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—DÍMELO OTRA VEZ— había dicho Paul por quinta vez, el chico apoyado en el lado del marco de la puerta de Cecilia, había pasado una semana y estaba dejando su impronta después de estar en casa de Emily ese día.
—Te amo— suspiró la muchacha, con una sonrisa adornando sus labios brillantes.Ya estaba oscuro y el hombre pensó que la chica nunca se había visto más bonita que a la luz en la que estaba ahora, sonriendo mientras lo miraba.
—No, di te amo, Paul Lahote— dijo, la muchacha río mientras repetía suavemente sus palabras.
Entonces la pareja miró a los ojos de los demás, perdiéndose por completo en su amor mutuo.
—¿Puedo besarte, por favor?— dijo su voz, mucho más suave de lo que solía ser y su rostro estaba adornado con una fachada seria.
La chica le sonrió al chico, parándose hasta la punta de los pies y presionando sus labios sobre los de él con cuidado. El brazo enyesado descansaba entre sus cuerpos, su mano agarrando su mejilla con amor.
