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—Escúcheme bien, Zarai, ya que pronto llegaremos a sus tierras, lo dejaremos justo donde lo recogimos y usted no dirá una sola palabra de nuestro encuentro —el Sargento lo fulminó con la mirada—. Nos aseguraremos de enviarle una carta donde anunciemos con éxito su admisión al Cuerpo de Cazadores, pero si la carta está en blanco quiere decir que es inútil para nosotros y todo esto sólo fue una pérdida de tiempo.

          —E-Entendido, Sargento Eftychía...

          —Una cosa más —el Sargento reacomodó el anillo de plata en su anular izquierdo—. ¿Cómo consiguió el uniforme de Cazador?

          —¡Ah!, Inoa me lo dio, Sargento Eftychía.

          —¿Inoa?

          Alan asintió.

          El Sargento entrecerró los ojos, cruzándose de brazos se echó hacia atrás.

          —Te escucho.

         Alan tragó saliva.

          —Esto va sonar raro, pero le prometo que es verdad —Alan tomó aire y comenzó a explicar—. Hace unos días vacacionamos en San Pablo Etla y-y, durante todo el viaje, un gatito blanco me estuvo siguiendo. Pensé que no lo volvería a ver, pe-pero cuando llegué a mi casa, estaba en mi habitación, entonces ese gato se transformó en una muchacha albina y habló conmigo sobre ustedes —con la mirada del Sargento clavada en la suya, Alan aclaró su garganta para continuar—. E-En cuanto a su pregunta, antes de recogerme, ella entró por mi ventana y me dejó el uniforme encima de la cama.

          —Entonces, ¿me está diciendo que este gato blanco que lo siguió en sus vacaciones llegó hasta su casa, se transformó en una albina, habló con usted sobre nosotros, se robó un uniforme de Cazador y lo dejó en su cama?

          —Sí..., y también venía una carta donde me contaba sobre el Inframundo.

          El Sargento suspiró.

          —¿Y cómo está seguro de que se trataba del mismo gato?

          Alan bajó la mirada, avergonzado.

          —Am..., le puse un listón en la cabeza.

          La expresión fría del Sargento cambió en un abrir y cerrar de ojos, observando al moreno con una expresión de confusión total.

          —Claro... —el Sargento recargó su frente en una de sus manos—. Un gato acosador, un robo, un listón..., ¿por qué no me sorprende que esto sea obra de la Señorita Ponos?

          «¿De quién?».

          El Sargento gruñó. El carruaje se detuvo y este movió sus orejas como si escuchara algo.

          —Enhorabuena. Bienvenido a casa de nuevo, Zarai.

          La puerta a su izquierda se abrió, Alan sintió un gran alivio al saber que finalmente había regresado. El Sargento le hizo una seña invitándolo a bajar. Cuando el moreno pisó el pasto y el olor a naturaleza llenó sus pulmones, se sintió tan feliz que se le escapó una sonrisa, la cual se desvaneció en el momento exacto en el que notó que el cochero de cabellera clara lo olfateaba otra vez. Alan dio un paso hacia atrás, se giró hacia el carruaje y reverenció al Sargento agradeciéndole por el viaje.

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⏰ Última actualización: May 08 ⏰

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