La chica de las pelucas de colores en su última voluntad no quiso ser enterrada, y en cambio pidió ser incinerada y que sus cenizas fueran regadas en el mar.
Aunque el momento era intimó y familiar, su madre me pidió que estuviera ahí.
"Ella así lo hubiera querido" dijo, y si, en mi corazón estaba seguro que era así, solo que no sabía cuántas veces más podría soportar el despedirme de ella. Todavía no me acostumbraba a no oír su voz, el sonido de su risa o a ver sus ojos brillando de alegría.
Las noches que pasábamos juntos en la azote del hospital, contemplando las estrellas, venían a mí cada vez que cerraba los ojos para dormir. Tampoco podía dejar de sentir su suave olor a vainilla y a flores que la acompañaba siempre, o aquella vez que danzó con pasión en el teatro.
No podía olvidar cada detalle de ella tan grabada como estaba en mi corazón.
El día que sus cenizas fueran regadas en el mar, su prima se quedó un rato junto a mí luego de que su madre, su tía y abuela, abandonaran la playa.
Ella contemplaba la playa con expresión serena, pero había bolsas bajo sus ojos y parecía cansada, cuando se volteó a verme la sonrisa que me dedico era débil.
—Así que ¿tatuajes?—Preguntó señalando las nuevas marcas de tinta sobre mi piel—Pensé que no lo harías.
—Se lo prometí.
Ella soltó una risita.
—Estas tan loco como ella, pero al menos no fueron pelucas—Ella me miró—Al menos esas se pueden quitar, pero la tinta permanecerá aun si te arrepientes ¿estás seguro de eso?
—No me arrepiento de nada, es parte de mi propia decisión.
Ella me detalle brevemente antes de asentir y sonreír, esta vez de verdad, grande.
—Me alegra conocerte chico de los tatuajes de colores—Ella comenzó a rebuscar algo en su bolso hasta sacar un sobre blanco— Esta carta la dejó tu chica de las pelucas—Me la entregó—Me alegra que ella te haya conocido Will, de verdad.
Ella me abrazó y fue doloroso. Abrazar a alguien que compartía tu tristeza, era doloroso.
La vi alejarse y por un momento en un pequeño gesto que ella hizo, fue como si la viera ahí, parada junto a su prima. Con una de sus brillantes pelucas y vistiendo uno de sus veraniegos vestidos.
Y por un momento ella se detuvo, se volteó a mirarme y vi sus ojos brillando con lágrimas. Caí en cuenta, que una pequeña parte de Leah siempre estaría en nosotros, conectándonos.
Sonreí, ni aun así nos dejaba ir.
Me tomó más valor del que creía leer la carta, y lo estuve posponiendo todo el tiempo que pude hasta que mi corazón ya no lo soporto. Ahí, sentando a la orilla de la playa, con la luna y las estrellas de acompañante la leí.
"A mi querido Will.
No sé cómo comenzar a escribir esta carta, la verdad nunca había escrito una, o bueno, las únicas que había escrito fueron la de queja que iban dirigidas a la administración del hospital, donde me quejaba grandemente de lo deprimente que era la comida el hospital.
Lo lamento, porque si estás leyendo esto fue porque ya me fui.
Lamentó no haber podido quedarme más Will, de verdad. Pero créeme por favor que lo intente, nunca odie más mi muerte que ahora, cuando estoy escribiendo esta carta para ti y me estoy despidiendo.
¿Por qué tenía que ser así?
No lo sé, pero supongo que era así como debía pasar.
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La chica de las pelucas de colores
JugendliteraturAzul eléctrico, rosa chicle, amarillo limón y un sinfín de colores con los que fácilmente la podría describir. Ella era luz, y salpico mi mundo gris con los colores de su corazón.