Adeline, Joven altiva y adinerada que vive en la prestigiosa mansión Cavalier.
Jayden el curioso nuevo empleado el cual termina descubriendo cosas que no debía saber acerca de la familia cavalier.
No todo es lo que parece.
Y la curiosidad no siempre...
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ADELINE
¿Les cuento una historia?
Había una vez…
En un lugar muy lejano, un pueblo llamado Helmur. Este como cualquier otro, a simple vista, era un lugar atrapado en la monotonía de la vida, y algo aburrido.
Pero la verdad, había mucho más que eso.
Más allá, pasando la gran cascada y adentrándose entre los gigantescos y aterradores árboles, pasando el amplio jardín de lirios, Se encontraba un enorme, majestuoso y un tanto misterioso castillo.
El aura de poder que este irradiaba, se debía nada más y nada menos a la poderosa familia Cavalier.
Con una gran fortuna y una gran empresa a su nombre, aquella familia era el centro de atención de no solo aquél pueblo, si no de toda la ciudad. A menudo escuchabas salir de la boca de los habitantes…
“Los Cavalier hicieron esto”.
“Los Cavalier hicieron aquello”.
A los ojos de todos, ellos eran la familia perfecta.
Pero ninguna familia lo es…
Adentrándose en los pasillos del majestuoso castillo, allí habitaba una princesa, pero esta no era como la de los cuentos de hadas.
Esta estaba bajo una maldición. Pero nadie lo sabia. Ella anhelaba con todo su corazón, algún día poder librarse de aquello que por las noches le impedía dormir.
Pero estaba sola.
¿Quién la iba a salvar?
—¡Señorita Adeline! —esa voz demandante y obviamente enojada, se escuchaba desde lejos.
Con mi vista fija en el paisaje que tanto me relaja, ignore a la voz que tanto conocía.
—¡Señorita Adeline! —la figura alta y esbelta de Evolet, bloqueo mi vista, ahuyentando mi tranquilidad, como siempre.
Aquí vamos otra vez.
—Dame unos minutos —dije con la vista en un girasol que adornaba la terraza.
—Sabe que a su madre no le agrada que venga aquí, es la tercera vez está semana, y es mi responsabilidad acatar las ordenes que me dan sus padres —dice con la frialdad que siempre la acompaña.
Se da la vuelta para salir del lugar, pero su vista se posa en la libreta color celeste que sostengo en mis manos.
