Cita con el diablo II

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diablo parte II




Muy por el contrario Kuan se mantuvo inexpresivo, tranquilo, sin un ápice de incomodidad a diferencia de su hermano.

Kuan desconocía su pasado, sin embargo le miró con curiosidad, como si quisiera leer sus pensamientos, y vaya que era precisamente lo que anhelaba en esos instantes.

Por primera vez sus miradas se cruzaron, Kuan estiró sorpresivamente la comisura de sus labios y formó una sonrisa fina en ellos, fue tan breve y fugaz que es probable que su hermano no lo haya notado. Ver su mirada desnuda le trajo recuerdos de aquél niño de facciones regordetas abrazado a él, hoy eran un par de adultos, completamente desconocidos, atrapados por su deseo y su capricho de obtener un poco de él para su beneficio.


—Bien, que así sea, no llegues tarde, después de todo, en cada hogar hay reglas y aún soy tu hermano mayor. Debo advertir que no disfruto de las visitas, así que solo seremos tú y yo—


Aquella decisión implicaba el cambio de residencia y de empleo, eran muchos cambios para Kuan, inclusive el rompimiento con la flamante novia, después de todo no la amaba en lo absoluto y prescindir de su cariños y sus atenciones, sería fácil.

Kuan abandonó el salón principal y se dirigió hacia el interior del pasillo que daba hacia las habitaciones, consigo llevó arrastrando su equipaje y eligió la habitación más grande. 

— Estaré disponible para la cena—

Exclamó Kuan antes de cerrar las puertas corredizas privatizadas con un fino y delgado papel.
Yibo por un segundo pensó que  su hermano iba a sonreír  pero tal vez fue algún tipo de ilusión óptica.
Tras el acuerdo y escuchado "Las reglas de convivencia" o mejor dicho  la mas importante, que se refería a nada de visitas, Yibo acepto tomando su mochila, tenia que hablar con sus Roomates y contratar un uber que enviara las maletas a la casa.
Miro aquel despacho de madera lustrosa y le dio escalofríos verse solo ahí dentro. —  No se cocinar...—

Kuan hizo oídos sordos, había escuchado perfectamente su afirmación ante la mediocridad de su arte culinario, lo dejó marcharse sin decir nada más, el resto de la tarde lo dedicó a asear su habitación y a acomodar sus pertenencias.

Le advirtió sobre aquel detalle antes de verle irse,  tal vez buscando la habitación principal como nuevo aposento.

Miro a su abogado y le agradeció antes de salir con él al exterior de la casa donde habló con él mientras subía a su moto y se colocaba el casco.

Para las 8 p.m  ya había arreglado la mayoría de las cosas incluso, llego dos minutos antes que el Uber con sus maletas.

Tras pagar abrió  la puerta corrediza viendo ya el auto aparcado y entro su moto antes de caminar con las maletas dentro de la casa.
Usaría su vieja habitación si  es que sus pocas cosas seguían ahí. —Llegue.. —exclamó Yibo sin esperar respuesta, busco su habitación sin cerrar la puerta, si de todas maneras acomodaría luego.


Kuan no prestó atención en ese instante hacía una videollamada planeando dedicarle a su novia una ruptura de 15 minutos.


— Lo lamento Isabella… la señal es muy mala aquí, pero realmente espero puedas ser feliz—

“—¿Es enserio?, ¿me estás terminando enserio? ¡Eres un hijo de puta!—“ Exclamó la joven en pantalla, Kuan sonrió resignado, dio un suspiro y respondió.

— Tienes razón, lo soy, pero ya debo irme, que seas feliz— Kuan cortó la llamada y se puso de pie, después de todo sino era él, ambos morirían de hambre, y Kuan desde pequeño había aprendido a ser autosuficiente.

Ahora yacía sumergido en la cocina mientras la arrocera cocía a vapor el arroz y él cocinaba algunos mariscos y los salteaba en el sartén, justo cuando los pidió el joven le había asegurado que eran los más frescos que tenían, y no le había mentido, el precio lo valía, y gracias a ello ahora Yibo y él tendrían una cena decente.

Escuchó la puerta abrirse y Kuan se asomó desde la cocina, era Yibo anunciando su llegada,  Kuan no cuestionó, simplemente dio por hecho que le acompañaría.


—Ve a lavarte, serviré la cena…— No dio tiempo de más y volvió a perderse en el interior de la cocina.

La voz de Kuan llego perfectamente bien a donde el estaba.
No estaba acostumbrado a eso, rara vez se cruzaba con sus Roomates porque vivía cambiando cada pocos meses .
Por novias, por mejores trabajos...Todo era cíclico  ahora tener que convivir como hermanos que eran le resultaba extraño.

Se lavó las manos en el cuarto de baño contiguo, despacio descubrió que el cuarto siguiente estaba siendo habitado ahora por Kuan, así que compartían si o si el baño.

Una vez que se lavo las manos caminó hacia la cocina  y prendió la calefacción central  porque la casa al estilo a antiguo no se adaptaba aun al moderno y sus cambios tan drásticos de tiempo, siempre se sentía fría.
Miro por los ventanales de vidrio exteriores y suspiro. —Nevará... hay que cubrir las plantas o van a morir.

Murmuro para luego girarse  e ir hacia el mayor arremangándose el Hoddie. —... Huele bien... ¿Que es?

Quiso asomarse tras el hombro del mayor lo cual solo apoyo una mano en el hombro unos segundos, y bajo la mano solo para quedarse a un costado de su hermano.


Kuan había escuchado perfectamente, pero sus labios yacían sellados, por alguna extraña razón las palabras se quedaban atoradas en su garganta, estaba disperso y pensativo, había traído el pasado de vuelta y sólo cuando Yibo traspasó el umbral de la cocina, el ambiente se mezcló de su aroma personal, tal vez Yibo no lo sabía, pero su aroma, tal vez su perfume, lograba dejarlo en evidencia.

Se quedó quieto por instantes al sentir la cercanía y de nuevo esa sensación de calor abrasador que partía desde el sutil tacto para recorrer cada espacio de su cuerpo.

— Son mariscos salteados en ajo y salsa de soja, espero te guste— Aunque su tono de voz era neutro, la seriedad en su rostro no lo abandonaba, y Yibo podía percibirse un poco más natural y relajado.—

No puso objeción aún cuando sus labios yacían sellados, aún cuando hubiese solo silencio entre los dos en la misma habitación, de alguna manera Kuan tenía esa sensación de plenitud que nunca logró alcanzar con nada, ni con nadie.

Minutos más tarde, Kuan retiró la sartén del fuego y sirvió en dos platos, puso la mesa y llevó la arrocera al centro de la mesa y sirvió dos tazones y se sentó.


—Cena, apenas terminemos, resguardaremos las plantas del frío— Murmuró tomando sus palillos y colocando un trozo de salmón marinado sobre el cuenco de arroz de Yibo.

A Yibo, con solo ver la cena ya le había generado hambre. Él era de buen comer, a decir verdad comía cualquier cosa. Era un chico en pleno crecimiento aun…  después de todo; así que el aroma y saber exactamente que era, hizo que su estomago gruñera audiblemente.
Y rápidamente fue a  ocuparse acomodando la mesa, cuando le vio dejar la cocina, le espero ansioso para comer;  en meses enteros volvería a  compartir cena con alguien que no fuese su conquista de una noche, o su roomate de turno.
Cuando Kuan llenó los cuencos, Yibo no salió de su asombro, su cara era un poema mientras recibía y tomaba el cuenco, incluso saco si Redmin y para sacar fotos al cuenco, alabando en susurros lo bien y apetitoso que se veía.

—Eso de cubrirlas  esta  bien, hay plantas que están  desde hace muchísimo tiempo. —Explico para que entendiera cuan difíciles era cuidar de aquellas plantas que tal vez tenían mas edad que él.

Kuan al menos agradecía tener la dicha de ver esa expresión, siempre había escuchado a su madre decir, que las personas se conquistan y se ganan por el estómago, justo eso había hecho Kuan ¿con qué fin?, ¿agradarle? No estaba del todo seguro, de lo que si estaba seguro es lo satisfecho que se sentía al verlo actuar sin esa brecha entre ambos, más relajado, más natural, más sosegado.

Una sonrisa se dibujó en sus labios, en silencio se sentó y tomó sus palillos para comer mientras escuchaba sus comentarios, Kuan asintió.

— Está bien, está bien… lo haremos apenas terminemos de comer—

Habían pasado años desde que Kuan había compartido una mesa familiar, estaba acostumbrado a la pequeña familia que él y su madre habían formado, pero desde su muerte, solo la llenó de pila de libros y documentos, mientras se refugiaba y ahogaba su dolor en mantenerse ocupado, Kuan nunca tuvo tiempo para llorar, salvo en sus ratos libres, salvo en aquellas noches largas en las que se ahogaba en su propio llanto, ahora no estaba solo de nuevo, no dejaría ir a Yibo tan fácilmente.

—Voy a transferirme aquí e impartir clases en otra universidad, ¿tú a que estás renunciando?— Quiso indagar y mantener una conversación mientras tomaban sus alimentos.
La mirada de Yibo se  encontró con la contraria cuando su hermano mayor sonrió.
Él debería sonreír mas, sin duda... en deducción a ese pequeño estremecimiento en la base de su nuca bajando por su columna  intuyó que se trataba de algo  a lo que no se acostumbraba a ver pero podría hacerlo fácilmente... Incluso con la idea loca en la punta de su lengua de pedirle que lo hiciera otra vez.

Parpadeo idiotizado, alzando sus cejas y bajo la mirada a su cuenco agradeciendo antes de dar el primer bocado llenando un lado de sus mejillas con un notable gemido de gusto. —Nmmhhff...

Le había escuchado, sin duda que si, ese timbre de voz un matiz tan profundo no podía pasar desapercibido pero no sabia que responderle.
¿Qué le diría?  ¿Nueve años de psicólogo tirado a la basura? Ansiedad y pánico  al ver ciertos rincones de la casa?...
¿Recordar las bajezas de su niñez y pre adolescencia?.

— A llegar a las tantas de la madrugada... y la juntada con amigos.—

Hablo picoteando antes de meter otro bocado a la boca mirándole, fijo sin ningún titubeo.
La personalidad de Yibo era fuerte en la mayoría de los casos y trataba de defenderse de ese modo.


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