Capítulo 1

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Era finalmente mi día de descanso, estaba en la sala de estar, recargado contra una pared con una cerveza en la mano, me encontraba completamente solo en mi departamento, he invertido cada día de mi vida trabajando desde que me fui de mi hogar, vivía en un pequeño barrio de Dallas y me fui a estudiar en una de las mejores universidades de Memphis, obtuve una beca que me mantuviera lo suficientemente estable conseguida con el apoyo de mis profesores que nunca se rindieron conmigo, crecí y en lugar de volver a mi ciudad me fui cada vez más lejos, me fui a la ciudad de Nueva York, donde está la editorial de mis sueños, creí que iba a ser fácil teniendo el conocimiento de la universidad conmigo y no, no fue así, mi trabajo fue totalmente desde cero, llevando cafés a mis jefes, sacando fotocopias a cada nuevo manuscrito que estaba por editarse, era fascinante el trabajo que se pasaba cada día por esas oficinas, mi sueño era ser el editor en jefe de la editorial más prestigiosa de New York, Editorial Harrison, aunque su sede era en España, tienen fuerte presencia en los Estados Unidos y lo conseguí, fueron años de trabajo duro, no me arrepiento en lo absoluto por todo lo que he tenido que hacer para llegar hasta aquí.

Sin embargo a mi edad de veintinueve años no he tenido nada más que aventuras que terminan al mes siguiente. Necesito un respiro, necesito volver a casa aunque no haya mucho ahí, mis amigos en las tardes de juego, la casa hogar en la que crecí, las cuidadoras, mis profesores y a ella, mi mejor amiga de la infancia, cuando llegué al orfanato estaba solo, hasta que llegó ella, la dulce niña de ojos esmeralda que siempre estaba inmersa en sus pensamientos, cabello tan negro y espeso como la noche, piel blanca y suave como el algodón. Ella era mi acompañante en los días de lluvia y sol, era la niña más hermosa y tímida de aquel lúgubre lugar, no olvido que a veces la escuchaba llorar en las noches por las pesadillas, solía levantarme sin permiso para ir a recostarme con ella hasta que se quedaba dormida, era un gesto inocente y puro propio de nuestra edad.

Recuerdo que cuando crecimos ella se la pasaba metida entre libros de fantasía que cada cuatro días cambiaba por otro nuevo tras devorar el anterior día y noche, ella era hija única de una pareja desastrosa a la que el título de ¨padres¨ les quedaría gigante, no podía entablar conversaciones con nadie, no era buena socializando, después de todo el orfanato en el que crecimos no era el mejor ambiente para ningún niño ahora que lo pienso bien, éramos sometidos a castigos fuertes por nuestras faltas y las monjas solían llamarle juegos a lo que parecía ser entrenamiento militar, era un fastidio pero la pasábamos bien dentro lo que cabía. Ella venia de una familia de desquiciados cargando con las pesadillas del constante abuso de su propio padre, quien la golpeaba y luego violaba casi cada noche mientras su madre solía bailar entre la inconsciencia y la lucidez a causa de las drogas baratas conseguidas en la esquina de su barrio, hasta que un día ya no despertó más, la pequeña niña estuvo todo un día junto al cadáver frío de su madre hasta que una vecina borracha llamó a la policía al escuchar el llanto incesante de la niña, los policías llegaron dos horas más tarde, después de todo, el llamado de una alcohólica en uno de los barrios de mayor delincuencia no era prioridad para ellos, un agente de servicios sociales se encargó de ir a recoger a la niña en estado de shock y transportarla al orfanato en total silencio acompañada todo el camino de una mirada de frialdad, como si estuviera cansada de ver ese tipo de casos una y otra vez.

Yo fui abandonado por la mujer que me trajo a este mundo y del hombre que me engendró no sé nada. Las cuidadoras solo dijeron que una mujer apareció de la nada en la puerta del orfanato con un bebé en una canasta, una nota donde ponía mi nombre y salió huyendo, tiempo después apareció muerta por aparente suicidio en una casa abandonada.

Con el tiempo adoptaron a Elena y nos separaron, las internistas eran conscientes del apego que sentíamos entre nosotros y me permitieron llamadas semanales con ella en su nuevo hogar. Fue muy duro cuando se fue, pero también quería que fuera feliz con una familia que de verdad la quisiera. A mí también me adoptaron y no los puedo considerar la mejor familia, pero pude lidiar con ello hasta que tuve la suficiente edad para irme y la beca en Memphis fue mi arranque, trabajaba en las noches en una cafetería de clase media y los fines de semana asistía a eventos como mesero en un restaurante de clase media alta y fue así que logre costear mis gastos compartiéndolos con un compañero de cuarto.

Me decidí a tomar esas vacaciones que tenía merecidas y por tanto trabajo se habían acumulado, decidí buscar en mi vieja agenda el último número que tenia de ella, era el de su hogar adoptivo. Admito que estaba nervioso, cuando nos separaron tenía 15 años, ella 14 y a esa edad ya había perdido la cabeza por ella, estaba dispuesto a confesarle mis sentimientos para fugarnos juntos cuando escuché el rumor de su adopción, no le iba a arrebatar el derecho de ser feliz con una familia que de verdad la quisiera, ella lo merecía y yo no iba a impedírselo.

Llame al número que tenía y al segundo timbrazo finalmente cogieron el teléfono.

La mujer que nunca conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora