Final

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—¿Eva? ¡Eva, estás viva! —Los lloros de mi madre fue lo primero que oí al despertar.

¿Estaba bien?

Lo único que recordaba era haberme dejado arropar por esa oscuridad apabullante y dejar mi destino en manos de lo incierto.

¿Estaba bien?

¿Realmente estaba despierta?

La claridad del ambiente me quemó las retinas nada más abrir los ojos.

No era tonta. No me hizo falta enfocar lo que me rodeaba para saber que estaba en una cama de hospital. Seguramente tendría cien cables conectados a mi cuerpo. Y aún teniéndolos no era capaz de sentir nada.

Vale, podía ver. Estaba viva. ¿Pero porqué me sentía muerta?

Mis padres estaban ahí. La Directora y tres agentes de policía.

Mi madre lloraba y creí ver como mi padre se secaba el rabillo del ojo.

Intenté decir algo pero mis palabras no salían.

Mi mente solo pensaba una sola cosa y esa era el chico rubio que yacía a mi lado antes de que ambos nos quedásemos inmóviles en el frío suelo de hormigón del almacén.

Estar viva significaba una sola cosa.

Podría salir ahí y verle.

O en cambio salir ahí y ver que nunca va a volver.

No quería afrontarlo.

No quería descubrir la verdad.

Quería volver a dormirme. Quería ahorrarme cualquier dolor que pudiese llegar a sentir tiempo más tarde.

Porque en algún punto tendría que preguntar.

Y si la respuesta es la que más temía en el mundo, me hundiría...

Y eso fue justamente lo que pasó.

Después de comer algo mi madre quiso hablar conmigo. A solas. Sin nadie más presente en la habitación.

—Eva. Tenemos que hablar. Sé que tienes muchas preguntas...

—Sabes que lo único que me importa es una cosa, mamá. Suéltalo ya —Mi voz temblaba. Mi mente quería mantenerse relajada pero solamente sentía escalofríos por mi cuerpo —. Dime que ha ocurrido.

Mi madre se pensaba las palabras que iba a pronunciar a continuación. Cuanto más silencio había, más lágrimas se me acumulaban en los ojos. Porque lo silencios no siempre son buenos. Y menos en situaciones como estas.

—Mamá. Por favor mamá, dime que está bien —Suplicaba mientras las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas. Mi madre se mordió levemente el labio pintado de un rojo desgastado —. Por favor. Por favor.

—¿Sabes que Hugo te quería mucho, no? —comenzó a decir mi madre —. Lo noté nada más verle la cara cuando aparecimos en el internado en tu busca —Yo comienzo a negar con la cabeza repetidamente. No quiero escuchar nada. No quiero —. A pesar de todo lo que ocurrió puedo afirmar que hubiese dado la vida por ti una y mil veces.

El Internado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora