IV

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Nueva York, Estados Unidos.
Julio 1930

La rubia miraba por su ventana el bello atardecer. Alguna vez leyó en un libro de poemas que el sol y la luna eran amantes, amantes obligados a nunca poder verse, pero aveces podían escaparse y romper esa regla, por eso le parecían muy poéticos los eclipses.

-Señorita Heartfilia- llamó su atención una de las criadas abriendo su puerta -Su padre acaba de salir, dijo que volverá pronto. Avíseme si necesita algo.

-Muchas gracias, Milliana- agradeció para ver cómo cerraba nuevamente la puerta de su alcoba.

Se acercó a su escritorio donde tenia su confiable maquina de escribir, aveces simplemente se sentaba y esperaba que la inspiración llegara a ella, esta no era una de esas veces. Era una de esas extrañas ocasiones en las que Lucy no tenía nada de inspiración para escribir, eso la estresaba bastante, sentía que si no podía seguir con la historia se olvidaría de ella por meses y así sucesivamente.

Unos golpes en su ventana la exaltaron, era Natsu. Rápidamente se acercó a la ventana para poder abrirla -¿Que acaso estas loco? ¿Como lograste subir?- dijo sorprendida.

-Tengo mis trucos- bromeó -Vengo a preguntarte si quieres salir, ya termine mi jornada y vi el auto de tu padre salir.

-No lo sé, no me malinterpretes me encantaría vernos en algún lugar que no fuera detrás de un árbol y por cinco minutos pero..- volvió su mirada a la puerta ¿que tal si alguien entraba a ver cómo estaba? -Bueno, pero no podemos tardarnos mucho, no se cuando vaya a regresar mi padre.

La joven fue hacia su cama y apiló algunas almohadas para que se vieran como ella mientras dormía, en caso de que alguien de la servidumbre entrara se irían rápidamente para no molestar.

Habían pasado un mes viéndose en secreto, un mes con cortos encuentros detrás de arbustos, árboles y donde quiera que pudieran esconderse. Lucy estaba muy interesada en Natsu y en su vida, no es que lo viera como un insecto el cual quería estudiar, si no que jamás había visto la vida desde la perspectiva de el. Natsu no se quedaba atrás, contaba las horas para poderla ver aunque fuera por un tiempo muy reducido.

-Espera- lo detuvo -¿Como se supone que bajaré? Si salgo por la puerta principal los empleados me verán.

Una sonrisa traviesa apareció en la cara del muchacho -¿Quien dijo algo sobre puertas?- hizo una señal con la cabeza para que se acercara. Al sacar su cabeza por la ventana vio como el muchacho había subido por el enrejado de madera a un lado de la casa.

-Jamas he hecho algo así- respondió nerviosa.

-¿Tienes miedo?- preguntó levantando una ceja.

-Claro que no- mintió, en verdad si le daba miedo llegar a caerse -Espera, traigo camisón.

-¿Y eso que tiene?

-¿Como que que tiene?- le dijo -Fácilmente podrías ver.. ya sabes, mi ropa interior.

-Oh ¡Oh!- respondió a eso, no lo había pensado de esa manera -Bueno si tú quieres bajar primero.

-No, no quiero.

-Bueno, ¿que te parece esto?- propuso -Yo bajo primero y mientras tú lo estés haciendo cierro los ojos.

-Me parece bien eso- se acercó a la ventana, sus manos empezaron a temblar, mal momento para tener miedo a las alturas.

Como si fuera la cosa más fácil del mundo el joven empezó a bajar por enrejado. Cuando llegó el turno de la chica está con miedo se puso en la orilla de la ventana. Sus pies temblaron al tocar la estructura de metal pero gracias al destino bajo sin ningún rasguño, esperaba que la subida fuera mucho más fácil.

-¡Vámonos!- dijo el chico tomando su mano y empezando a correr, la rubia le siguió sin chistar.

Llegaron a un pequeño lago que estaba cerca del bosque, las luciérnagas paseaban por ahí dándole armonía al ambiente, para su mala suerte, a los mosquitos también les gustaba.

-Que hermosas- dijo viendo las luciérnagas encender su cola, de acercó a estas -No te parecen mágicas, es como si las estrellas hubieran bajado del cielo.

-En verdad que son lindas, en la ciudad no tenemos muchas de estas- respondió -Por eso aveces me gusta cuando nos quedamos a trabajar hasta tarde, me da la oportunidad de ver cosas que en las calles no hay.

-Creo que esta se acaba de volver la conversación más larga que hemos tenido desde que nos conocimos- bromeó con una pequeña risa -Que rápido que haya pasado un mes desde eso.

-¿Un mes?- preguntó incrédulo, en verdad que no sentía el tiempo -Bueno, me alegra que celebremos nuestro mes de conocernos aquí.

-¿Que te parece si este se vuelve nuestro lugar?

-¿Nuestro lugar?

-Ya sabes, un lugar para nosotros dos, donde podamos vernos en noches cómo estás y sentir la magia del lugar- cerró sus ojos si entiendo el viento rozar su rostro, rápidamente los abrió y volteó hacia el -Lo siento, aveces puedo ser muy infantil e imaginativa, olvida lo que dije.

-No no- negó con una pequeña risa -Me encanta la idea de que tengamos un lugar especial para nosotros dos.

-Entonces está hecho, este es nuestro lugar- sonrió, su padre y mayores siempre le regalaban por ser tan imaginativa, se sentía bien tener a alguien la entendiera -¿Cargas alguna navaja o algo?

-Si, el Bronx puede llegar a ser peligroso por las noches- de su visillo saco una pequeña navaja, la rubia extendió su mano y este se la pasó -¿Que idea estás poniendo en marcha ahora, Lucy?

Con la navaja escribió en uno de los árboles cercanos las letras "N y L" -Listo- se apartó para que este lo viera -Así cual quería que venga sabrá que este es nuestro.

Dio una pequeña risa, en verdad que ella era a solamente adorable -Creo que ya es hora de que vuelvas a casa, tu papá no debe tardar en llegar.

Volvieron por donde habían venido, el camino fue silencioso, pero no de uno de esos silencios que te ponían incómodo, si no de aquellos que solamente te transmitían paz.

-Bueno, ya llegamos- señaló quedando frente a su ventana -Que tengas buenas noches, Luce.

-¿Luce?- preguntó.

-¡Ah! Perdona yo soy mucho de dar apodos y se me ocurrió que te podía quedar bien. Si no te gusta no te llamo así.

-No, no- lo detuvo -Es que nadie aparte de mi padre me había puesto un apodo.

-Bueno, ya va una persona- hubo nuevamente un silencio, parecía como si faltara algo de por medio -Bueno, adiós- agachó su gorra en señal de respeto y se dio la vuelta para irse.

La rubia no aguantó y estiró su mano para tomar su manga, atrayéndolo hacia a ella y uniendo sus labios en un beso. Se apartó de el con la cara sonrojada -Lo siento, no se que me pasó, sentí que era lo necesari-

Fue interrumpida por unas manos en su cintura que la atrajeron hacia el muchacho, este unió nuevamente sus labios, la joven enredó sus brazos en el cuello del chico. Hubo tanta magia que sintieron como si fuera su primer beso.

Esa noche cuando Lucy regresó a su habitación, la inspiración no dejó de fluir.

Over the rainbow (Nalu AU) [Español] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora