Capítulo 33

5.8K 279 158
                                    

Me siento enferma. Me siento con ganas de vomitar y parece que me han drenado hasta la última gota de sangre en el cuerpo.

Hago un esfuerzo por levantarme. Es pronto y toda la casa duerme tranquilamente. Les envido, ojalá yo pudiese haber pegado ojo.

Hugo realmente me debe muchas horas de sueño robadas.

Me encuentro con su puerta de frente. Para mí no está lo suficiente lejos de mí persona; ojalá pudiésemos estar a miles de kilómetros separados. No sé cómo voy a manejar mirarle a la cara hoy. El odio, la vergüenza y la decepción recorren mis venas y no sé si es una mezcla muy buena.

Quien sabe, quizá acabe en el mar. Se lo merecería.

Entro en el cuarto de baño y me miro en el espejo. Ojos rojos, cara hinchada y escocida de tantas lagrimas derramadas.

Un espectáculo soy ahora mismo.

Intento bajar el hinchazón con agua fría. No sé si esto hará mucho resultado, pero al menos me despeja.

Vuelvo sigilosa a mi habitación y tan rápido como he salido, me entierro de nuevo bajo las cálidas sábanas y el gran edredón.

¿Como lo veis? ¿Es un buen sitio para invernar tres semanas?

Mi amiga aparece unas horas más tarde por la puerta. Ayer me hice la dormida cuando entró a mi habitación porque sinceramente, no podía ni siquiera hablar. Preferí guardarme todo dentro y como resultado el peso de todo me ha estado carcomiendo por dentro toda la noche.

—¿Ahora hago como si creyera que va todo bien o te fundo en un abrazo? —Pregunta Samantha, destapándome.

Yo la miro con los ojos llorosos.

—Oí los gritos cuando subía de cenar —Me dice preocupada.

—No me puedo creer que se haya acostado con ella. No otra vez —Sollozo. Samantha se mete en la cama junto a mí y me abraza.

—¿Lo sabes cien por cien?

—Mira el mensaje.

—¿Y tu móvil?

Me yergo un poco para encontrarlo.

—No sé, lo tiré por ahí cabreada anoche.

Sam se levanta y lo busca. Lo encuentra al otro lado de la habitación.

—Sí que lo tiraste con fuerza, sí.

—¿Está roto? —Mi amiga niega con la cabeza. Al menos no me tengo que preocupar por dos roturas ahora.

Cojo mi móvil y le planto el chat de Anaju.

—Eso es lo que me quería decir por la mañana. Me llamó y después me envió la prueba.

—Joder Eva... ¿qué te ha dicho mi hermano?

—Lo típico, que lo puede explicar blah, blah, blah. Pero yo no quiero escuchar nada de lo que me pueda decir. Ya he oído suficiente.

—Quizá cuando las cosas estén un poco más relajadas, podáis hablar. Te debe una seria explicación.

—No creo. No pienso volver a dirigirle la palabra en mi vida.

Samantha asiente con la cabeza.

—Venga, vamos a desayunar. Te vendrá bien reponer fuerzas —Mi amiga me mira con compasión —. Vamos, anima esa cara. Mañana es Nochebuena.

Intento esbozar una sonrisa.

—Cierto. No vale la pena estar triste eternamente. He llorado toda la noche; ya me he desahogado lo suficiente.

El Internado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora