Azul eléctrico

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La chica de la peluca de colores apareció en mi vida en un día común y corriente como los otros. Muy bien creerías que al conocer a una persona así el momento estaría lleno de fuegos artificiales y confeti. Pero para mí no fue así, tiempo después odie que no lo fuera. Porque ella merecía que yo me sintiera así y más.

Todavía lo recuerdo tan claro como el día en que sucedió. Estaba yo en Dynamite, el centro de recreación al que la mayoría de los chicos de mi edad solía asistir, acompañado de los amigos de mi hermano que tan molestamente se apiadaron de mi persona solitaria y se unieron a mí, cuando la vi. No había visto otra cosa así antes.

Entró tomada del brazo de una chica que se me hacía brevemente conocida, vistiendo un suave y veranero vestido azul claro, acompañada de unas zapatillas blancas y una peluca azul. Una muy bien llamativa peluca azul eléctrico. Y sonreía, como si fuera la persona más feliz del mundo.

Para mi...era totalmente ridícula.

Pero durante toda esa tarde no pude apartar la mirada de su ridícula apariencia. Fui atraído como una polilla al fuego.

Esa semana siguió viniendo al centro, con su brillante peluca azul, se sentaba en el mismo sitio con su amiga y durante toda la tarde no dejaban de charlar. Un día, cuando llegue más tarde de lo habitual al centro, la encontré sentada en mi lugar, sola. Me molesto mucho, ese había sido mi puesto favorito durante muchos años, y la gente lo sabía, pero ella solo se sentó ahí como si mis años de propiedad no importaran.

Me iba a ir pero entonces me miró y me dedico la sonrisa más radiante que hasta ahora le había visto. Se hizo a un lado y me pidió que me uniera a ella. Pensé en rechazar dicha oferta, era absurda, pero mi madre se sentiría ofendida si pudiera verme actuando de esa manera. Ella había criado a alguien mejor.

De mala gana tome lugar a su lado y mire al frente, ignorando a la rara chica a mí lado, pero entonces ella solo...comenzó a hablar.

Habló, habló y habló por lo que parecieron horas. Contándome un sinfín de cosas que no eran de mi interés. Y yo solo pude mirarla, sin saber que decir. Lo bastante seguro de que ella decía lo suficiente por los dos.

Dada a mi escaza participación en la charla creí que eso era lo suficiente para alejarla, pero no fue así. Ella siguió viniendo y hablando conmigo.

— ¿Por qué?— Pregunte un día, cansando de esa ridícula actitud de ella— ¿Por qué vienes a hablar conmigo todos los días?

—Porque necesitas que alguien hable contigo— Sonrió— Y yo necesito que alguien me escuche—Dijo antes de irse—

Eso me pareció la cosa más absurda. Yo no la escuchaba.

No escuche cuando me conto que su abuela se había comprado un perro.

No escuche cuando me dijo que le gustaban los atardeceres en la playa.

Tampoco cuando dijo que le encantaba bailar, pero que no sabía y que su prima (la chica que siempre la acompañaba) aunque la amaba mucho, se negaba hacer el ridículo con ella en la pista de baile.

Mucho menos la escuche cuando me comentó que el helado de limón era su preferido.

No, definitivamente yo no había escuchado nada de lo que dijo la chica de la peluca azul eléctrico.

La chica de las pelucas de coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora