Escribiendo el destino

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Han pasado ya casi dos semanas desde esa ocasión. No sé cómo logré controlarme para no toparme “casualmente” con él todos los días. No me mal entiendan, cada que tenía oportunidad lo seguía, pero siempre desde la distancia.

Revisando temprano la agenda que había conseguido semanas atrás, hoy tenían una presentación y terminando se dirigirían a un restaurant muy famoso cerca de ahí. Mi reservación ya estaba, y me las pude ingeniar para saber qué mesa ocuparían, logré que me dieran el lugar más cercano. Ahora todo dependería del destino (y mi ingenio).

Al fin después de 30 largos minutos, llegaron. Se sentó a la orilla de la mesa, desde ahí podía admirar su hermoso rostro.

Una amiga me hacía compañía, de otra manera no habría podido estar hasta que ellos se retiraran o en su defecto, hacer “contacto”. Se habría visto raro que una persona sola se demorara tanto en comer. Claro, también me aseguré que ella no tuviera interés en algún idol.

Todos ellos estaban muy contentos porque su presentación fue un éxito, por lo que él ignoraba todo lo que pasaba fuera de su mesa y solo se concentraba en platicar y bromear con su grupo.

Mientras tanto yo hacía lo propio con mi amiga, pero sin perder detalle de lo que sucedía en la mesa de enfrente, esperando mi oportunidad.

Al fin llegaban los platillos que habían pedido y se calmaron un poco, para concentrarse en la comida.

Era el momento de actuar… Me disculpé con mi amiga, diciéndole que iba al tocador. El plan era fingir tropezarme, así llamaría su atención, me vería y ¡taraaan! me reconocería. Estaba tan concentrada en eso que no me di cuenta que él se levantó distraídamente y chocamos. ¡Argh! Perdí el equilibrio y caí sentada. Maldición, quería que me notara, pero no de una manera tan vergonzosa.

Mi cara estaba roja y no quería levantar la vista. Solo alcancé a ver que me extendían una mano, sin pensarlo la tomé, y me ayudaron a poner de pie. En ese instante alcé mi rostro y nuestras miradas se encontraron. Él estaba muy apenado, me ofrecía disculpas y me preguntaba si me encontraba bien. No pude articular palabra alguna debido al shock que me causó esa caída. Sólo pude asentir, y me dirigí al tocador.

¡Ahhhhh! No quería salir, ni siquiera pude darme cuenta si me había reconocido o no, solo quería que la tierra me tragara. Humedecí mi rostro para tratar de recobrar la compostura, respiré profundamente varias veces, y salí lo más calmada que pude.

Me senté de inmediato en mi mesa, mi amiga después de preguntarme si estaba bien soltó una carcajada…

-Relájate, no es para tanto, no entiendo porqué sigues con la cara colorada

-Ya por favor no digas nada –le dije- terminemos de comer, que está muy bueno.

No tenía el valor de mirar hacia donde él se encontraba, solo quería terminar de comer e irnos lo más rápido de ahí. Mi amiga que no podía dejar de reír, al ver mi incomodidad, me dijo que tenía que ir al tocador, tal vez para desahogarse a gusto.

-Vaya, eso sí que fue rápido, que haces ahí parada, siéntate por favor, suficiente con mi caída, como para que llamemos más la atención.

Al no escuchar su voz, alcé la vista… casi me caigo de la silla por la impresión que me llevé…

-¡Oh! Disculpa nuna, no era mi intención asustarte, solo sigo muy apenado contigo por tirarte hace unos momentos, quiero disculparme apropiadamente, y me gustaría pagar tu comida para compensar el mal momento que te hice pasar.

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