Capítulo 6

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-Dime Danny, ¿no te da miedo que pierda el control ahora mismo contigo? ¿No te asusta que empiece a tocarte y que no pueda parar? –Entonces lo entendí, creo que eso de que los hombres somos lentos para entender señales e indirectas es muy cierto. Entonces su mirada viajó de mis ojos a mis labios y terminó con ella relamiendo los suyos. Quería besarla joder, en serio quería, pero también la quería a ella, no como el próximo rollo que va a terminar en un mes, tenía que decírselo ahora o luego sería demasiado tarde, se acercó a mí, a mi cuello específicamente y dejó besos húmedos y tortuosos en el.

-Elena. –Tome su mano que estaba en mi pecho y luego alce su barbilla con la otra retirándola de mi cuello de manera dolorosa, porque no quería que parara. –Escucha, no quiero que esto acabe como el resto de mis relaciones, yo de verdad te quiero y te quise desde que nos conocimos. –Entonces ella se quedó perpleja y me dio un beso corto en los labios.

-Yo también te quise Danny y sé lo que planeabas hacer cuando éramos niños. -Me quedé asombrado, pero ¿Cómo? ¿Cómo se pudo haber enterado? Ella notó mi asombro y añadió:

-Sabes, nuestros amigos no eran buenos guardando secretos -Entonces ella sonrió de una manera hermosa recordando nuestros días en ese encierro, entonces lo entendí, claro, ellos tenían que ser, bocazas. Luego su mirada cambio a una de seriedad y me mira a los ojos

–Danny, sabes, creo que las cosas al igual que las personas llegan en los momentos correctos. Puede que para enseñarte una nueva lección o para traerte un acompañante al camino de tu vida Danny creo que este es el momento correcto, así es como debían pasar las cosas, yo debía sanar por mi cuenta, sin ti, sin depender de ti, para ser buena para mi luego para ti y por último para nosotros, tuvimos una infancia de mierda, es nuestro momento y Quiero ser tu acompañante, si es que aun quieres huir conmigo. -Eso ultimo lo dice con una sonrisa dulce como las que solía tener cuando éramos pequeños

–No puedo creer lo que estoy escuchando, ¡no lo puedo creer! –No sabía que decir, era totalmente directa. -No lo puedo creer, tantos años después y estamos aquí, queriendo lo mismo ¿Elena, de verdad quieres intentarlo? –Entonces forma una risa burlona.

-No hay nada que intentar, estamos hechos para esto. -La lluvia intensificó su fuerza y con ella los truenos y relámpagos. –Solo que aún queda algo que no te he dicho, pero prefiero mostrártelo. –Y de un momento a otro subió a horcajadas sobre mí y empezó a besarme de manera apasionada a la que obviamente le correspondí y se detuvo de golpe –Si te atreves a detenerme de nuevo voy a castigarte. –Mis ojos se abrieron desmesuradamente por lo que dijo y siguió besándome. Entonces me levanté con ella rodeando mi cintura, la pegué más a mi cuerpo y jadeó al sentir un bulto rígido encajar en su entrepierna, nos besábamos sin parar, hambrientos, sedientos, ansiosos, esto era lo que nos hacía falta a cada uno por separado y ahora lo tenemos aquí, naciendo entre nosotros. Pasión y devoción. No más, esta vez no puedo parar.

-¿Dónde? –Ella sabía a lo que me refería.

-Arriba -Seguía besándome -Pasillo de la derecha –Sus manos desabotonaban mi camisa con agilidad -Primera puerta.

Llegamos a una habitación que estaba casi vacía, había solo una cama de tamaño mediana con espaldar de madera y un sencillo mueble con gavetas, la lluvia parecía que apenas empezaba su melodía, iba incrementando de tono, de complejidad. Entonces bajó de mi cintura.

-Desvístete -Eso me pareció una orden. Oh Elena, pequeña Elena, no tienes idea de lo que haces.

Se giró al mueble de donde estaba buscando algo, no hice lo que me pidió pero la seguí y me posicione detrás de ella a ver lo que sacaba a una distancia que no me sintiera, pero que yo pudiera ver lo que sostenía. ¿Así que te gusta jugar así Elena?

Cuando vi que tenía lo que quería del cajón la tome por la cintura fuertemente levantándola para cargarla sobre mi hombro y ella dio un grito de sorpresa.

-¡Daniel! ¡Bájame! ¡Bájame ahora! -No dije ni una sola palabra, pero si tenía un sonrisa maliciosa.

-Verás mi querida Elena, te gusta jugar con fuego y resulta que yo soy el mismísimo infierno...

La mujer que nunca conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora