Cita con el diablo IV

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Yibo quiso alejarlo pero realmente no tenia fuerzas  para nada, solo terminó detener su ataque de arcadas antes de que como un muñeco de trapo fuese llevado a la cama donde permaneció acurrucado.

Aun en ese estado era consiente de que su hermano no había respondido nada de sus preguntas, lo cual eso dejaba a gran margen que podía ser cierto, que el también le culpase por el divorcio, la familia rota, pero aun en su mente jamás tuvo claro el porque de la culpa solo supo que luego de su nacimiento su madre al año comenzó con un tratamiento, donde ya estaba impedida de volver a tener un hijo  pero no supo mas hasta que su abogado le anuncio de su muerte muchos años después cuando recién comenzaba a tener un concepto menos traumático de la vida y la muerte.
La mirada de Kuan, siempre estuvo fija en la puerta abierta esperando, teniendo la fe de que su hermano volvería y aclararía sus dudas, cierto o no estaba listo para recibir un rechazo a  decir verdad.
El frío gélido golpeaba su rostro, había salido sin abrigo mientras sostenía las lonas para cubrir las plantas de aquella helada, Kuan observó hacia la luz mercurial que se alzaba desde el asfalto hacia la altura de las copas de los árboles en el exterior, fue así que pudo distinguir los primeros copos de nieve oscilando con el viento era una escena maravillosa, tanto que quedó absorto mirando sin ser consiente de la helada y lo poco abrigado que estaba.

Cuando entró nuevamente a casa, sus manos, sus pies y su nariz yacían heladas, había penumbras, se acercó al apagador y encendió la luz del pasillo, aún la habitación de Yibo se encontraba a oscuras, deseaba irrumpir en ella, para ver si ahora se encontraba un poco mejor, pero aún contemplaba la idea, no quería forzar cuando sabía que aún se sentía mal, se dirigió hacia la cocina a beber agua y recordó que su madre ayudaba a calmar las náuseas con un té de jenjibre, había quedado un poco de ello de los ingredientes utilizados para la cena, así que se puso manos a la obra y preparó un té para su hermano, con el pretexto de ello, se dirigió con el servicio de té hacia la habitación y encendió la luz de la lámpara de noche.

—Yibo… ¿Te sientes mejor? — Colocó el servicio sobre la mesa de noche y se sentó sobre la orilla de la cama comenzó a narrarle una historia… la historia de su pasado.


—Cuando era muy niño, mamá enfermó, tuvo cáncer, y luchó muchos años para sobrevivir, ella tenía la esperanza de volver a verte… y yo también, jamás pude culparte de nada salvo que no regresaras a nosotros… ahora no estoy seguro si sigo culpándote de ello. Pero bueno, eso no era lo que venía a decirte, mamá usaba este té para calmar las náuseas, por favor bébelo.— Kuan extendió la taza de té hacia su hermano menor.

Era notable cada vez que Yibo lloraba, sus ojos se rasgaban mas y su nariz se ponía roja al igual que sus labios.
En silencio intento recordar algo de su madre y no tuvo respuestas,  apenas imágenes fantasmales que no le hacían justicia pero cuando Kuan volvió se froto los ojos evitando seguir llorando como un crio desahuciado.

—Fue la emoción de volver aquí...¿?  Estoy bien. —Murmuro  antes que encendiera la luz y no pudiera evitar hacer un pequeño puchero, totalmente expuesto ante su hermano.

Le dejo sentarse  y él también lo hizo para escuchar.
Sabia lo de su madre porque el mismo visitó la tumba todos los años desde que lo supo.

— Si Hubiese tenido la oportunidad, no hubiese dudado en hacerlo, pero padre vivía diciéndome que ustedes también me odiaban, y que él me trajo por lástima aunque luego se arrepintiera. Era un animal encerrado y con aquello en mi cabeza, ¿crees que irme a casa de madre estaba en mis deseos cuando me decían que no sería bienvenido allá tampoco? No tenia criterios ni verdades... Nada.

Tomó el té en sus manos y  miro su contenido antes de beber un sorbo y luego otro. No era tan malo después de todo. —Gracias, Kuan Ge...—

Kuan a media luz fue capaz de distinguir los detalles en sus rasgos, sus ojos hinchados y su nariz ligeramente enrojecida, sentía el impulso de acunarlo entre sus brazos, impulso que a lo largo de los años creía perdido, jamás se había sentido conmovido por nada, ni por nadie, se había ganado esa fama, la gente solía hablar a sus espaldas calificando como un hijo de perra sin corazón, sin sentimientos, y tal vez lo era, pese a su rostro que cuando se lo proponía podía ofrecer serenidad y expresiones que lo hacían ver como alguien amable y benevolente, Kuan no tenía ni una pizca de ello, creció aplastando a otros hasta llegar a donde estaba.


Escuchó encolerizado las palabras de su hermano, su padre enfermo, había mentido a Yibo para destruir la unión que ambos habían forjado desde niños, y ahora ambos eran dos hombres con una mentalidad enferma e  iracional, ninguno de los dos se asemejaba al estándar de la gente común libre de trastornos mentales, Kuan era frío, era introvertido, a veces intimidante, y escondía un humor bastante negro, pensamientos bastantes oscuros que a veces salían a flote en los momentos más oportunos para sentarse y disfrutar.

No obstante ahora estaba ahí, preocupado como el hermano mayor que era, ahora estaba totalmente dispuesto, incluso a sostener la taza entre sus manos. Kuan tomó la taza y la dejó sobre la mesa de noche y sonrió a su hermano, deslizó su mano tibia por el calor emanado desde la cerámica que contenía el té y le miró fijamente.


—Dìdì, si un día quieres caer, avísame… voy a caer contigo, si un día decides que quieres sostener todo este peso sobre tus hombros háblame, vendré ayudarte a sostenerlo; cuando te sientas cansado y agotado, ven, yo te dejaré descansar en mis brazos, ya no estás solo, soy tu hermano— Murmuró seguro de si mismo y de las palabras que le trasmitía.
Simplemente no pido con todas esas palabras, que para alguien podrían ser solo un relleno, para Yibo era esperanza, por una vez palabras cálidas de alguien directo en su familia.

Sus manos se hicieron puños en la manta y giro su rostro hacia Kuan   ya con los ojos desbordados en lágrimas.
Yibo se consideraba alguien fuerte  partiendo desde todo lo que había pasado y que escondió bajo  su personalidad, más esas palabras habían resquebrajado su lado sensible, su lado mas humano el que añoraba ser querido, tener una familia.

Acomodó su frente en el hombro del mayor y se permitió llorar sin ningún freno, con los espasmos propios de su pecho liberando tensión de años, su garganta desgarrándose con sollozos adoloridos, agonizantes ...
Las lagrimas mojaron el hombro de su camiseta —Dímelo otra vez... Dime que ya no estoy solo...

Kuan se quedó quieto en su lugar y dejó que Yibo fuese quién llegara hasta él, le dejó llorar hasta sentir sus lágrimas filtrarse a través de la tela de su camisa, fue entonces que remplazó su hombro por su pecho, sus brazos rodearon a su hermano en un abrazo y lo atrajo hacia él para resguardarlo contra su pecho.

Deseaba que sus manos pudiese aliviar el dolor que lo mantenía ahogado en llanto, deseaba limpiar cada recuerdo de su memoria, cada uno de los que le había hecho tanto daño, pero desgraciadamente, sólo era un inútil ser humano, Kuan fue presa de la impotencia, aún cuando se sentía dueño del mundo, sólo su madre y ahora Yibo le recordaban que era solo un simple humano


—No estás solo, no estás solo, yo estoy a tu lado, soy yo, tu hermano que te sostiene en brazos, tus problemas, tus miedos e inquietudes, ahora serán mías también— Ya no era Kuan quién hablaba, sino su corazón quien dictaba, estaba rendido a él, completamente a él olvidándose del resto del mundo, profesándole un amor incondicional, un cuidado que tal vez  nunca había podido poseer, Kuan estaba dispuesto a dárselo todo si es que aceptaba quedarse a su lado, iría paso a paso, incluso recuperar aquellos años que habían quedado enterrados en la imaginación de un niño olvidado, todo lo quería a su lado.

— Te quiero Yibo, no voy a dejarte solo… nunca más.—

Yibo terminó por abrazar su torso cuando el pecho de su hermano fue el campo de su llanto sintiendo que esos brazos contenían cada pedazo suyo que se desmoronaba.

Solo eso necesitaba ese tipo de abrazos, uno incondicional ly  sin ningún tipo de malicia

Las palabras de Kuan le llevaron a un vago recuerdo de  luces y mantas, almohadones y susurros...¿había sido real?

—Hazme sentir seguro… o me voy a volver loco en esta casa.— sollozó Yibo.

Hablo contra su ropa subiendo su rostro caliente a su hombro y cuello donde  hablo aferrandose a el como su balsa de rescate. —Er Ge... ¿Cuando tengas tu familia seguire siendo parte de ella?

—Tú eres mi única familia… no necesito más— Exclamó Kuan.


Si Yibo hubiese sabido el trasfondo de aquellas palabras, seguramente hubiese sentido escalofríos, sin saber había abierto la puerta a un ser totalmente enfermo, sin saber había comenzado a despertar la ansiedad y un amor totalmente errado y enfermizo, un amor que sobrepasaba los límites de lo normal… nada en Kuan podía ser normal, era simplemente alguien trastornado, que sabía muy bien engañar a la sociedad, educado, serio ante todos, y en las sombras alguien incluso capaz de asesinar sin sentir una pizca de remordimiento.


Sus brazos cálidos refugiaron un cuerpo frío y maltratado, en esos instantes la reminiscencia de un recuerdo trajo consigo la imagen de un niño pequeño temblando entre sus brazos, justo así lo sintió, un aroma sutil a dulce y vainilla de una galleta mordida que sostenía en su pequeña mano, vio a un Kuan sosteniendo a un pequeño entre sus brazos que resguardó en un fuerte hecho de mantas en aquella habitación fría y humeda.

Kuan extendió su mano y tiró de una manta y lo cubrió con ella y se apartó de él para buscar en el armario mantas y sábanas, tomó un par de sillas y un pequeño sofá en aquella habitación y comenzó a construir un refugio para ellos dos, silencioso, con una expresión indescifrable, sin contar su actos el lugar comenzó a tomar forma.

Cuando terminó, se volvió hacia Yibo, le miró fijamente y extendió su mano hacia la de él para llevarlo consigo, e invitarlo a perderse en un refugio que representaba su  decadencia hacia la locura.


DistopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora