A lo largo de mis últimos cinco años no he parado de leer, ver y escribir sobre historias de amor con finales felices.
Cuentos en los que el amor lo puede todo, desde una simple mentira hasta una enfermedad letal. En los que los personajes vivías felices y comían perdices.
Pero se que es irreal. Nada es de color de rosa, pero porque hay todo un arcoíris. En la vida hay cosas muy complicadas y casi imposibles. Entre ellas, por ejemplo, está el entender los sentimientos personales y ajenos.
Sobre todo he tenido la oportunidad de experimentar y ver como los niños y adolescentes de hoy en dia se esfuerzan tanto en crecer y en tener una vida de adultos que se olvidan de vivir. De cometer errores y aprender de ellos. De divertirse e ir dándose cuenta de lo que es la vida en realidad. Siendo inconscientes de que esa es la mejor etapa de la vida.
Yo quiero vivir. No quiero aferrarme ni ser dependiente de una persona. Quiero pasármelo bien con mis amigos, estudiar y conseguir entrar en la universidad y en la carrera que quiero, quiero experimentar todo lo posible (obviamente en el sentido saludable) que pueda antes de tener que preocuparme de hipotecas, gastos y un trabajo. Quiero vivir mi vida cuando y donde me toque.
Pero sobre todo quiero equivocarme. Quiero caerme con la misma piedra una y otra vez hasta que aprenda a no pisarla. Visitar mundo, conocer distintas culturas, coleccionar recuerdos.
Quiero que, en un futuro, cuando llegue mi último aliento, sonreír sabiendo que he aprovechado mi vida y que no he seguido un simple orden. Nacer, estudiar, trabajar, formar una familia y morir. Sino que le he regalado una peineta y he disfrutado al máximo cada día de mi vida.
Eso, es lo que realmente quiero.
