinado.
—ven... dame tu mano —volvió a decir el viejo, a lo que el peli plata acató aquella petición, entregándole la mano derecha.
Una vez que el sacerdote la envolviera con ambas manos, comenzó a ver el pasado y presente del chico, y tras 1 minuto, fijó su mirada en los ojos de Víctor, notando la pureza y buena energía que poseía.
—Eh visto cuanto has sufrido... todo lo que has pasado, y todo lo que pasaras —mencionó el sacerdote, dejando impresionado al peli plata. —Eres un buen muchacho... lastimosamente la humanidad se ha basado demasiado en "la perfección" para dejar de lado los valores y sentimientos de los demás... y espero que no te molestes por lo que voy a decirte...
—Tu susodicha "raza" no es más que uno de los muchos que componen a la vida en este planeta. Tu influenciaras un gran cambio en la humanidad, en el reino y en el mundo.
Una gran catástrofe vendrá, junto a muchas cosas buenas como a tu alma gemela o muchos amigos. Saldrán a la luz muchos misterios y secretos que la vida dejo sepultada en el pasado, y esa en una de tus misiones, tanto para éste reino, como para ti —explicó el mayor, colocando una mano sobre el pecho del platinado —eres fuerte, no te dejes vencer por pequeñeces y cuando estés decaído, piensa... "No me dejaré vencer por un escalón más" —finalizó, soltando la mano y pecho del peli plata.
—Muchas gracias por su consejo, advertencia y sabiduría brindada hacía mi... la sabré usar con humildad—agradeció Víctor con una reverencia —hasta pronto —finalizó, yéndose en dirección a la salida, pero antes de atravesar las puertas logró escuchar las palabras del sacerdote.
—Dile al príncipe que siempre esperé su regreso —finalizo el anciano, notando como el platinado salía de la iglesia ⛪ —Que dios valla contigo.
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Una vez estando afuera, Víctor notó como su amigo lo estaba esperando en la escalinata donde lo había dejado anteriormente.
—Veo que ahora eres creyente —mencionó con burla el oji verde
—siempre creí en la existencia de dios, pero... no soy mucho de ir a misas, ya que termino vaciando Las iglesia —mencionó con gracia, acercándose hacia su amigo, el cual, le extendía un bolso, donde dedujo, tendría la comida que tanto ansiaba probar.
—anda... esperaré a que acabes de comer, pero rápido. —aclaró Chris con una sonrisa, a lo que el peli plata tomó el bolso y corrió en dirección a la parte trasera de la iglesia, adentrándose en un pequeño bosque, donde estaba prácticamente abandonado. A lo que rápidamente se desvistió y se transformó en su forma siberiana, dejando ver a un lobo de un metro de alto, de hermosos ojos azules y gran pelaje platinado y laceo, el cual, se dispuso a comer.
Una vez que acabó  la comida de la bolsa, volvió a su forma humana, comenzando a vestirse, una vez terminado, destapó un pequeño bule, el cual contenía agua, comenzando así a beberla. Pero al momento de levantarse, notó que un dardo pasó en frente suyo, casi arrancándole un par de cabellos, y en su dirección, notó a un soldado con el mismo uniforme de los que lo habían arrastrado a esa sucia celda de la que había escapado. A lo que término escapando, ya que aquel hombre sonó un silbato para llamar a sus refuerzos, a lo que el peli plata salió del bosque, rodeando la iglesia y llegando justo con su amigo, el cual, acababa de noquear a un soldado enemigo.
—CHRIS!!!! —gritó el platinado, llamando así la atención de su amigo, el cual, corrió en su dirección.
—Son demasiados... espero que hayas acabado tu desayuno —bromeo el oji verde, logrando sacarle una sonrisa burlona al siberiano.
—Me encuentro en forma... que te parece si hacemos una carrera —propuso Víctor mientras moqueaba a un soldado más siempre cubriendo las espaldas de su amigo, al igual que éste con él.
—¿Una carrera?
—Sip... El primero que llegue al castillo real, gana —explicó el oji azul aun peleando.
—10 monedas de oro el que pierda. —comentó Chris, comenzando a darse a la fuga, dejando atrás al peli plata.
—Oye... no he dicho "tres" —replicó el platinado, comenzando a correr y saltar casas, alcanzando al poco rato a su amigo, el cual, tras entrenar por casi un siglo con su platinado favorito, logró igualar la velocidad del siberiano en serie, a lo que no le costó ir a su ritmo.
Ambos comenzaron a juguetear entre los tejados de las casas, evadiendo así a los soldados, pero al estar a punto de llegar al castillo, Chris había recibido un disparo en su pantorrilla, ubicado en su pierna derecha, a lo que, terminó cayendo desde lo alto de un tejado, hasta el suelo.
—Chris!! —Exclamó Víctor, yendo rápidamente en su dirección.
—Debo detener el sangrado —Aclaró el rubio, rompiendo su playera y sacando un pedazo de ella, el cual amarro sobre la herida.
—Aun así, no podrás andar... te llevaré —argumentó el peli plata, levantando a su amigo, para colocarlo sobre su espalda y así, comenzar a correr, llegando así al castillo.
—Disculpe joven... no puede pasar.
—Por favor señor, necesitamos hablar con los reyes... es urgente —mencionó el platinado.
—Pregúntale al general que se puede hacer —dijo el soldado a su compañero, a lo que éste fue con su general a comentarle sobre el asunto.
—General
—¿Que ocurre?
—Un par de chicos quieren hablar con los reyes, pero uno esta herido y al parecer, ambos son perseguidos. —mencionó el chico, esperando a que su general le diera una orden positiva.
—Hablare con los reyes y veré que deciden... si intentan detenerlos, dile a sus perseguidores que los reyes los necesitan —Mencionó el general, yéndose del lugar en busca de los reyes.

 si intentan detenerlos, dile a sus perseguidores que los reyes los necesitan —Mencionó el general, yéndose del lugar en busca de los reyes

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mientras que en el palacio real, todo era un caos...
Con aquella gran revelación, ambos reyes siguieron averiguando que más cosas guardaba aquella habitación, encontrando una cajita de madera, la cual estaba cerrada con llave, la cual tenía la reina como collar.
Una vez abierto, notaron una susodicha parte del bastón del rey, y debajo de ésta estaba un papel, que parecía ser un instructivo.
—Cuando la persona elegida sea la correcta, el cristal sielet abrirá un portal para llevar al elegido en dirección al príncipe perdido... El elegido deberá ser puro y justo, y las herramientas clave son una flauta y un medallón de plata, los cuales, indicarán que son la felicidad y amor del salvaguardado.... "No me dejaré vencer por un escalón más". —leyó la castaña, dejando a los presentes atónitos.
—Necesito que dejen limpia la habitación... no muevan ni tiren nada, solamente retiren el polvo y suciedad. —ordenó, saliendo del lugar con todo y cajita en mano y a la vez, siendo seguida por su esposo
—Toshika, debemos encontrar al príncipe Yuuri —habló la mujer, parando a medio pasillo.
—Hiroko... no creo que ese tal.. "príncipe" exista
—Yo se que existe... mi abuela me había contado una historia como esa... de un príncipe que se había vuelto siberiano, a lo que tuvo que huir para resguardarse de los peligros de estas paredes.
—Es una historia... nada más.
—No Toshika... es real... tenemos pruebas, lo puedo sentir, y si es verdad... el podría ocupar el trono al ser el príncipe de sus tierras natales. —explicó Hiroko un tanto emocionada.
—En eso tienes razón, pero... solo tenemos 4 meses... 3 para elegir a un heredero y 1 para coronarlo.
—Haré que lo encuentren, y recuperará su lugar en el trono.
—¿Y si no lo encuentran antes del tiempo límite?
—Nos encargaremos de tener un remplazo... si no llego a encontrarlo, al menos me asegurare de elegir un buen candidato —mencionó la reina, decidida a todo.
—Bien, pero ahora... como saber... —el rey no logró terminar su frase, debido a la intervención del general de la guardia, el cual, reverenció a sus reyes antes de hablar.
—Mi señor, mi señora... un par se hombres solicitan hablar con ustedes, uno de ellos se encuentra herido y ambos se encuentran siendo perseguidos por soldados externos...¿Que desean hacer? —Preguntó el peli negro, a sabiendas de la respuesta de uno de ellos.
—Hazlos pasar Otabek... Debemos saber cuales son sus motivos —respondió Hiroko, mientras Toshika asentía, a lo que Otabek se retiró y de inmediato salió para dejar pasar a los forasteros.
—Déjenlos pasar —ordenó el peli negro, a lo que los guardias abrieron las grandes puertas, dejando entrar al peli plata, el cual cargaba al rubio sobre sus espaldas.

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