Parte 1: Frenesí.

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     No, no ayudaba en nada decirse que debían dejar de verse cuando ni siquiera habían hecho algo de lo cual pudieran arrepentirse más que sentir su estómago explotar, volar, cosquillear, ronronear o ¿rugir? Cada que estaban cerca, al igual que sus corazones no paraban de latir, cada palabra y mirada con más fuerza.

No era posible, demonios, ¿cómo podían gustarse? ¡Eran amigos! Amigos muy íntimos, conocedores de hasta un "voy a hacer del uno, cuando en realidad es del dos y ¿tres?".

Lo sabían todo del otro, y estaban conformes con la amistad que se brindaban mutuamente después de dos años; después de que Ella conociera a Adam en aquella joyería en dónde ella trabajaba, en dónde el basquetbolista profesional buscaba un anillo de compromiso para su novia, aunque su ex-novia había rechazado el compromiso después y él regresó a la joyería hecho un mar de lágrimas para exigir un reembolso, cosa que era imposible, haciendo de alguna u otra manera que la vida volviera a cruzarlo con ella y a su vez crearan un vínculo íntimamente amistoso en dónde vivían solo por escuchar las experiencias del otro.

Ella misma lo había aconsejado sobre qué usar, un año y tres meses después de aquél fallo preposicional para asistir a una primera, segunda y tercera cita con el nuevo objetivo de Adam.

Nunca había pasado algo físico importante hasta ese sábado en la mañana.

Ella no se explicaba la razón por la cual había sido llevada a la fuerza, aunque no amenazada ni atada -cabe destacar- al auto de su amigo y confidente, y estaba molesta porque tenía trabajo que hacer y él lucía de lo más fresco, recordándole que actualmente era su jefe y que... "Alguien hará el trabajo por ti", haciendo que ella pensará velozmente en que todos de alguna u otra forma somos reemplazables.

—No eres reemplazable —Se precipitó Adam ante sus pensamientos —No he querido decir eso y lo sabes, baby.

La conocía tan bien.

—¿A dónde vamos, Noha?

Adam hizo un gesto mostrando indecisión y le sonrió ampliamente a su amiga.

El corazón de la chica vibró y se regañó internamente.

—Con tal que no sea a la playa, Adam —Manifestó algo irritada de solo imaginarlo —Hay demasiado calor como para querer seguir tostandome.

—Ah —Adam hizo un puchero —Si te ves hermosa morenita —Opinó con sinceridad, admirando los cachetes sonrojados de la castaña a través de los rayos del sol.

Su corazón suspiró.

—He querido hablarte sobre algo, pero... —Presionó un botón dejando el auto deportivo sin techo —No sé cómo decirlo.

—Ohh —Volteó a verlo la chica, con un pequeño susto en el pecho que se fue en cuanto pensó que tal vez le anunciaría que sería padre.

Aunque esperaba en el fondo que no fuera así.

—No es lo que piensas.

—¡Noha! ¡Deja de saber lo que pienso! ¡Eres un metiche! —Reprochó ella, para luego soltar una risa, pues realmente era insólito y le daba miedo.

Adam rió mirándola atentamente para mojarse los labios de saliva y mirando hacía la ventana de su lado, comenzó a hablar.

—Tuve un sueño contigo.

—Yo he tenido miles —Dijo la chica, tranquila, sin esperarse lo que saldría de la boca de su amigo después.

—Tuvimos sexo —Dijo él, viendo luego la reacción de ella.

La chica tenía las mejillas coloradas, la boca abierta y para qué hablar de lo que aquellas palabras le hicieron a su sistema nervioso.

—¿Acaso has soñado eso conmigo? —Preguntó modo juguetón

Sunday Morning [Adam Levine] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora